Las multinacionales usan al país asiático como estación de montaje y no de producción
La nueva cadena de fabricación global hace que se agigante erróneamente su imagen de amenaza comercial
Casi el 60% de las exportaciones de este país es controlado por compañías extranjeras
Algunos expertos dicen que sería mejor que la etiqueta de procedencia dijera "armado en China"
SHENZHEN, China (The New York Times).- Cientos de trabajadores en una fábrica de Hitachi de propiedad japonesa, que ocupa una gran extensión de terreno, están convirtiendo placas de vidrio y aluminio en discos de computación brillosos y envolviéndolos en papel metálico. Los productos irán a los Estados Unidos, donde llegarán junto con miles de millones de ítem que llevan la leyenda made in China. Pero en estos tiempos, a menudo made in China quiere decir algo producido principalmente por compañías multinacionales en Japón, Corea del Sur, Taiwan y Estados Unidos, que usan a China como estación de montaje final en sus vastas redes mundiales de producción.
Los analistas dicen que esta cadena de producción global en evolución, que por lo general le pone la etiqueta de procedencia en el lugar donde se hace el último paso del armado, está distorsionando de modo creciente las cifras globales de comercio y tiene el efecto de hacer parecer a China como una mayor amenaza comercial de lo que realmente es. Ese tipo de distorsión probablemente aparezca nuevamente el 10 de febrero, cuando el departamento de Comercio anuncie el déficit comercial de EE.UU. con China. De acuerdo con muchas estimaciones, creció al nivel récord de US$ 200.000 millones el año último. Puede parecer que China es la más beneficiada por el comercio. Pero en general, los consumidores de los Estados Unidos y otras economías avanzadas se cuentan entre los grandes ganadores, como resultado del desplazamiento de la producción final de juguetes, ropa, artefactos electrónicos y otros productos de países asiáticos a China, que es más barata.
Las corporaciones multinacionales estadounidenses y otras compañías extranjeras, incluidas las cadenas minoristas, son las manos en gran medida invisibles que se encuentran detrás de las fábricas que lanzan al mercado estos productos baratos, y son las que se quedan con la mayor parte de las ganancias del comercio. Yasheng Huang, profesor asociado de la Sloan School of Management del Massachusetts Institute of Technology, explicó: "Básicamente, en la década de 1990 firmas extranjeras con sede en EE.UU., Europa, Japón y el resto de Asia trasladaron sus operaciones manufactureras a China. Pero el control y, en consecuencia, las ganancias de estas operaciones quedan firmemente en manos de las firmas extranjeras. China se queda con los beneficios salariales de la globalización, pero no las ganancias de la globalización".
Los verdaderos perdedores, según parece, son en su mayoría trabajadores de bajos salarios de otros países, como los de Hitachi, que perdieron sus puestos de trabajo en Japón, junto con los de otras partes de Asia, que se vieron perjudicados cuando los empleadores reubicaron sus plantas en China. Trabajadores industriales de los Estados Unidos también se han visto perjudicados.
Las exportaciones asiáticas a los Estados Unidos en realidad se redujeron en los últimos 15 años. Las fábricas de Taiwan armaban antes gran parte de las computadoras del mundo: ahora se hacen en China. Trabajadores del vestido de Hong Kong antes cosían toneladas de ropa terminada; ahora lo hacen trabajadores chinos. Y plantas japonesas en un tiempo manufacturaban las marcas de aparatos domésticos electrónicos más populares, como Sony, Panasonic y Toshiba; ahora muchos de estos aparatos se embarcan en puertos chinos. De hecho, alrededor del 60 por ciento de las exportaciones de este país es controlado por compañías extranjeras, según datos de la aduana china. En categorías como partes de computadoras y artefactos electrónicos, las compañías extranjeras tienen una participación y un control aún mayores de las exportaciones, dicen los analistas.
El dominio de la técnica por parte de empresas extranjeras ha sido crítico al hacerse cada vez más complejas las cadenas de producción, en las que participan distintos países que producen componentes que confluyen en China para el armado. Este sistema puede hacer que las estadísticas globales comerciales resulten engañosas y algunos expertos dicen que sería más adecuado que la etiqueta de procedencia dijera "armado en China".
"El mayor beneficiario de todo esto es Estados Unidos", dijo Dong Tao, economista de UBS, en Hong Kong. "Una muñeca Barbie cuesta US$ 20, pero China sólo recibe 35 centavos de dólar."
Como son tantas las manos que en muchos lugares diferentes intervienen en la producción de cualquier artículo -dijo Dong-, las estadísticas comerciales no sirven de nada.
"En un mundo globalizado, las cifras comerciales bilaterales son irrelevantes", sostuvo. "La balanza comercial entre EE.UU. y China es tan irrelevante como la balanza comercial entre Nueva York y Minnesota."
La oferta de mano de obra barata china, unida a lo que se ve en general como una moneda deliberadamente subvaluada, ayudó a que llegaran al país unos US$ 465.000 millones en inversión directa extranjera entre 1995 y 2004, convirtiéndolo en uno de los destinos más calientes del mundo para el capital extranjero.
En la industria electrónica el traslado de plantas a China es explosivo. Hace una década Taiwan controlaba el mercado de componentes de computadoras y armaba en fábricas locales. Hoy compañías de Taiwan producen el 80 por ciento de los motherboards de computadoras, el 72 por ciento de las computadoras notebook y el 68 por ciento de los monitores LCD, y en China se hace la mayor parte del armado.
"Todos se han mudado a China", dice Tony Yang, ejecutivo de Aopen de Taiwan, un fabricante de computadoras y partes. "Nuestros proveedores, nuestros compradores, sus principales instalaciones de producción se han mudado. Los salarios en Taiwan son demasiado altos". También se han instalado masivamente aquí compañías japonesas y surcoreanas. Panasonic tiene 70.000 empleados trabajando en China; el mayor sitio de producción de tecnología informática de Toshiba está en Hangzou, ciudad costera situada al sur de Shanghai. Y Samsung tiene 23 fábricas, 50.000 empleados y toda su producción de notebooks en China. Su última planta de notebooks en Corea del Sur se cerró en 2005.
La migración ha dejado huellas en las estadísticas comerciales. En 1990, Japón era el mayor socio comercial de EE.UU. en el Pacífico y Asia producía el 38% de las importaciones estadounidenses. El año último, China fue el socio comercial dominante de Asia. Su comercio con los EE.UU. creció alrededor de 1200% desde 1990, al mismo tiempo que la participación de Asia en las importaciones de EE.UU. cayó al 36 por ciento.
Taller del mundo
Lo que cambió entre 1990 y 2005 es que muchos productos se abarataron a medida que China fue teniendo un rol cada vez mayor como el taller básico del mundo. Al mismo tiempo que se daba ese cambio, los países asiáticos más prósperos retuvieron e incluso expandieron su influencia en la cadena de producción global, diseñando modelos más sofisticados, haciendo componentes y encargándose del marketing y de la administración de marcas.
Así, China al mismo tiempo que tiene un superávit comercial con EE.UU. del orden de los US$ 200.000 millones, también tiene un déficit comercial con el resto de Asia del orden de los US$ 137.000 millones. Este movimiento de productos, servicios y dinero ha sido desigual. "No creo que el mundo desarrollado haya traspasado tanto de su trabajo a Asia", dijo Vincent Chan, analista de Crédit Suisse. "Los lugares que vieron desaparecer más plantas manufactureras son Hong Kong y Taiwan."
Compañías europeas y estadounidenses están trasladando más fabricación a China. Las computadoras personales Dell se hacían principalmente en los Estados Unidos. Ahora son armadas en China. Airbus está evaluando la posibilidad de construir jets de pasajeros en China, y General Motors sopesa la alternativa de exportar algunos autos que fabrica en este país. Compañías como Hitachi, aquí en Shenzhen, por lo general vienen a China por la tierra y la mano de obra barata. Miles de fábricas han creado millones de puestos de trabajo para los trabajadores chinos venidos del campo, de bajos salarios, que ganan alrededor de 75 centavos de dólar la hora. Pero hasta ahora, las compañías chinas han sido incapaces de pasar de la manufactura básica al trabajo de diseño o más allá.
Aun así, el crecimiento de China como potencia comercial mundial contrasta visiblemente con el de Japón en la década de 1980, cuando los japoneses armaban sus propias marcas, como las de Toyota, Honda y Sony. China tiene pocas marcas globales fuera de Lenovo y Haier, grandes compañías que luchan por hacer más conocidas sus marcas. Y está surgiendo una clase agresiva de empresarios locales. Yin Mingshan, 68, un multimillonario dueño del grupo Lifan, se presenta como un Henry Ford chino. "Somos los mayores exportadores de motocicletas de China", declaró. Las consignas instructivas de Yin están pintadas en la fachada de su fábrica. Buscan dar inspiración al personal, dijo, señalando una consigna que dice: "El que hace dinero en China es un ganador; el que obtiene ganancias en el extranjero es un héroe".
Traducción: Gabriel Zadunaisky