Por Tyler Cowen
The New York Times - La Nación
Los neuroeconomistas comenzaron a estudiar las emociones y las conexiones cerebrales para descubrir cómo piensan los inversores
Han demostrado que el contexto y la presentación de la información tienen influencia en las decisiones financieras.
- Probaron que, en vez de hacer un solo cálculo, el cerebro procesa los riesgos y las ganancias por separado
- Y que las personas corren riesgos innecesarios en estados de "excitación positiva"
NUEVA YORK.- Las Vegas usa luces que se apagan y prenden y campanas que suenan para crear la ilusión de un premio y alentar a correr riesgos. Las oficinas de las compañías de seguros tienen un tono más sombrío para recordarnos nuestra mortalidad. Todo experto en marketing sabe que el contexto y la presentación influyen en nuestras decisiones.
Por primera vez los economistas están estudiando estos fenómenos de manera científica. Los economistas están usando una nueva tecnología que les permite rastrear la actividad de neuronas dentro del cerebro y así estudiar como influyen las emociones en nuestras elecciones, incluyendo las elecciones económicas como en el caso de las apuestas y las inversiones.
Por ejemplo, cuando los humanos están en un "estado de excitación positiva" piensan acerca de los beneficios posibles y disfrutan con la sensación del riesgo. Todos estamos familiarizados con la excitación y el mareo que acompañan un triunfo.
Camelia Kuhnen y Brian Knutson, dos investigadores de la Stanford University, han descubierto que la gente es más proclive a correr un riesgo tonto cuando el cerebro muestra este tipo de activación.
Pero cuando la gente piensa en costos, usa otros módulos cerebrales y se vuelve más ansiosa. Actúa de modo demasiado conservador, al menos en el laboratorio. Lo que es más, la gente le teme especialmente a los riesgos ambiguos con probabilidades inciertas. Esto puede ayudar a explicar por qué tantos inversores son renuentes a investigar mercados extranjeros, aunque eso les permitiría diversificar sus carteras a bajo costo. Si algo es seguro, es que la gente no es demasiado coherente ni actúa de un modo plenamente racional al tomar decisiones. Peter L. Bossaerts, un profesor de economía del California Institute of Technology, ha descubierto que el cerebro evalúa el riesgo y las ganancias por separado, en vez de hacer un solo cálculo para establecer lo que los economistas llaman ganancias esperadas.
Los investigadores pueden ver en la pantalla la manera en que la gente compartimenta sus elecciones en distintos sectores de su cerebro. Esto puede no sonar como algo que tiene que ver con la economía, pero los neuroeconomistas parten de la idea del economista Friedrich Hayek de que los recursos son escasos dentro del cerebro y deben asignarse a usos que compiten entre sí. Se trate de la economía o el cerebro no debe esperarse que los sistemas cuando funcionan bien muestren comando y control centralizado.
Ciencia en pañales
La neuroeconomía recién comienza a desarrollarse. El primer trabajo empírico importante fue publicado en 2001 por Kevin McCabe, Daniel Houser, Lee Ryan, Vernon Smith y Theodore Trouard, todos ellos profesores de economía. (Los profesores McCabe, Houser y Smith son mis colegas en la Universidad George Mason.) Un laboratorio de neuroeconomía del California Institute of Technology, dirigido por Colin F. Camerer, un prodigio matemático y ahora profesor de economía, ha reunido el grupo más importante de investigadores interdisciplinarios. Muchos de los primeros investigadores, que estudiaron neurología además de economía, siguen dominando este campo. Los inversores están comenzando a interesarse por el potencial de estas ideas para ganar dinero. Imagínese capacitar a los operadores para dejar de lado sus emociones o probar su objetividad por adelantado con estudios del cerebro. Dispositivos futuristas podrían monitorear sus emociones en la bolsa o en una sesión de negociación y enseñarles a compensar posibles errores.
¿Los mejores operadores son los más aptos para leer la mente de los demás? ¿O está correlacionada la habilidad del operador con rasgos tales como la capacidad para calcular e ignorar la caldera de emociones humanas en la que está inmerso?
Estudios futuros podrían intentar algo más ambicioso: determinar cuando se pinchará una burbuja de precios de corto plazo. ¿La marea cambia en el mercado cuando la gente deja de sonreír, ajusta sus niveles de adrenalina o establece contacto con la vista de manera particular?
No toda la neuroeconomía se basa en estudios del cerebro con aparatos sofisticados. Andrew W. Lo, profesor de la Sloan School of Management del Massachussets Institute of Technology, aplicó técnicas similares a las del polígrafo a agentes que operan con acciones para mostrar como afectan el comportamiento del mercado la ansiedad y el temor. Medir movimientos de los ojos, que es fácil y barato, ayuda al investigador a establecer qué pasa por la mente de un sujeto. Otros investigadores han abierto los cráneos de monos para medir neuronas individuales; las neuronas de los monos se activan en proporción a la cantidad y la probabilidad de los premios.
¿Pero esto es algo que le importa a la mayoría de los economistas? ¿Son bienvenidas expresiones tales como "nucleus accumbens" -que refiere a un núcleo subcortical del cerebro asociado con la recompensa- en una profesión absorta en las tasas de interés y la oferta monetaria? Los escépticos dudan de que la neuroeconomía explique fenómenos del mundo real.
Los neuroeconomistas admiten que su emprendimiento está en pañales. Es difícil identificar los módulos cerebrales y sus roles. Aunque una parte del cerebro esté activa en un momento particular, ¿cómo se incorpora eso al método general de una persona para la toma de decisiones.
La cantidad de gente que se estudia en cualquier investigación es pequeña, aunque más no sea porque conectar una persona a un aparato cuesta US$ 500 la hora y requiere acceso a equipo costoso. Además puede tener su importancia el ambiente en el que se realizan los estudios. Quizá no se pueda equiparar las elecciones que se hacen en el piso de la bolsa de Nueva York con las decisiones que se toman estando conectado a un scanner de hospital, donde el sujeto debe estar acostado de espaldas, quedarse inmóvil y soportar un fuerte ruido mientras calcula una estrategia para realizar una operación de bolsa.
Dicho esto, la neuroeconomía avanzará a grandes pasos a medida que la tecnología permita a los investigadores identificar más regiones del cerebro y leer lo que pasa dentro del cráneo con más precisión y a costo más bajo. Es una especialidad en desarrollo de una profesión que sabe que los sentimientos humanos tienen su importancia, pero no siempre sabe qué hacer al respecto.
¿El próximo paso? Quizá la neuroeconomía debiera volcar su atención a la economía política. ¿La gente usa la misma parte de su cerebro para votar que para hacer operaciones comerciales? ¿El acto de votar está dominado por el temor, la repugnancia o quizá el deseo de lograr algo nuevo y excitante?
El autor es profesor de economía de la Universidad George Mason y es coautor del blog www.marginalrevolution.com
Traducción: Gabriel Zadunaisky