Por Alberto Benegas Lynch (h)
Libertad Digital
Aunque parezca increíble, Felipe Calderón acaba de imponer precios máximos sobre las tortillas y la leche, a pesar de los estrepitosos fracasos que una y otra vez han tenido los pretendidos controles de precios. Pero como siempre se da prioridad al efecto político que genera la absurda pretensión de bajar los precios por decreto...
Como esto terminará en un completo desastre, Calderón y sus compinches se merecen una derrota completa en la primera cita electoral. ¡Y pensar que se dice que este Gobierno es de oposición a las izquierdas! A lo mejor es que pretende oponerse desde una izquierda aún más demagógica.
Siempre que se ha impuesto el control de precios se han producido los siguientes fenómenos:
1) Cuando se reduce artificialmente el precio de un producto aumenta el número de gente que quiere hacerse con él, lo cual provoca una expansión de la demanda.
2) El hecho de que aumente la demanda no significa que las estanterías se llenen del producto en cuestión; todo lo contrario: comienza a escasear. Y comienza a escasear porque aumenta el número de demandantes.
3) Entre los productores de ese bien, los hay más eficientes que otros. Cuando el precio baja por orden gubernamental, aquellos que apenas alcanzan a cubrir los costes desaparecen del mercado. Así pues, se contrae la oferta.
4) La expansión de la demanda produce escasez, y la contracción de la oferta la acentúa aún más.
5) El producto controlado arrojará márgenes operativos menores, mientras que otros bienes y servicios depararán, artificialmente, ganancias mayores. Esto desplaza recursos a las áreas menos solicitadas, con lo que hay un desperdicio de capital, lo cual hace que disminuyan los salarios y los ingresos en términos reales, ya que éstos dependen de las inversiones existentes.
6) Los mencionados errores y desequilibrios provocan la aparición de mercados negros. En éstos el precio es muy superior, ya que quienes operan en ellos deben cubrir el riesgo que corren.
En definitiva, la medida adoptada para proteger a los consumidores más débiles termina perjudicándolos, ya que no sólo no encuentran el producto, sino que la producción futura del mismo se ve comprometida.
Los burócratas intentan desviar la atención del verdadero foco del problema apuntando a los comerciantes "acaparadores", en lugar de frenar la emisión de moneda y el voluminoso gasto público, que originan tantos males.
Es interesante observar cómo los mercados libres resuelven los más variados requerimientos de los consumidores y a precios atractivos. Por ejemplo, acaba de lanzarse al mercado el Windows Vista: entre sus muchas ventajas técnicas, ofrece a los padres la posibilidad de hacer un seguimiento de la actividad de sus hijos, al efecto de que no accedan a las páginas que consideren inconvenientes.
En el pasado se trató de imponer el control de precios también en este mercado. Afortunadamente para los millones de usuarios de computadoras, la idea no prosperó. Y ahora se benefician de ello los padres.
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El autor es presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias Argentina.