Por Roberto Heimovits
El Comercio
En los últimos 15 años, guerras y genocidios en el oeste, el noreste y sobre todo en el centro de África han cobrado millones de vidas, ante la casi total indiferencia de la opinión pública mundial. La nueva amenaza de guerra involucra a Somalia y Etiopía, dos de las naciones más pobres del mundo.
Somalia, con 8 millones de habitantes, pasó de la dictadura a la anarquía al terminar la Guerra Fría. En 1991 el dictador Siad Barre fue derrocado y el país, que sufrió una severa hambruna, se dividió entre alianzas de clanes que han combatido entre sí desde entonces.
A principios del 2006 un nuevo actor apareció en esas luchas internas: el Consejo de Cortes Islámicas de Somalia (SICC), una agrupación radical con un parecido más que superficial con el talibán que dominó Afganistán desde 1995 hasta el 2001. En junio el SICC capturó la capital, Mogadiscio, y parte del sur del país. Actualmente están tratando de ocupar la ciudad sureña de Baidoa, donde se ha retirado el gobierno de transición respaldado por las Naciones Unidas, que trata de restaurar la unidad de Somalia.
Los avances del SICC han alarmado tanto a Etiopía, que este país le ha declarado la guerra y ha enviado fuerzas militares a Somalia para combatirlo. En principio Etiopía, con sus 71 millones de habitantes, tendría las de ganar contra el SICC. Sin embargo, la situación es mucho más complicada que eso, y el potencial para una escalada a mayores enfrentamientos es significativo, porque detrás de esa lucha confluyen nada menos que cuatro conflictos distintos.
Primero está el antagonismo histórico entre Etiopía y Somalia, que se disputan importantes territorios. En segundo lugar está la lucha del extremismo islámico acaudillado por Al Qaeda contra EE.UU. y sus aliados, quienes ya estarían dando apoyo militar a Etiopía. Tercero se alza el espectro de la guerra religiosa entre Etiopía, el Estado cristiano más antiguo de África, y los islamistas radicales de la Somalia musulmana, a cuyas filas se estarían sumando cientos de voluntarios entrenados por Al Qaeda. Y en cuarto lugar está la contienda por el control geopolítico del noreste de África. Esto se expresa en la ayuda que estarían brindando al SICC las fuerzas militares de Eritrea, un Estado musulmán moderado que sostuvo una guerra mayor con Etiopía hace pocos años, y en que hasta diez países distintos estarían suministrando armas a las partes en conflicto.
Se está, entonces, ante el peligro del inicio de una de esas largas guerras que asolan África, pero con la diferencia que esta difícilmente podría ser ignorada por el mundo. Porque en el caso que finalmente el SICC se imponga y se apodere de toda Somalia, se tendría la perspectiva de un Estado islámico radical como Afganistán en la época del talibán, pero esta vez cerca de la entrada del Mar Rojo, una de las principales rutas de tránsito petrolero del globo.