Por Alberto Benegas Lynch (h)
Artículo publicado en el Suplemento "Enfoques" del Diario La Nación el 23/10/05
Los hechos sobresalientes de la actual administración estadounidense abren serios interrogantes respecto del futuro de aquel país como baluarte del mundo libre. Colin Powell acaba de declarar que constituye "una mancha" en su carrera el haber vinculado los sucesos criminales del 11 de septiembre de 2001 con Irak, "cuando en verdad no hubo ninguna relación", conclusión ampliamente difundida con mucha antelación en el libro Against all Enemies, de Richard A. Clarke, asesor en temas de seguridad para cuatro presidentes incluyendo el gabinete del propio George W. Bush.
En distintas secciones de este diario he publicado notas sobre la injustificada invasión a Irak aun antes de haberse concretado las operaciones bélicas. En Enfoques se publicó un debate público que mantuve con dos colegas sobre el mismo asunto ya avanzadas las hostilidades. El ataque a Irak fue un disparate colosal que costó y cuesta miles de vidas inocentes, al tiempo que descalabra el derecho internacional a través de la truculenta figura de "la guerra preventiva". Aquel país no había atacado a los Estados Unidos, ni lo podía hacer por no contar con misiles de largo alcance, ni flota, ni aviones para semejante empresa. Según las propias declaraciones del entonces secretario del Interior, incluso los sobres que aparecieron con ántrax fueron elaborados y enviados desde el territorio norteamericano. Como es de público conocimiento, las armas de destrucción masiva resultaron ser una escandalosa patraña.
Ahora, nuevas declaraciones del actual mandatario de los Estados Unidos sacuden al mundo civilizado. Dice públicamente que está dispuesto a lanzar "ataques nucleares preventivos". Esto sobrepasa con creces los límites más elementales de la prudencia y el decoro. Se torna imperioso que las instituciones republicanas de aquel gran país le pongan coto al jefe del Ejecutivo para bien de los Estados Unidos y del orbe. En nuestro planeta hay muchos gobiernos canallas (tal vez la mayoría) pero de allí no se sigue que haya que bombardear a mansalva por las dudas. Los principios de la sociedad abierta no se comprenden a los bombazos sino a través de largos procesos educativos.
Padres fundadores
En este sentido, es de gran importancia prestarle la debida atención a los padres fundadores de los Estados Unidos. En 1795, George Madison escribió: "De todos los enemigos de las libertades públicas, la guerra es lo que más debe ser temido porque compromete y desarrolla el germen para todo lo demás". Recordemos además que este país intervino en Somalia para poner orden y dejó caos, en Haití para establecer la democracia y dejó tiranía, en Vietnam para liberar al país que finalmente quedó en manos comunistas. El déficit fiscal en Estados Unidos es hoy de 500 mil millones de dólares y el 70% de su producción total está comprometido por la deuda estatal. Se han reiterado las promesas de producir recortes impositivos, algo que, en el volumen conjunto, es imposible cumplir debido a los crecientes gastos del gobierno federal. Ningún país, por más vigorosa que sea su economía, puede resistir semejantes embates. Si ese país llegara a sufrir un barquinazo de envergadura, el mundo entraría en un cono de sombra difícil de superar. Todos los que admiramos, queremos y necesitamos de las mejores tradiciones de los Estados Unidos tenemos la obligación de vocear los peligros que se avizoran.
Somos conscientes de que se acoplan a las críticas antinorteamericanas aquellos que odian la forma de vida basada en los derechos de las personas. No resisten el éxito de aquel pueblo respetuoso de las libertades individuales. Los acomplejados y envidiosos de siempre que sostienen que allí todo depende del volumen depositado en el banco no pueden digerir que ese país cuente con la proporción mayor -en relación con el índice poblacional- de obras filantrópicas, visitas a museos, orquestas sinfónicas, publicación de libros, asistencia a templos religiosos y otras manifestaciones culturales y espirituales de peso.
Hoy, en los Estados Unidos, en nombre de la seguridad se está comprometiendo el núcleo del american way of life, esto es, la grave lesión a las libertades individuales a través de las escuchas telefónicas, la intromisión en el secreto bancario y la detención de personas sin el debido proceso, y todo esto en base a una siniestra ley llamada "patriótica" (recordemos que George Mason insistía en que "el verdadero patriota es aquel que desconfía de su propio gobierno").
Sociedad abierta
En una sociedad libre hay riesgos. Por ejemplo, que alguien saque un cuchillo en la vía pública y se lo clave en el abdomen a un peatón absolutamente inocente y pacífico. Para evitar estos riesgos habría que destinar un agente policial al cuidado de cada persona. Pero, si al mejor estilo orwelliano, hasta debajo de la cama hubiera que destacar un policía para eliminar todo riesgo, con ello se borraría de cuajo toda manifestación de seguridad y de libertad. Este es el sentido por el que Benjamín Franklin consignó que "aquel país que renuncie a algunas de sus libertades en pos de seguridad no merece ni la libertad ni la seguridad".
Recordemos también, por otra parte, que Ben Laden y Saddam Hussein eran lugartenientes preferidos de los Estados Unidos, uno en Afganistán con motivo de la invasión rusa y el otro con motivo de la guerra con Irán. Fueron entrenados y financiados con los recursos coactivamente detraídos de los contribuyentes estadounidenses. Dicho sea de paso, como ha destacado Charlotte Twight, el primero de los forajidos nombrados -a quien hasta el momento no pueden encontrar todas las fuerzas combinadas de esta llamada guerra al terrorismo- anunció que la victoria de Al-Qaeda sería "la destrucción de lo que en Occidente se denominan libertades individuales". Esto es cierto; paradójicamente la antes mencionada "ley patriótica" tiende a otorgar anticipadamente la victoria a los terroristas. El objetivo de estos criminales es, precisamente, la liquidación de la libertad. Si para defendernos de esta bazofia afectamos severamente la libertad, habremos concedido el triunfo al terror.
Todavía hay otro asunto más en esta complicada maraña de denuncias. Se trata de la cuestión religiosa . En estas trifulcas con el terrorismo se pretende endosar la responsabilidad a los musulmanes. En rigor, hay un punto en el que concuerdo con Bush y es el que manifestó cuando, al día siguiente de los horrendos atentados del 11 de septiembre de 2001, se presentó en una mezquita y señaló que "una cosa es alguien que profesa la religión islámica y otra bien diferente es un asesino". En el mundo hay más de 1500 millones de musulmanes. Es muy injusto imputar estas tropelías a quienes adhieren al Corán en el que, entre otras cosas, leemos que "Quien mata, excepto para castigar el asesinato, será tratado como si hubiera matado a la humanidad y quien salva a uno será estimado como si salvara a la humanidad" (5:31). La misma expresión jihad que ha sido tan tergiversada, como explica Houston Smith, significa guerra interior contra el pecado. Ya bastante ha sufrido la humanidad por la intolerancia religiosa. En nombre de Dios, la misericordia y la bondad se ha quemado y mutilado. Identificar el Islam con el terrorismo es tan impropio y desatinado como asimilar el cristianismo a la Inquisición o la "guerra santa" aplicada en América en tiempo de la conquista. Hay, sin duda, quienes pretenden ese tipo de identificaciones y extrapolaciones clandestinas al efecto de enmascarar e inculcar el crimen con fervor religioso fundamentalista, pero caer en esa trampa no haría más que desviar la atención del ojo de la tormenta y agregar complicaciones a un cuadro de situación ya de por sí muy sombrío.
Hemiplejia moral
El terrorista, cualquiera sea el pretexto que alegue para exterminar, debe ser perseguido, juzgado y castigado con todo la fuerza que las circunstancias demandan.
No cabe la hipócrita hemiplejia moral que discrimina entre bandas. Todos los terrorismos son repugnantes y constituyen una gravísima e imperdonable afrenta a la sociedad civilizada. Pero la "guerra contra el terrorismo" sólo tiene sentido en un contexto metafórico, puesto que la acción bélica convencional no es posible frente a quienes no visten uniforme, se esconden en las sombras y recurren a procedimientos cobardes y arteros para perpetrar sus horrendos crímenes.
En el siglo XVIII tuvo lugar en los Estados Unidos la revolución mas exitosa de la historia. El respeto por los derechos individuales considerados anteriores y superiores a todo gobierno, la independencia de la justicia en el marco de la división horizontal de poderes, la economía libre de intromisiones insolentes del aparato estatal y una permanente vigilancia y desconfianza al poder, han hecho de ese lugar de la tierra una bendición que atrajo, cobijó generosamente y alimentó a poblaciones de todas partes. Hace algún tiempo que se observan síntomas que tienden a revertir aquellos valores y principios esenciales. Es necesario frenar los ímpetus belicistas de Bush que, en nombre de "la guerra preventiva", pone en jaque a lo más caro de la convivencia civilizada en lugar de mirar con un poco más de atención lo que ocurre en sus pagos.