Por Fernando Luis Egaña
Correo del Caroní
La verdad es que esta supuesta "revolución", como dice un conocido académico: "no tiene orilla". Acaso sea el moribundo Fidel Castro, su principal beneficiario, quien más o menos la entienda. Así, por ejemplo, mientras Venezuela tiene que importar gasolina para su consumo interno, debido a los constantes desperfectos y accidentes en las refinerías que maneja la "nueva Pdvsa", el gobierno rojo-rojito acelera su programa de subsidios para el envío de gasolina barata a los Estados Unidos.
Puede que de pronto no se consiga gasolina en algunas estaciones de servicio de Maracaibo, Calabozo o Cumaná, pero el macro-subsidio a los consumidores del "imperio" abarca más de 100 millones de galones de combustible a Alaska, Minnesota, Wisconsin, Michigan, Indiana, Virginia, Maryland, Washington, Pennsylvania, Maine, Vermont, Massachusetts, Rhode Island, Connecticut, Nueva York y Delaware. Recuérdese, que mientras el ingreso anual por habitante en Venezuela no llega a los 5 mil dólares, el de Estados Unidos supera los 40 mil.
De allí lo demencial de una "política exterior" que ha despachado en los últimos años cerca 20 mil millones de dólares en todo tipo de contribuciones, ayudas y hasta regalos siempre con fines políticos, al mismo tiempo en que más de 2 millones de venezolanos están condenados a sobrevivir con la miseria de 1 dólar diario. Es decir, que luego de casi 500 mil millones de dólares de ingresos manejados por el Estado nacional, no sólo no hemos avanzado "a paso de vencedores", sino que hemos retrocedido en diversos aspectos básicos de la calidad de vida social.
La dimensión de esta inmensa oportunidad malbaratada, no podría acabar de comprenderse sin recordar que el valor de las exportaciones petroleras de Venezuela en 1998 fue de 12.295 millones de dólares, mientras que en el 2005 alcanzó la cantidad de 48.339 millones. ¡Cuatro veces más! Sin embargo, hasta el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha reconocido que nuestro país ha retrocedido en el Indice de Desarrollo Humano, del puesto 65 en 1999 al 75 en el 2005, para reponerse un tantico al 73 en el 2006.
Si Venezuela estuviera atravesando por un período de vacas flacas desde el punto de vista de los precios petroleros y, por lo tanto, del ingreso fiscal, la situación actual podría si no justificarse, por lo menos explicarse. En este sentido cómo olvidar que en muy difícil década de los años 90, el promedio de la cesta venezolana estuvo en 15 dólares el barril, y en varios años clave no pasó de 10 dólares.
Pero ese no es ni de lejos el caso de la época presente, porque resulta que ya en el 2000 ese precio promedio de la cesta petrolera nacional se colocó en 26,14 dólares, y en el 2003 se montó en 25,76 dólares, y en el 2004 ascendió a 33,13 dólares, y en el 2005 se incrementó a 45,30 dólares, y en el 2006 supera con creces los 50 dólares. En otras palabras, la mentada "revolución bolivariana" ha coincidido con una ya larga temporada de vacas gordas del mercado petrolero internacional.
¿Esa riqueza de afuera se ha multiplicado adentro? Lamentablemente no, incluso a pesar de una cierta "sensación de bienestar" producto del incremento del consumo, producto, a su vez, del gasto público y electoral a través de masivas importaciones, ¡vaya contradicción!, "made in USA". Estas realidades son tercas y, más temprano que tarde, pasan factura.