Por Joaquín Lavín Infante
El Mercurio
Está claro que no es lo mismo evaluar en una encuesta al gobierno que a la oposición. Del gobierno se evalúa su gestión concreta, cómo lo ha hecho en su función de gobernar. ¿Qué se evalúa de la oposición? ¿Si es dura o blanda? ¿Si se perfila como alternativa de gobierno? Pero aunque no sean comparables las evaluaciones, es obvio que respecto del CEP la oposición no tiene nada que celebrar.
Podrá decirse que la estrategia de Sebastián Piñera de "meterse poco" para no transformarse en "el" blanco de la Concertación, le está dando cierto resultado en lo personal, ya que le permite conservar lejos la primera opción dentro del sector. Pero el octavo lugar no es ninguna maravilla. ¿Puede celebrar los resultados? A mi juicio, no da para eso. Menos todavía si se piensa en la Alianza en su conjunto, y en que cuando llegue la hora de la elección presidencial, además de Soledad Alvear, la candidata obvia, en la banca están personas como Insulza, Eyzaguirre, y el propio Ricardo Lagos.
En términos de personajes, lo más destacado me parece la irrupción de la alcaldesa de Concepción, Jacqueline van Rysselberghe, que si bien tiene un nivel de respaldo más bajo que Piñera, también tiene una menor tasa de rechazo -ojo, que en el mundo de hoy las elecciones no las están ganado quienes tienen más adhesión, sino quienes concitan menos rechazo-, y es la única que ha podido construir un liderazgo nacional desde regiones. Pensándolo bien, ella sí tiene derecho a celebrar este fin de semana.
Vamos más al fondo. ¿Cuál es el problema con la Alianza? No minimicemos lo ocurrido. Algo pasa que la votación de la segunda vuelta presidencial y, más todavía, el desgaste prematuro del gobierno no se manifiestan en una adhesión a la Alianza. Podrá decirse que no importa. Que a la larga, cuando llegue el momento de la votación, esas personas van a estar ahí otra vez. O que a la oposición hay que esperarla porque recién cambiaron las directivas de los partidos. O que se trata de una desafección con la política en general. Es verdad que la UDI y RN hoy día pelean mucho menos que antes, pero el hecho es que en cualquier país en que la mayoría piensa que el gobierno ha actuado "con debilidad" y "sin destreza ni habilidad", la oposición estaría ya preparándose para entrar al gobierno. En Chile no es así.
¿Qué pasa si tomamos en serio la encuesta y asumimos que los chilenos nos están diciendo algo a través de estos números? Si creemos realmente que los problemas son oportunidades, la oposición tiene un desafío grande. Lo primero, mostrar que no se trata de dos partidos, sino que de una alianza de verdad. Partamos por lo mínimo. ¿Se acuerdan de esa foto que se sacó la Concertación, con la Michelle, los ministros, los presidentes de partido y los parlamentarios, todos juntos? ¿Por qué la Alianza no puede sacarse una foto parecida, con todos juntos? ¿Por qué no parten por encerrarse todos -directivas, jefes de bancada- un fin de semana para pensar en serio sobre el futuro?
Luego de eso hay que tomar dos decisiones básicas. La primera: en los temas clave siempre habrá una postura común frente al gobierno. La segunda: un único candidato presidencial del sector elegido a través de primarias abiertas.
No puede ser que se diga: bueno, trataremos de ponernos de acuerdo, pero si no, entonces cada uno por su lado, como se señaló, por ejemplo, en el caso del sistema binominal. Al contrario, hay que hacer un cónclave interno y salir con una postura única. ¿Primarias? Por supuesto. Dos candidatos pueden sumar más que uno, pero creer que esa suma se volverá a dar en la segunda vuelta es un espejismo. La imagen de gobernabilidad y alternancia se da con un solo candidato presidencial apoyado por todos los parlamentarios. Creo que en fijar estas reglas del juego la responsabilidad mayor recae ahora en Renovación Nacional. Son ellos los que tienen al hoy más probable candidato presidencial, y por eso no deberían tenerle ningún miedo a una primaria. ¿Y para la UDI? ¿Cuál es el problema? Personas como la "Coca" Van Rysselberghe, o Pablo Longueira, o Hernán Larraín aseguran una primaria competitiva. Pero después de eso, tengamos siete meses para que todos nos juguemos por "el" candidato de la Alianza. Aprendamos unidad de la propia Concertación. Y si por alguna razón los dioses deciden que la Concertación va a ir dividida, con mayor razón tengamos un solo candidato.
¿Y por qué un tercer referente dentro de la Alianza? Porque hace falta que se incorporen personas que no se sienten de la UDI ni de RN y que estuvieron trabajando con nosotros en la segunda vuelta presidencial. Y porque esas personas pueden ayudar a que se cree un "espíritu aliancista". Mientras para nuestros líderes los proyectos individuales de cada uno de los dos partidos sigan siendo más importantes que el proyecto aliancista común, el futuro será difícil. Eso es lo que hay que cambiar.
Y por último: atreverse más a discrepar. Eso ya se está haciendo. Quizás lo que falta es contarle a la gente lo que haríamos a cambio.