Editorial - El Mercurio
La realización en Santiago de un encuentro de organizaciones para la lucha armada subversiva en Sudamérica fue autorizada por el Ministerio del Interior, en nombre de la libertad de reunión. No se observó igual criterio bajo el anterior gobierno, que impidió en 1998 la realización de una cita de organizaciones neonazis, pero es esperanzador que el actual haya vedado el ingreso al líder subversivo argentino Fernando Esteche, fijando con eso, al parecer, un criterio acerca de los límites para reuniones potencialmente atentatorias contra la normalidad democrática.
Concurrieron por invitación del Frente Manuel Rodríguez -grupo armado creado por el Partido Comunista, pero que ahora manifiesta estar escindido de él- entes guerrilleros activos del continente, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), del mismo país; el Movimiento Popular Revolucionario "Quebracho", argentino, y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, del Perú, entre otros.
Voceros del FMR han declarado no propiciar la lucha armada, pero varias de las organizaciones concurrentes están actualmente activas en ella, particularmente las de Colombia. En Chile, el extremismo de izquierda, bajo denominaciones nuevas, pero conexas, realiza periódicos atentados. Se sabe que sólo se ha descubierto una parte de las masivas internaciones de armas a fines de los años 80 por dicho movimiento, con el patrocinio de Cuba y la URSS. El resto, como lo confesó el jefe comunista Luis Corvalán en una entrevista posterior al restablecimiento de la democracia, se mantiene oculto, "por si las moscas".
La Alianza por Chile ha protestado por la autorización de este cónclave subversivo: hay un doble patrón para determinar que ciertos grupos ultras pueden reunirse al amparo de las garantías individuales, y otros no, y en este encuentro participaron personas y movimientos relacionados con atentados que costaron la vida a miembros de los partidos hoy opositores. Además, hay conciencia de que las facilidades con que contaron los subversivos antes de 1970 coadyuvaron a la crisis institucional que el país vivió después. Entonces, los esfuerzos por censurar al presidente del Senado, Salvador Allende, por su participación en OLAS, entidad destinada a coordinar a los subversivos latinoamericanos, no prosperaron, porque la DC no aportó sus votos en el Senado.
Cabe esperar que, esta vez, la misma tolerancia ante los pre-parativos de la subversión arma-da continental no tenga parecidas consecuencias.