Por Ana Luisa Herrera
El Sentinel
Los frustrados atentados terroristas de los últimos días en Londres, que pudieron haber costado la vida a cientos de pasajeros que venían a Estados Unidos, nos vienen a mostrar una vez más que no estamos a salvo de las garras del terrorismo y que el odio visceral de extremistas musulmanes sigue tan vivo como a principios de siglo, cuando atacaron las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono.
Las autoridades londinenses tomaron cartas en el asunto y actuaron con rapidez, y en los aeropuertos norteamericanos se extremaron las medidas de seguridad. Pero ¿logrará eso evitar que sigan habiendo amenazas terroristas? ¿O tendremos que vivir por largo tiempo bajo la sombra del temor y la inseguridad?
Son interrogantes difíciles de responder; sobre todo cuando Estados Unidos se ha ganado el desprecio del resto del mundo y se ha aislado como un paria desde que inicio de forma unilateral la guerra en Irak, que ha cobrado miles de victimas y se siguen contando.
Sin embargo, en un año electoral como éste, en el que el futuro de la mayoría del Congreso (republicano) está en juego, el presidente George W. Bush no pudo evitar aprovechar el momento y, luego de visitar el Centro Nacional contra el Terrorismo en McLean, Virginia, dijo a la prensa en una de sus diatribas de trabalenguas, que "Estados Unidos está más seguro de lo que ha estado, pero todavía no se halla seguro".
Sí, señor presidente. Eso ya lo sabemos. No somos retardados como para no darnos cuenta de que "todavía" no estamos seguros. Sobre todo después de la invasión a Irak hace tres años, la consecuente muerte de miles de iraquíes y norteamericanos, de las encarnizadas batallas que se siguen dando en ese país donde las supuestas paz y democracia nunca llegaron después de sacar a Saddam Hussein, de la matanza de Haditha, los abusos en la prisión de Abu Grahib, las escalofriantes fotos que demuestran esos hechos, la premura de este gobierno en ir a la guerra contra un país que no era una amenaza, y el descuido de su verdadero enemigo: Al Qaeda.
Ahora, simplemente, estamos pagando las consecuencias. Y desgraciadamente, ni haciéndonos sacar los zapatos en el aeropuerto, botar a la basura los shampús, perfumes, cosméticos, desodorantes, refrescos, cremas o gels, se podrá evitar que siga persistiendo esas ansias virulentas de venganza de los verdaderos grupos terroristas que, si antes odiaban a Estados Unidos por el placer de odiarlo, ahora lo hacen usando válidas razones. Este gobierno les ha dado las armas con el imparable derramamiento de sangre.
¿Qué podemos hacer? Sólo mantenernos a la espera, casi como jugando a la ruleta rusa, rogando no estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
No podemos pasar por alto que hasta este momento cerca de 25,000 civiles han muerto víctimas de la violencia en Irak desde la invasión en marzo de 2003, según un estudio del Oxford Research Group y el Irak Body Count, organizaciones conformadas por académicos y pacifistas internacionales.
Y eso, el mundo no lo olvida.
¿Qué debería hacer este gobierno? Es difícil de decir. Es muy tarde y cualquier cosa que se haga será a destiempo. Enmendar los errores va a ser una tarea de titanes para la que este gobierno ha demostrado no estar preparado. Además, y por si fuera poco, existen muchos intereses personales de por medio (recordemos Halliburton, por dar sólo un ejemplo) y ha habido una corrupción rampante en los más altos niveles del gobierno. Eso no podemos olvidar.