Por Hana Fischer
Contrariamente a lo que es creencia generalizada, el apego por la libertad individual y la defensa de los derechos humanos, no provienen de consideraciones abstractas, sino de la práctica del comercio.
Únicamente cuando se pretende realizar intercambios con otras personas, ya sea de objetos, bienes o servicios, o incluso, determinar los propios fines a alcanzar en la vida, es que los individuos toman conciencia de los efectos benéficos de la autodeterminación. Es por eso que no es un hecho casual, el que el ideal de la libertad individual haya surgido en las ciudades mercantiles.
Menos conocida aún, es la circunstancia de que la lucha por la libertad económica, fue la que dio como fruto más preciado, al Estado de Derecho. Y como dicen destacados pensadores liberales, es imposible hablar de derechos si no existe la propiedad privada, porque éstos tan solo pueden existir, en función de lo que es de cada uno.
Como bien recalca Juan Bautista Alberdi en sus “Bases”, en las que se basaron los constituyentes argentinos para elaborar la constitución argentina de 1853, “Las cartas de Inglaterra, que forman el derecho constitucional de ese país modelo, no salieron de las academias ni de las escuelas de derecho, sino del buen sentido de sus nobles y de sus grandes propietarios”.
Y agrega, que “Una economía mal entendida y un celo estrecho por los intereses nacionales nos han privado más de una vez de poseer mejoras importantes, ofrecidas por el espíritu de empresas, mediante un cálculo natural de ganancia en que hemos visto una acechanza puesta al interés nacional. Por no favorecer a los especuladores, hemos privado al país de beneficios reales.”
De gran actualidad sigue siendo su pensamiento. Por ejemplo, cuando expone que “La cuestión argentina de hoy es la cuestión de la América del Sud, a saber: buscar un sistema de organización conveniente para obtener la población de sus desiertos, con pobladores capaces de industria y libertad, para educar sus pueblos, no en las ciencias, no en la astronomía - eso es ridículo por anticipado y prematuro-, sino en la industria y en la libertad práctica”.
Otro argentino, Andrés Oppenheimer, tiene una visión semejante. En una entrevista que le realizaron en Uruguay, donde vino a presentar su libro “Cuentos chinos”, explica quiénes a su juicio, son los culpables del atraso de América Latina. Y dice, que “Gran parte de la culpa la tienen la prensa y los intelectuales que perpetúan estos mitos en los que no creen ni ellos. Muchos periodistas e intelectuales latinoamericanos jamás han manejado siquiera un quiosco de cigarrillos, no tienen la menor idea acerca de lo que pasa en el mundo y están contando los cuentos chinos más grandes de la historia de la Humanidad".
Y al hablar de los intelectuales de izquierda latinoamericanos, expresa que se jactan de la situación de Cuba. Pero hace la siguiente precisión: lo que ellos “pueden decir es que en Cuba se redujo el hambre. Había gente con hambre y ahora no hay. Y eso es cierto. El viejo modelo de la izquierda totalitaria reduce bolsones de miseria a costa de la masificación de la pobreza y le vende eso como una reducción de la pobreza. Pero lo cierto es que en Cuba hoy hay muchísimos más pobres de los que jamás hubo y por eso no permiten elecciones libres. Porque la gente votaría en contra”.
Por lo tanto, vemos claramente que hay una interrelación directa entre libertad económica y de industria, protección a la propiedad privada, y respeto por los derechos individuales. Por eso, a menor libertad civil, mayor es la violación de los derechos humanos, como fácilmente se puede constatar a nivel empírico.
Parafraseando a Oppenheimer diríamos, que sostener lo contrario, no son más que “cuentos chinos”.