Por Beltrán Gómez Híjar
Instituto Político para la Libertad, Perú
A lo largo de la historia de la humanidad han existido muros que han separado a personas, pueblos y culturas. Los ha habido defensivos, como la Gran muralla china, construida para defenderse de los hunos y de los ataques de los pueblos nómades del norte; el muro de Adriano que sirvió de protección al Imperio Romano; o las murallas de las ciudades costeras de la América colonial, construidas para defenderse de los ataques piratas; y recientemente tenemos, entre otros, los casi 200 kilómetros de alambre electrificado y planchas de acero que se extiende a lo largo de la frontera iraquí-kuwaití, producto del primer conflicto en el Golfo de 1991. Otros son los muros ideológicos – políticos, como el Muro de Berlín, símbolo de la Guerra Fría; la línea divisoria de Corea, constituida por campos minados, alambradas y bunkers, es un rezago de la lucha entre el mundo capitalista y comunista de la pos guerra.
Los últimos tiempos han sido prolíficos en la construcción de un nuevo tipo de muro: los anti inmigrantes, entre los cuales se destaca el de Botzwana con medio millar de kilómetros y cuya excusa es evitar el paso de ganado con aftosa proveniente de Zimbawe. Otro es el caso de las murallas que rodean a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, enclavadas en Marruecos, y financiadas por la Unión Europea y con la colaboración del propio gobierno marroquí (el cual ha construido un enorme y profundo foso a las afueras de Ceuta); las cuales son un vestigio del antiguo poder colonial español convertidas en ciudades – salvavidas para cientos de desesperanzados africanos del norte.
Ahora en tierras americanas se levantará en breve un doble muro de alrededor de 1 100 kilómetros a lo largo de la frontera entre USA y México. ¿Quién lo construirá? El gobierno de George Bush. ¿Con qué finalidad? Frenar la entrada de inmigrantes ilegales y terroristas por su frontera sur. ¿Tiene sentido ello? Poco, pues es sabido que más de las dos terceras partes de los inmigrantes que se quedan de ilegal en tierra norteamericana llegan ahí por aire, al igual que los terroristas. Si es así ¿entonces por qué el muro?
Los argumentos a favor del muro esgrimidos por los políticos norteamericanos responsables de tamaña decisión carecen de solidez técnica, pero son electoralmente efectivos. Ad portas de una elección en la cual la cámara de representantes puede dejar de tener una mayoría republicana, asusta a los halcones del partido de gobierno peder el dominio parlamentario, y no se les ha ocurrido mejor idea para aumentar su caudal electoral que levantar un muro en la frontera sur. Sin embargo, las preguntas de fondo deben salir a la luz y plantearse en el debate público: ¿USA ya no necesita inmigrantes? ¿O no necesita inmigrantes latinoamericanos? Recordemos que los europeos del este llegan por aire atravesando el atlántico. ¿Son realmente un peligro los vecinos del sur para la cultura norteamericana? Preguntemos a Samuel Huntington, o mejor aún, a los millones de norteamericanos que han alojado en sus neighborhood a los latinos. ¿Podría avanzar la economía de USA y hacerle la competencia a la India y a China sin los cientos de miles de nuevos trabajadores que llegan del sur? Preguntemos a los empresarios. ¿Se salvará USA del ingreso de terroristas por la frontera mexicana? Preguntemos a los cientos de terroristas que entran no sólo a USA, sino también a Europa con una facilidad realmente envidiable para cualquier latinoamericano o africano.
Y ahora pasemos al lado sur ¿por qué los latinoamericanos emigran al norte? Hablemos con los millones de latinos desempleados y con los cientos de miles de profesionales subempleados de la región americana de habla hispana. La emigración del sur hacia el norte es por trabajo y oportunidades reales de desarrollo personal, al igual que lo fue la emigración transatlántica de este a oeste de los siglos XVIII, XIX y principios del XX. El punto central es trabajo y libertad. Y por ahí debemos empezar a discutir.
Toda sociedad necesita de individuos que trabajen, y estos deben hacerlo para vivir. Pero no siempre el sistema del trabajo fue igual. Las antiguas sociedades, desde la egipcia hasta la inca, pasando por la griega y romana, resolvieron el problema mediante la utilización de los esclavos y, de esta manera, dejar al hombre libre para que se ocupe de las tareas más nobles, como el filosofar o administrar. En la edad media el trabajo se distribuyó de manera desigual en la jerarquía social, creándose sociedades donde unos pocos gozaban de los frutos del trabajo de los muchos. Antes de la era moderna, el hombre trabajaba obligado por una presión exterior, llámese rey, emperador o inca.
Sin embargo, a partir de la era moderna, el hombre al convertirse en individuo gracias a la revolución liberal, empezó a ver el trabajo como un medio para su autorrealización. Ya no tenía que trabajar de manera forzada en un campo que no era de su agrado. Si nacía hijo de carpintero, no estaba ya condenado a trabajar la madera, podía ser lo que quisiera, trabajar en lo que deseara y donde pudiera. La compulsión externa desaparece y nace la compulsión interna por el trabajo, mucho más eficaz y eficiente para desarrollar las sociedades, pues esta última se convierte en un catalizador de la iniciativa, la creatividad y la responsabilidad. Nuestras sociedades actuales son fruto del encauzamiento de las energías y potencialidades del hombre libre hacia el trabajo libre. El desarrollo de las grandes sociedades capitalistas no hubiese sido posible sólo con la presencia del vapor y demás inventos de la revolución industrial: era necesario el afán de trabajo del individuo, esa nueva especie sobre la tierra.
¿Y qué hace ahora USA levantando un muro? ¿Acaso no es este un país producto de la inmigración? ¿Acaso no fue la ambición personal y los deseos sanos de progreso individual los que convirtieron al extenso territorio de Norteamérica en la potencia mundial que es ahora? ¿Quiénes fueron los primeros inmigrantes de este vasto territorio? Ingleses. Luego irlandeses, holandeses, italianos, franceses, polacos y demás ciudadanos de la vieja Europa, todos ellos buscando un porvenir venturoso para ellos y su descendencia ¿Acaso a los indios apache, cheyenne, cherokee, comanche, navajo, sioux y otros, se les ocurrió levantar un muro de contención? El gobierno norteamericano argumenta ahora que el muro detendrá no sólo a los “espalda mojadas”, sino también a los terroristas que provocan destrucción y muerte. ¿Y qué hicieron los inmigrantes europeos con los indios norteamericanos? Devastación de su cultura, desaparición de sus pueblos y tribus. Y estos indios jamás levantaron un muro.
Todos estamos de acuerdo en el objetivo de frenar y desaparecer el terrorismo, de evitar más muerte y defender la vida; así como desaparecer la pobreza de la faz de la tierra. Pero debemos cuidar de no atravesar la línea que separa la sensatez con la irreflexión. Todo muro no hace más que ahondar en los aspectos primarios de la psicología humana, como son el miedo y el rechazo al otro, al extraño, a lo desconocido; todo ello aprovechado por las más feroces dictaduras fascistas y nacionalistas que el mundo haya visto. Los muros provocan el separatismo, promueven la aparición de grupos xenofóbicos, ataca los principios fundamentales del liberalismo como son la libertad y la tolerancia.
El inmigrante ha sido siempre analizado en su relación con el Estado o desde el Estado, no en relación con su propio anhelo de autodeterminación. Debemos ver en toda ley migratoria la noción de justicia antes que el aspecto de legalidad; observar su correcta ejecución; evitar la discriminación y segregación; y velar por los derechos, y no sólo quedarse en los deberes de los inmigrantes. El gobierno norteamericano ha visto este problema desde el punto de vista estatal, corporativo; no desde una visión del individuo. El muro lo único que va a hacer es convertir a Latinoamérica en un enorme ghetto, en el cual se encierra a los no deseados, como lo hicieron los nazis en las ciudades alemanas antes y durante la gran guerra. Para el norteamericano común el mensaje será “Esto es el mundo real, libre y próspero; pasando el muro está el ghetto, con su pobreza, los no deseados, los diferentes.”
Una de las grandes ideas defendidas por los primeros liberales olvidadas por todos es la libre determinación de ciudadanía, derecho mediante el cual el hombre libre puede decidir qué nacionalidad adoptar, al margen de la zona geográfica donde haya nacido o de la sangre heredada. Debemos poner nuevamente sobre la agenda internacional este derecho olvidado misteriosamente, pues sólo el hombre y no una entelequia como el Estado, puede y debe determinar quiénes somos o queremos ser.
El autor es politólogo peruano y Director del Instituto Político para la Libertad de Perú.