Por María Luisa Arredondo
La Opinión (Los Angeles, Ca)
Fox apostó por un mayor protagonismo internacional y por la integración con EU, pero los resultados no fueron los deseados
Vicente Fox inició su mandato en diciembre de 2000 con un aura de legitimidad que no tuvo ninguno de sus predecesores priístas. Por ello se auguró que su Administración no tendría problemas en entablar relaciones armónicas con la mayoría de las naciones, especialmente con su vecino del norte y con América Latina.
Hoy, a unos meses de terminar su presidencia, es claro que ese pronóstico resultó equivocado. La relación entre Fox y el presidente de EU, George W. Bush, pasó de una simpatía abierta a un trato estrictamente protocolario y con varios mandatarios de la región, entre ellos el cubano Fidel Castro, el venezolano Hugo Chávez y el boliviano Evo Morales ha habido una penosa serie de desencuentros y enfrentamientos.
Ante esto, tanto Fox como el canciller Luis Ernesto Derbez insisten en que los problemas con todos esos gobiernos se han resuelto o están en vías de mejorar y que con Estados Unidos, su vecino y mayor socio comercial, existe una relación sumamente positiva.
Sin embargo, los diferendos —especialmente con EU— están a la orden del día. En el Congreso de EU se estudian nuevas medidas contra los indocumentados y funcionarios estadounidenses hacen señalamientos continuos sobre la ineficacia del gobierno foxista para combatir el crimen organizado. Los problemas han llegado al punto que incluso Washington ha tratado de imponer sus leyes en México, como lo muestra la reciente orden que el Departamento del Tesoro de EU dio al hotel María Isabel Sheraton para que expulsara a una delegación cubana, en cumplimiento del embargo comercial de Washington contra la isla.
Lejos de protestar por estas agresiones, México ha optado por evitar cualquier tipo de confrontación. En el caso del Sheraton, por ejemplo, el gobierno decidió sancionar solamente al hotel, pero no envió un reclamo diplomático a Washington porque, en su opinión, no se violó la soberanía mexicana.
Esta actitud ha sido severamente criticada por los partidos políticos de oposición en México y por la mayoría de los analistas que consideran que a México le ha faltado firmeza ante EU.
En opinión de José Luis Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la respuesta del gobierno mexicano ante los embates de EU, especialmente en lo que respecta a los inmigrantes, ha sido débil. “México ha sido demasiado complaciente; eso no nos lleva a ningún lado. Es preferible tener un gobierno más exigente, de más confrontación con EU, en lugar de uno complaciente, porque aquí vemos los resultados: han pasado cinco años ¿y qué conseguimos? Ni enchilada completa ni siquiera media enchilada”, dice el ombudsman.
La diputada priísta Sofía Castro opina que la actual Administración ha roto con toda la tradición en materia de política exterior que durante décadas le dio a México el respeto y en muchos casos admiración en el extranjero. “Este presidente se convirtió en los últimos cinco años en el ser más obsequioso a favor de Bush, quien en ningún momento verá en nuestro país una nación con los mismos derechos que la suya”.
En respuesta, Derbez niega que se haya actuado de forma sumisa ante EU. A su juicio, los incidentes registrados en las últimas semanas no revisten mayor importancia. “Se trata de detalles coyunturales que tenemos que atender y resolver en su momento y no preocuparnos porque tenemos una buena relación”, asegura.
La secretaria panista de Relaciones Internacionales, Cecilia Romero, señala, a su vez, que la actual política internacional de México representa “algo fresco, algo nuevo y diferente”, aunque reconoce que en algunos momentos se han dado varias expresiones que no han sido bien interpretadas o bien expresadas.
Origen del problema
La mayoría de los analistas considera que los problemas actuales se deben a que, en lugar de respetar los principios tradicionales de la política externa mexicana —basados en la autodeterminación y no intervención en asuntos internos de otros países, así como en la solución pacífica de las controversias— Fox trató de tener mayor protagonismo en el escenario internacional. Y en el intento perdió el rumbo.
Lorenzo Meyer, historiador del Colegio de México, va más allá. Considera que el origen de los titubeos y contradicciones en que ha caído la política externa mexicana están relacionados con el cambio de un precepto no escrito que ha regido la diplomacia desde fines del siglo XIX: “la búsqueda y el sostén, dentro de lo prudente, de una independencia relativa de Estados Unidos”.
De acuerdo con Meyer, la historia demuestra que aun en los casos en los que México decidió cooperar con Washington en temas delicados, lo hizo de manera muy discreta, “para no violar públicamente el principio de la preservación relativa frente a EU”.
Este principio cambió radicalmente cuando Fox asumió el poder.
Jesús Velasco, profesor investigador de Política Externa del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), explica que el entonces canciller Jorge Castañeda pensó que había que acercarse más a EU y sacar provecho de que por primera vez había ganado un partido de oposición en México. Desde su perspectiva, había llegado el momento de que el país asumiera un papel de mayor importancia.
Por esta razón, agrega, Castañeda propuso que México formara parte del Consejo de Seguridad de la ONU y afianzara su integración a EU con la esperanza de influir en su agenda interna, sobre todo en el tema migratorio. Con América Latina se descuidó la relación, sólo se trató de acercarse un poco a Centroamérica, mediante el proyecto de cooperación Plan Puebla-Panamá.
David Ayón, analista político y profesor investigador de la Universidad Loyola Marymount, indica que el mejor momento de las relaciones bilaterales entre EU y México ocurrió a principios de 2001, cuando Bush y Fox tenían poco de haber asumido la presidencia. El clima era inmejorable y las expectativas de mayor cooperación en todos los aspectos, incluido el migratorio, eran muy grandes.
No obstante, el optimismo duró poco. Ayón recuerda que incluso el primer viaje de Bush a México como presidente se inició bajo un mal augurio. “El día que se iba a entrevistar con Fox en su rancho, el encuentro resultó totalmente opacado porque EU decidió iniciar el bombardeo a Irak y eso tomó por sorpresa a todos, incluyendo al gobierno de México”.
De acuerdo con Ayón, la situación empeoró después de los ataques del 11 de septiembre. Primero, porque cambiaron las prioridades de EU y se dio mayor énfasis a la seguridad y segundo porque el gobierno mexicano tardó en manifestar su solidaridad con la Administración Bush. Las diferencias se ahondaron cuando Fox decidió no respaldar la invasión militar de EU a Irak.
Acuerdo migratorio
Aunque muchos atribuyen el fracaso del acuerdo migratorio al distanciamiento que sobrevino después de los atentados del 11 de septiembre, Ayón considera que este acontecimiento lo único que hizo fue acelerar el desengaño de que ese tratado de todos modos no se iba a dar.
“Ese tipo de acuerdos no depende de amistades personales entre los mandatarios sino de los factores internos que privan en el país en ese momento. Hay que tomar en cuenta, por otro lado, que EU como principal potencia del mundo tiene muchos problemas internacionales que atender a la vez y por ello difícilmente México tiene la prioridad”, dice Ayón.
Velasco coincide. “La estrategia de México de buscar una mayor integración con EU para firmar un acuerdo migratorio tuvo un problema de origen que no se consideró: que en EU este tema no depende de alianzas entre presidentes porque es un asunto de política interna.
Para Gustavo Iruegas, quien fue subsecretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Fox, pensar en una integración económica entre México y Estados Unidos es una utopía por la sencilla razón de que no son sociedades homogéneas.
El diplomático pone como ejemplo el caso de la Unión Europea, cuyos países tienen en su mayoría sociedades de clase media. Entre EU y México no es posible porque en este último la clase media constituye sólo el 20% de la sociedad y el resto pertenece a la clase pobre.
Con respecto a la idea que han planteado algunos políticos mexicanos en el sentido de que EU debe ayudar a México para facilitar la integración entre ambos, Ayón cree que no tiene futuro. “Pensar que Washington ayudará a México tal como lo hizo la Unión Europea con España para facilitar su ingreso a este grupo, es poco realista. Yo creo que se tendría que empezar por fijarse metas más modestas, sobre todo partiendo de la base de que la ayuda que se proporciona ahora es sumamente limitada.
Ayón precisa que, según la Agencia de Desarrollo Internacional, la ayuda que prestó EU a México en 2004 ascendió a sólo 30 millones de dólares, cifra que no representa casi nada, sobre todo si se considera que el presupuesto anual para este concepto fue en ese año de alrededor de 17,000 millones de dólares.
Retos
Para Velasco, difícilmente durante la Administración foxista se podrán reparar los errores cometidos en política externa. “Habrá que esperar al cambio de gobierno”, dice.
A su juicio, el nuevo presidente debe volver a conservar una sana distancia con EU, actuar con firmeza en los casos que se amerite y plantearse metas más realistas en el tema migratorio. Debe también tratar de acercarse a América Latina.
Según Ayón, uno de los retos más importantes que se avecinan es el de la inminente transición que habrá en Cuba. “Tanto México como EU tienen que dialogar y prepararse para saber cómo actuarán cuando llegue el momento en que Castro ya no esté. De lo contrario, si no tienen un acuerdo previo, es una bomba de tiempo que podría dañar mucho la relación bilateral”.
Hay que recordar que Cuba y México aún arrastran las secuelas de la grave crisis que sacudió sus relaciones en 2004, desatada por el cambio de voto mexicano sobre la situación de los derechos humanos en la isla caribeña, en la comisión de la ONU en Ginebra.