Por Carlos Fuentes
Para LA NACION
MEXICO DF
PUESTO que las tres candidaturas mayores para la presidencia de México, en 2006, ya están definidas y la carrera empieza en serio, es bueno reflexionar en términos amplios sobre las características generales del poder político y su empleo renovado. Ningún maestro perenne mejor para este ejercicio que Nicolás Maquiavelo, a quien habremos de regresar una vez y otra vez en este año electoral.
Entre las exégesis del El Príncipe (1513), abordo hoy una debida al escritor norteamericano Stanley Bing, titulada ¿Qué haría Maquiavelo?, pidiendo la colaboración del lector para aplicar los siguientes preceptos a el o los candidatos (Andrés Manuel López Obrador, Felipe Calderón y Roberto Madrazo) que, a juicio personal, los merecen.
. El Príncipe siempre tiene razón. La tiene cuando la tiene pero también cuando no la tiene.
. El Príncipe debe estar enamorado de su destino.
. El Príncipe es un tiburón. Nada lo detiene. Avanza devorando.
. El Príncipe es vengativo y sabe que la venganza es un plato que se come frío.
. El Príncipe miente y cree en sus mentiras. Esto le da un respetable aire de convicción. La verdad es la sierva del Príncipe, no su patrona.
. El Príncipe hace lo que le viene en gana. Como lo dijo Federico de Prusia: "He llegado a un acuerdo con mi pueblo. El pueblo dice lo que quiere. Yo hago lo que quiero".
. El Príncipe madruga. Se levanta a las cuatro de la mañana. ¿Qué puede hacer a esa hora? Pensar.
. El Príncipe es impredecible. Pasa de la amabilidad a la furia instantáneamente. Como si regresase, en el poder, a la infancia. Tener poder es volver a ser niño caprichoso. Pero el Príncipe manipula su propio capricho. Confunde a amigos y a enemigos, obligados a leer al Príncipe como a un barómetro.
. El Príncipe debe ser precavido, al grado mismo de la paranoia. Administra su propia paranoia porque supone que tener enemigos es más razonable que tener amigos.
. El Príncipe no confía en nadie. Sus servidores prueban la comida antes de servírsela al Príncipe. Oyen, leen, huelen, observan lo que se le va a servir al señor.
. El Príncipe está en guerra permanente. Se lo pasa identificando a sus enemigos. Cosa fácil. Basta preguntarse: ¿quién me está embromando? Y responder: ¿por qué sigue vivo el cabrón? El Príncipe escoge bien la hora para aniquilar al enemigo: al caer la tarde, cuando el opositor cree que lo peor del día ha pasado ya.
. Pero el Príncipe no debe excederse. Debe escoger a cinco individuos que le han hecho rabiar. Nunca debe permitirse más de cinco adversarios. Si elimina a uno de ellos, debe sustituirlo cuanto antes por otro. Tener un nuevo enemigo es como abrir una botella de champagne.
. El Príncipe no tiene piedad con sus colaboradores. Debe hacerles saber, a menudo, que no los estima. Debe disfrutar la ausencia de los funcionarios a los que ha despedido.
. El Príncipe debe rebajar a quienes colaboran con él o le piden favores, haciéndoles notar: que son estúpidos, que son feos y se visten mal, interrumpirlos cuando hablan y reducirles los presupuestos. El Príncipe debe asegurarse de que cuando habla y da órdenes, los testículos de sus colaboradores se les suben al pescuezo. Los funcionarios, cuando acuden al Príncipe, deben usar pañales.
. El Príncipe debe aguarles a sus colaboradores eventos como bodas, fines de semana y operaciones quirúrgicas. Debe llevar un acucioso calendario sobre estos eventos, a fin de frustrarlos.
. El Príncipe no debe perder de vista, si quiere ser fiel a estos preceptos, que se topará con tres obstáculos. Primero, salir del anonimato precedente y comerse a todos sus rivales. Segundo, expulsar los sentimientos y aceptar que el poder no es un concurso de popularidad y que ejercerlo convoca muchos odios. Pero el Príncipe también sabe que, por muy perverso que sea su gobernante, la gente tiene necesidad de otorgarle algunas cualidades humanas.
Este escriba les pide a quienes se tomen el trabajo de leerlo: ¿a cuál o a cuáles candidatos les atribuye usted, amable lector, estas virtudes maquiavélicas? Marque con una flecha si en cada situación prevista, el maquiavelista más probable sería Roberto Madrazo, Felipe Calderón o Andrés Manuel López Obrador. O dos de ellos. O de plano, los tres?
El lector puede consultar, si así lo desea, las respuestas que a estas quince propuestas maquiavélicas darían los ciudadanos de países con príncipes ya aprobados (o reprobados): Fidel Castro, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Lula da Silva, Alvaro Uribe, Alejandro Toledo. Etcétera.