Por Ivan Eland
El Instituto Independiente
Mientras la atención de los medios de comunicación ha estado concentrada en el atolladero estadounidense en Irak, una guerra igualmente fallida en Afganistán ha recibido poca cobertura. Tal como los incontables fiascos en materia de edificación de naciones del militarismo estadounidense, la expansión de la misión en Afganistán está conduciendo a otro desastre en el plano de la política exterior. Pese a que la escalada en Afganistán no ha sido anunciada públicamente, una fuente confiable con conexiones en el Pentágono me afirma que al Estado Mayor se le ha ordenado planear un incremento de fuerzas en ese país, y al Controlador del Departamento de Defensa se le ha solicitado que presupueste el dinero para el mismo. Al igual que en Irak, sin embargo, la escalada solo promete hundir más profundamente a los Estados Unidos en el pantano de la edificación de naciones.
Históricamente, las aventuras de edificación de naciones estadounidenses han seguido un patrón familiar. Una vez en el terreno, los efectivos de los EE.UU., enviados para un propósito limitado, a menudo ven expandida su misión. Esa expansión tiende a atraparlos más profundamente en la ciénaga. En el Líbano, por ejemplo, a comienzos de los años 80, la administración Reagan envió a las fuerzas estadounidenses a mantener la paz entre las facciones rivales en la guerra civil del Líbano. Una vez allí, no obstante, su misión fue expandida para entrenar, equipar, y patrullar y combatir con uno de los bandos en la guerra en contra del otro—es decir, con los cristianos en contra de los musulmanes. Los militantes musulmanes chiítas, ninguno de ellos demasiado felices con este giro de los acontecimientos, hicieron volar las barracas de los Infantes de Marina, matando a 241 miembros del personal militar estadounidense. Ronald Reagan entonces retiro a las fuerzas de los Estados Unidos del Líbano. Osama bin Laden con regularidad menciona a este episodio como un aval de su entendimiento de que a la superpotencia estadounidense podría hacérsele poner fin a una ocupación mediante ataques de “golpe y escape”.
En Somalia a principios de los años 90, la expansión de la misión causó problemas similares. Inicialmente, las fuerzas estadounidenses fueron enviadas simplemente para proteger las provisiones de ayuda humanitaria para esa nación, las que eran engullidas en un conflicto mutuamente destructivo. La misión fue luego expandida para incluir a la estabilización del país mediante la lucha contra el jefe de la milicia Mohammad Farrah Aideed. Una vez más, los Estados Unidos cayeron en la circunstancia de combatir a favor de uno de los bandos de una guerra civil. Las fuerzas de los EE.UU. fueron retiradas del país después de que 18 efectivos estadounidenses fueron asesinados y algunos de sus cadáveres fueron arrastrados por las calles.
Inicialmente en Irak, el plan de los Estados Unidos era el de decapitar al régimen de Saddam Hussein, y solamente reemplazarlo a él y a sus principales secuaces con lacayos leales a los Estados Unidos. La misión estadounidense rápidamente evolucionó en la celebración de comicios democráticos y la reconstrucción del arruinado país. A medida que se desarrolla la actual escalada estadounidense en Irak, los Estados Unidos nuevamente estarán combatiendo con una de las partes en una creciente guerra civil. Queda ya en claro que los milicianos de la mayoría chiíta están desapareciendo y no resistirán a las incrementadas fuerzas de los EE.UU.. Como resultado de ello, las tropas estadounidenses estarán combatiendo y menguando solamente a los insurgentes de la minoritaria secta sunnita. Los milicianos chiítas se proponen esperar hasta que los Estados Unidos nuevamente reduzcan su presencia de efectivos, antes de limpiar étnicamente a la debilitada secta sunnita.
En Afganistán, la ampliación de la misión ha tomado una forma ligeramente distinta. Inicialmente, el propósito de la invasión era el de capturar o matar a Osama bin Laden, a su lugarteniente principal, Ayman al–Zawahiri, y a otros importantes dirigentes de al Qaeda, y remover al gobierno talibán afgano que estaba cobijándolos. Aquellos dirigentes de al Qaeda jamás fueron capturados, porque los recursos claves de la inteligencia estadounidense y los efectivos de las Fuerzas Especiales fueron trasladados para apoyar a la invasión de Irak. A pesar de que el gobierno fue removido, la continua presencia en Afganistán de las fuerzas de los EE.UU. y la OTAN para la edificación de la nación alimentó el resurgimiento del Talibán en contra de los ocupantes extranjeros. Este invierno, no obstante el clima de Afganistán—por lo general no propicio para el combate—los ataques talibanes se han incrementado dramáticamente, y prometen elevarse a medida que las nieves de las montañas se derritan y se inicie la campaña de la primavera. La no publicitada escalada estadounidense allí está diseñada para contrarrestar esta esperada ofensiva del Talibán.
Aún peor, la mentalidad estadounidense de edificar naciones en Afganistán ha ido un paso más allá: actualmente involucra a la reducción de la producción de opio. Pero cada vez que los Estados Unidos erradican opio en esta pobre nación, incrementan la probabilidad de que los cultivadores de opio y los barones de la droga apoyen al Talibán. Además, la fallida guerra estadounidense contra las drogas eleva el precio del opio, incrementando de ese modo los ingresos disponibles para los barones de la droga con los cuales adquirir las armas del Talibán.
Así, otra escalada de los Estados Unidos en Afganistán, aún en el improbable caso de que pudiese ser sostenida simultáneamente con el aumento de las fuerzas de los EE.UU. en Irak, fracasará, en virtud de que la política estadounidense está alimentando a la misma insurgencia del Talibán a la que una mayor fuerza de los EE.UU. está allí para combatir, y porque el gobierno de los Estados Unidos ha perdido de vista a la misión original: neutralizar a la conducción principal de al Qaeda.
Traducido por Gabriel Gasave
Ivan Eland es Asociado Senior y Director del Centro Para la Paz y la Libertad en The Independent Institute en Oakland, California, y autor de los libros The Empire Has No Clothes, y Putting “Defense” Back into U.S. Defense Policy.