Por Carlos Alberto Montaner
El Nuevo Herald
Madrid -- A principios de los años noventa, la profesora mexicana Carolina Bolívar, muy discretamente, fue a dar varias conferencias sobre temas económicos a la Universidad de La Habana. Su propósito no era discutir complejos asuntos técnicos, sino explicarles a los académicos cubanos las razones por las que ciertas sociedades progresaban mientras otras se estancaban o retrocedían. Tampoco se trataba de antagonizar a sus interlocutores refutando los dogmas marxistas en medio de un airado debate ideológico. Carolina, simplemente, llevaba en su equipaje un demoledor instrumento de persuasión: la serie de televisión Libertad para elegir, escrita y narrada por Milton Friedman una década antes. Como era predecible, los docentes cubanos salieron de la exhibición como si les hubieran propinado un choque eléctrico. No sólo comprendieron las causas que explicaban el enriquecimiento de Hong Kong y los otros dragones de Asia: súbitamente entendieron por qué el colectivismo y la economía planificada los había llevado a ellos y a sus familias a experimentar una miseria de alcantarilla.