Por Guillermo Arosemena Arosemena
El Expreso de Guayaquil
En la última edición de la influyente revista Foreign Policy hay un artículo titulado El continente perdido; comienza mencionando que América Latina es incapaz de competir en el escenario mundial; su importancia internacional va declinando y cuando hace noticias, estas se refieren al populismo que se encuentra plagado en la región. Para el autor, lo que une a los países latinoamericanos son los mediocres y prolongados resultados económicos, y el deterioro de las formas tradicionales de organización política, incluyendo los partidos.
En el extenso análisis, el escritor demuestra cómo la región en mención ha venido perdiendo importancia en el mundo, tomando como referencia el período 1970-2005 y para probarlo usa dos variables: las exportaciones con relación al producto interno bruto, disminuyeron de 5% a 3,5%, a pesar de que los precios de los productos primarios se ubicaron en precios históricamente altos; la inversión extranjera en relación a la inversión extranjera en todo el mundo, descendió de 9% a 3%.
La falta de capacidad de los gobernantes para hacer crecer las economías y el nivel de vida de nuestra región, no se inició hace 35 años, ha sido la constante desde que las repúblicas se independizaron de España. Al terminar el año 2000, el Banco Interamericano de Desarrollo publicó el libro Progreso, Pobreza y Exclusión, para evaluar los resultados del siglo XX y también fueron desconcertantes; durante ese período, la participación de América Latina en relación a la economía mundial había disminuido en todas las variables: producto interno bruto, exportaciones, inversión extranjera, etc. Si revisamos la extraordinaria investigación de Angus Maddison y retrocedemos a 1820, vemos que la situación de ese año y el de 1900, fueron similares.
En el siglo XIX, también perdimos importancia. Si la conducta de la sociedad latinoamericana ha sido la misma en los últimos dos siglos y parece que no cambiará en el actual, es señal de que algo muy malo existe en nuestra cultura y nuestros genes. Esto explica los resultados de las innumerables investigaciones que se han hecho sobre la importancia de la cultura en el crecimiento económico.
El fracaso económico crónico durante siglos no es culpa de grandes potencias, ni del capitalismo, en la práctica este nunca ha existido, ni la democracia. El fracaso tiene raíces culturales y de institucionalidad; nuestra región ha sido incapaz de progresar al ritmo de otras regiones. Cambio tiene que ver con innovación, está con investigación y la última con curiosidad. Ninguna de esas características se identifican con el latinoamericano.
Ecuador es un ejemplo de país recalcitrante: estamos en contra de todo lo que significa progreso, nos aferramos a teorías obsoletas y criticamos sin fundamento el sistema económico que ha sido el único capaz de probar estar equivocada la afirmación de Malthus de que el mundo desaparecería debido a la hambruna producida por el exceso de gente y el poco rendimiento de la tierra.
Ese hubiera sido el futuro de la humanidad de no haberse creado el capitalismo. Con el feudalismo, mercantilismo, socialismo o comunismo, jamás hubiéramos alcanzado los niveles de productividad que el mundo disfruta actualmente, ni disminuido el número de muertes al nacer, aumentado la esperanza de vida, incrementado el número de ciencias exactas que han hecho posible mejorar el nivel de vida, etc.
Durante los años de 1000 a 1800, en que los sistemas económicos feudalismo y mercantilismo se imponían, el ingreso promedio por habitante aumentó apenas 100%, pero a partir de 1800, con el nacimiento del sistema capitalista o libre mercado, hubo una explosión de nuevas ideas en lo político, económico, legal y tecnológico, lo que creó las bases para aumentar el ingreso a niveles sin precedentes, más de 17 veces.
¿Qué hubiera sucedido a la humanidad, si los países hubieran continuado con el feudalismo o mercantilismo, causante de la mayoritaria pobreza en que vivía la gente, o a fines del siglo XIX desaparecido el capitalismo e impuesto el socialismo?
En el mundo precapitalista no existía suficiente producción agrícola e industrial, era marginal y la población crecía, a pesar de las plagas que se presentaban periódicamente, matando a decenas de millones de personas. El consumo igualmente era insuficiente, así como la distribución de bienes y servicios.
El cambio era esporádico, por no haber incentivo a la creatividad, esencial en el proceso innovador. Para producir se usaba la fuerza humana y animal; la falta de conocimientos impedía el desarrollo tecnológico. Por haber escasez de todo, se afirmaba que la economía era la ciencia del pesimismo. En ese entorno, no había historias de éxito o prosperidad, no podía haber en un mundo de escasez.
La visión apocalíptica del mundo comenzó a cambiar a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando economistas ingleses comenzaron a cuestionar el estatus quo y desarrollaron teorías revolucionarias sobre cómo manejar la economía. Una de ellas es la importancia de la especialización, para incrementar la productividad y por ende, la producción. Cuando nació el capitalismo se inició la carrera para alcanzar la prosperidad. Todos los países tuvieron la misma opción, pero no todos la aceptaron.
La plétora de inventos afectaron favorablemente la vida de la gente, por primera vez nació la clase media que se volvió altamente consumidora. Pero el capitalismo tuvo sus detractores, con pensamientos apocalípticos de que acumular riqueza no ayuda a los pobres. El mismo Adam Smith los denunció.
En 200 años, países que eran pobres, pasaron a ser ricos, pero otros optaron por seguir siendo pobres. En esta última categoría se encuentra la mayoría de las naciones latinoamericanas, incluyendo lamentablemente la nuestra.