Por Francisco Barradas
El Mensajero, San Francisco
SAN FRANCISCO.– “¡Que se avienten!”, incita María Teresa Aguirre, una mexicana entusiasta, quien obtuvo ya una licencia para importar alcoholes destilados a Estados Unidos.
“Por miedo a veces uno no lo hace”, advierte Martha Rivera, una salvadoreña de modales suaves, pero con corazón de guerrero, quien está a punto de inaugurar su propia empresa de limpieza.
Ambas aprenden por estos días cómo administrar un negocio. En marzo comenzaron este adiestramiento en el que han adquirido algo más que habilidades contables.
Aguirre y Rivera son alumnas del curso de manejo de pequeñas empresas que imparte la organización Alternativas para Latinas en Autosuficiencia (ALAS). Se dicen satisfechas con lo aprendido.
“Yo necesitaba saber cómo funcionan los negocios en Estados Unidos”, cuenta María Teresa Aguirre, quien vende lencería por internet. “Ahora sé cómo obtener crédito y préstamos; también he aprendido de la importancia de las relaciones públicas”.
Aguirre podría ser la primera latina en dedicarse a la importación de alcohol a Estados Unidos. “Parece que ninguna otra paisana ha obtenido una licencia como ésta… bueno, eso me comentaron cuando al fin me la concedieron”, dice con orgullo.
“Una desconoce muchas cosas”, confiesa Martha Rivera, quien desde 2002 posee licencia para brindar asistencia a ancianos. “Pero si nos esforzamos es con un propósito”, agrega. Y ahora su objetivo es manejar una empresa que brinde servicio de limpieza a otras compañías.
Rivera llegó a Estados Unidos en 1994. Dejó a ocho hijos en El Salvador. Ha trabajado lo mismo como niñera que como empleada doméstica, hasta que obtuvo la licencia para cuidar ancianos. “He recogido mucha basura; pero siempre pensaba que ese esfuerzo evitaría que a mis hijos se les ensuciara el pensamiento”.
Se le humedecen los ojos cuando platica la historia, pero Martha Rivera consiguió que todos sus hijos estudiaran. Ahora, cuando ya no tiene necesidad de enviar dinero para su manutención, ha decidido establecer un negocio propio.
“Toneladas de cosas pasan”, describe Sandra Murillo al evaluar los efectos que el curso de ALAS provoca en las alumnas. “La autoestima crece: se logra el sueño americano; las madres se convierten en un ejemplo para sus hijos…”
Murillo, quien estudió en México para ser maestra y luego la carrera de psicología, llegó a Estados Unidos hace 16 años “como una inmigrante cualquiera”. Decidida a convertirse en consultora de negocios, tomó en su momento el curso de ALAS. Hoy es la responsable de adiestrar a nuevas mujeres emprendedoras.
Comenta que muchas de las alumnas de ALAS son madres solteras. Y que el motivo principal que las anima a inscribirse es elevar su ingreso económico.
La misión de ALAS es esa, comenta Sandra Murillo: Ayudar a las mujeres de bajos ingresos a establecer un negocio propio; ofrecer asesoría financiera a nuevas empresarias, tanto para que eleven la captación de dinero como su nivel educativo.
Sus logros particulares, Murillo los enlista así: “Hoy tengo un hijo, un negocio, una casa, un perro, un pescadito…” Y, además, enseña con alegría lo que sabe, pues ha confeccionado un método entretenido que convierte la clase, a ratos, en rondas de juegos con premios que halagan la natural coquetería de sus alumnas.
En julio comenzará un nuevo curso trimestral de manejo de empresas. Las inscripciones están abiertas. ALAS posee tres locales: San Francisco, Oakland y Fruitvale. El costo del curso es de cien dólares. Las alumnas no deben tener ingresos anuales que superen los 39 mil 900 dólares.
Para más información, puede comunicarse al teléfono: 415-641-3466. O puede consultar la página de Internet: www.minegocito.org