Por Jeff D. Opdyke
The Wall Street Journal
Si le pregunta a mi hija de tres años qué quiere ser cuando sea grande, le contestará: "Enfermera". Si le pregunta a mi hijo, le dirá que quiere ser periodista, pese su resistencia a las tareas escolares que implican escritura.
En otras palabras, mis hijos, como un gran número de niños, quieren seguir los pasos de sus padres, al menos por ahora.
Naturalmente los padres se sienten halagados, pero la cuestión va más allá del orgullo. Después de todo, no todos tenemos una carrera que consideramos ideal para nuestros hijos. Tal vez sea porque creemos que ellos tienen habilidades para hacer algo mejor o porque prevemos que la industria en la que trabajamos se encamina a tiempos difíciles y queremos evitar que ellos pasen por dificultades. Tal vez sea porque sabemos que nuestro empleo es estresante y que las recompensas son limitadas y deseamos algo mucho mejor para ellos.
Sea lo que sea, ¿sería correcto intentar disuadirlos de seguir nuestros pasos? ¿Tenemos la responsabilidad de desalentar el interés de los hijos en nuestras carreras o sería simplemente mejor alegrarse del hecho que eligieron seguir nuestros pasos?
Si sus hijos todavía no cumplen los diez años, eso es algo que no debería quitarle el sueño.
Como padre, uno sabe bien que cambian de opinión constantemente. Pero el tema cobra mayor importancia a medida que los hijos crecen y se aproximan a la edad en la que realmente deben tomar decisiones sobre su carrera.
Hace algunos años, un amigo de la familia fundó una pequeña empresa. Cuando el negocio estaba creciendo, su hijo pasó la mayoría de sus sábados y veranos ayudándolo en la tienda. Luego, cuando se graduó de la universidad, decidió que quería seguir en el negocio con la idea de que un día tendrá que asumir las riendas. Esto no le causó mucha gracia al padre, quien asegura que es un trabajo muy agotador y de jornadas largas.
Mi amigo está seguro que su hijo tampoco se ha detenido a pensar en las exigencias administrativas que vienen con ello, como mantener la contabilidad y pagar los salarios, lo cual sólo agrega más estrés a un pequeño negocio familiar. Sin embargo, su hijo, que ya tiene veinte y tantos años, está dedicado al negocio y se niega a abandonar una carrera que, asegura, disfruta.
El hijo universiatrio de otro de mis grandes amigos, que también es periodista, quiere seguir sus pasos en el mundo de las noticias.
Mi amigo se siente muy halagado. Él ama su trabajo como periodista y asegura que su hijo tiene mucho talento en este campo. Aun así, mi amigo no está muy convencido. "Tengo serias dudas. Me parece estupendo que quiera ser un periodista y creo que tiene lo necesario para tener éxito (en el periodismo). Pero no estoy seguro de que sea el mejor camino para él", dice. Amy no podría estar más feliz con el deseo de nuestra hija de querer ser enfermera.
Aunque falta mucho para saber si ese será realmente su destino, una carrera en enfermería no sería una mala decisión. Con la población nacida después de la Segunda Guerra Mundial (conocida en Estados Unidos como baby boomers) acercándose a la edad de jubilación, lo más probable es que la demanda por enfermeras sólo crezca.
No estoy tan seguro sobre el futuro del mercado para los periodistas. Sin embargo, no he disuadido a mi hijo de sus ideas profesionales. Si ser una enfermera o un periodista es el sueño de mis hijos, ¿sofocar su pasión no sería un error peor?
La hija de 13 años de nuestro amigo Alex dice que quiere seguir los pasos de su padre, que tuvo una larga carrera en el servicio público. Ella ya habla de estudiar derecho y de "trabajar para un senador y convertir el mundo en un lugar mejor", dice Alex. "Eso está bien, pero no me importaría si decidiera trabajar en relaciones públicas como su madre o cualquier otra cosa. El punto es que uno tiene que ofrecer apoyo incondicional a sus hijos en la aventura de descubrir qué quieren hacer cuando sean grandes. Si su hijo quiere ser un chofer de camión o un peluquero, debemos respaldarlos. Lo único es que tenemos que estimularlos para que sean los mejores en la profesión que escojan".
Eso es lo que pienso respecto a mi hijo. A pesar de que dice querer ser periodista como yo, veo que mi hijo vibra con los números y los patrones en las matemáticas. Habla con entusiasmo acerca de sus clases de matemática. Tal vez tenga un pequeño profesor de matemática dentro de sí, o tal vez un banquero. Tal vez combine su pasión por los números con su deseo de escribir y su afecto hacia otros niños y escriba algún día un gran libro de texto que ayude a niños entender mejor las matemáticas.
Cualquiera sea el caso, nuestro papel como padres es ayudarlos a ver que pueden ser lo que quieran, incluso si lo único que se imaginan ahora es seguir los pasos de mamá y papá.