Por Sergio Muñoz Bata
Listín Diario, Santo Domingo
Uno de los aspectos más deplorables del ascenso de Hugo Chávez a la presidencia, de su ya prolongada permanencia y de su intención de eternizarse en el puesto, ha sido la involuntaria ayuda de los partidos políticos tradicionales a su triunfo en 1998 y la posterior irracionalidad con que se ha conducido el conjunto de agrupaciones que forman el bloque de oposición torpemente apoyada por Estados Unidos.
Sin la corrupción, la ineficacia y la displicencia de los partidos de siempre el mensaje de Chávez a la ciudadanía no habría tenido eco; sin los horrores tácticos de la oposición y los errores estratégicos de Estados Unidos, Chávez no tendría el dominio que hoy tiene de las instituciones políticas del país.
La historia empieza a cambiar a finales de abril, cuando Teodoro Petkoff, reconocido icono de la izquierda latinoamericana, anuncia su intención de lanzar su candidatura a la presidencia y saca de su letargo a la ciudadanía recordándole que aún con todo el aceitado aparato gubernamental, Chávez no es invencible. Un poco más tarde el gobernador del Zulia, Manuel Rosales y Julio Borges, el joven dirigente de Primero Justicia le añaden credibilidad al esfuerzo lanzando también sus candidaturas.
Súmate, un grupo ciudadano cuya legítima asociación al National Endowment for Democracy sólo ha servido para que, con su astucia Chávez los deslegitime, plantea la celebración de una elección primaria para escoger un candidato único de la oposición.
Petkoff rechaza la idea aduciendo, con razón, que la desilusión ciudadana y la premura de los tiempos auguraban una baja participación que terminaría fomentando el abstencionismo. Convencido de la debilidad de sus adversarios, el coronel-presidente ya había amenazado con promover una nueva reforma constitucional que le permitiera más reelecciones si la oposición no participaba en la elección de diciembre.
Petkoff propone esperar un tiempo razonable para sondear a la opinión pública y luego pedirles a los aspirantes con los índices más bajos de popularidad que renuncien a su candidatura y apoyen al que vaya adelante. A comienzos de agosto, él retira su candidatura, luego lo hace Borges y Rosales queda como virtual candidato único de la oposición. Virtual porque el popular cómico, Benjamín Rauseo, más conocido como “Er Conde del Guácharo” inscribe su candidatura en agosto,... comprometiéndose a que para noviembre, él se plegaría al candidato anti-chavista que fuera adelante en las encuestas.
Aún reconociendo que es demasiado temprano para medir los posibles alcances presidenciales del gobernador Rosales, es evidente que la elección del 3 de diciembre será más apretada de lo que se pensaba. En un tiempo récord, la oposición ha hecho pensar que es posible recuperar un poco el equilibrio político al que torpemente renunciaron al no participar en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005.
La campaña de Rosales ha empezado con un tema afortunado. A diferencia de Chávez, quien dice que buscará el voto de 6 millones de venezolanos, Rosales ha dicho que él va por los 24 millones de compatriotas que sufren la incompetencia de Chávez y a diario batallan contra la inseguridad, la corrupción, el desempleo y la falta de oportunidades reales.
Lo más importante, sin embargo, es que con su exitosa reorganización política la oposición que hasta ahora tenía que lidiar con el desprestigio de sus desaciertos: su apoyo al paro, al golpe de estado y al abstencionismo, ha empezado a legitimarse.