Por Sergio Meza Salazar
Perú Liberal
Con la designación de los miembros del Consejo de Reparaciones, el gobierno aprista en cumplimiento de la Ley 28592 que crea el Plan Integral de Reparaciones (PIR), da un paso importante en el cumplimiento de las recomendaciones sugeridas por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en su Informe Final de agosto del 2003.
Dicho Consejo de Reparaciones, cuya presidencia se ha confiado a la socióloga Sofía Macher, quien también formó parte de la CVR, tiene por objeto definir el Registro Único de Victimas de la violencia ocurrida durante el periodo mayo 1980 a noviembre 2000, de acuerdo a las recomendaciones de la CVR.
Sin embargo, los ataques contra Macher no han cesado desde que el Premier oficializara su designación hace algunos días. Quienes critican su nombramiento son los mismos que durante la época del terrorismo demencial de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, no dijeron nada, ni se preocuparon por denunciar las violaciones a los derechos humanos que dichas organizaciones criminales cometían o los delitos en que incurría el Estado a través de las Fuerzas Armadas o Policiales cuando no combatían al terrorismo de manera legal. Quienes hoy critican, son los mismos que criticaron la creación de una Comisión de la Verdad, por considerarla innecesaria. Son los mismos que criticaron su composición, por considerarla ideológicamente parcializada. Son los mismos que criticaron sus conclusiones y recomendaciones, por considerarlas insulsas, mediocres, triviales. Son los mismos que creen que en el Perú no hay reconciliación pendiente, que la violencia ya pasó y hay que mirar solamente hacia delante. Son los mismos a los que les asquea el concepto “derechos humanos” y consideran que en ciertas circunstancias se debe dejar de lado la ley, hacerse de la vista gorda, y que el Estado proceda como mejor le parezca y con los medios que posea, garantizando impunidad. Son los que consideran que los derechos fundamentales son una bandera de la izquierda, que el tema no les compete, y que quienes los defienden se convierten casi en cómplices desarmados del terrorismo.
Ninguno de los que critican en estos términos a Sofía Macher y su trabajo en la promoción y defensa de los derechos humanos en las últimas dos décadas, podría considerarse a si mismo un liberal. Y ello porque la esencia del liberalismo está compuesta por un respeto irrestricto a los derechos individuales de cada persona, una sólida institucionalidad que garantice el funcionamiento de un Estado reducido y economía de mercado.
Los críticos han sido los autoritarios, los intolerantes, los que creen en el libre mercado sin que necesariamente haya libertades individuales, los que consideran que el fin justifica los medios, los que admiran a Pinochet y la forma en que gobernó, los que creen que las dictaduras de derecha son mejores que las de izquierda, los que justifican la existencia de grupos paramilitares como el Grupo Colina para luchar contra el terrorismo, los que no creen en la igualdad ante la ley sino en la aplicación de la misma dependiendo de las personas y las circunstancias. Ninguno de ellos puede considerarse del lado del liberalismo, sino tal vez del lado de la rancia derecha autoritaria.
Lamentablemente los liberales no hemos estado del lado de las víctimas de la violencia política, ni en el Perú ni en la mayoría de países de América Latina y Sofía Macher, sin serlo, ha cumplido el rol que a cualquiera de nosotros nos hubiera gustado tener y lo ha hecho con pasión, sabiendo que los derechos individuales de todo ser humano deben ser respetados, como todo liberal debiera de haberlo hecho.
El autor es Director de Perú Liberal