Editorial - El Comercio
Hay que llamar la atención sobre el comportamiento del presidente Alan García, cuando el pasado lunes recibió a las autoridades de la comunidad ayacuchana de Cayara.
Con toda la emoción social que es comprensible en él, resulta sorprendente escucharlo ofertar servicios estatales como quien reparte volantes en un acto de campaña: indiscriminadamente y sin sustento técnico alguno. Bastaría con tramitar el pedido por la vía legal, asignarle los recursos para tal concepto, etc., en lugar de dar la sensación mágica de convertir instantáneamente los deseos de esa comunidad en realidad.
En lo formal, también la manera de comunicarse con sus ministros para ordenarles el "Hágase" frente a las diversas solicitudes de la comunidad, recuerda más al estilo de un Rey Sol que al de un presidente democrático que debe trabajar con sus ministros agendas preestablecidas, organizadas y orgánicas.
¿Y, más allá de eso, qué decir de las otras miles de comunidades campesinas del Perú? ¿Recibirán el mismo tratamiento? ¿Es ello económicamente viable? ¿O se trata simplemente de un tratamiento privilegiado para un grupo de significación política especial?
En cualquier caso, invocamos al cumplimiento de las formalidades gubernamentales y democráticas que deben imponerse por encima de cualquier arrebato populista. Es lo que el país espera de un presidente maduro y responsable.