Por Ricardo Reilly Salaverri
El País, Montevideo
Un día un grupo de extremistas, dispuestos a cometer los peores crímenes en nombre del socialismo y la igualdad, se organizaron hasta que -traicionando a su patria, Rusia, enfrentada en la Primera Guerra Mundial con Alemania- se hicieron del poder. Llegaron a él de forma brutal y se apropiaron de vida y haciendas de los ciudadanos rusos primero y de los de lo que sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas después.
Principio rector de la aventura sangrienta y revolucionaria, era el mismo de todos los sátrapas que se han hecho del poder absoluto: el fin justifica los medios.
El modelo sirvió para anexar satélites europeos, mediante la imposición de oligarquías burocráticas adictas a Moscú, para iluminar con su ejemplo a China continental y a tiranosaurios como Fidel Castro, ilustrando con casos notorios; y sirvió también para pactar la no agresión con Hitler y el nazismo hasta que la verdad revelada del histriónico y brutal déspota, se transformó en traición y los "panzers" avanzaron sobre Moscú.
En todas las experiencias leninista-stalinistas la violación de los derechos humanos fue consigna primera y los soviéticos se retiraron del escenario histórico con 60.000.000 y los maoístas con 70.000.000 de víctimas. Para terminar retornando un día al reconocimiento de la iniciativa privada, el respeto del derecho de propiedad y las bondades de la economía de mercado. Principios que inexorablemente terminan por evolucionar hacia el reconocimiento de la democracia política.
Esta realidad antigua es entre nosotros contemporánea.
El Frente Amplio se promovió por el partido comunista, tan autóctono como "el dengue", en el marco de la expansión del imperio soviético y de su seno partieron ataques desmesurados contra la democracia nacional.
Y ayer, al igual que hoy, buena parte del conglomerado gobernante, no ha visto en las instituciones liberales más que un instrumento para alcanzar el gobierno y para invadir todos los resquicios de la libertad.
Una de sus expresiones más visibles es la actual política laboral, que pone el Estado al servicio de un grupo de militantes confesos de la causa sucumbida universalmente. Desconociendo el derecho de propiedad, en términos en que no lo hace ningún régimen sensato y republicano en los tiempos que corren. Y, entre otras muchas cosas, es perla del rosario la última ley de tercerizaciones, expresión de una intención fundamentalista que parte de las actuales autoridades del Banco de Previsión Social.
En todo prevalece el ataque desembozado contra lo privado, recinto primero y último de la libertad individual y familiar.
Y, con matices, pero dentro de la línea señalada, se ubican también los actos de los llamados frentistas moderados, que a través de medidas como la reforma tributaria no respetan ni salarios, ni jubilaciones.
Proyectan y buscan apropiarse de la información de las tarjetas de crédito, atacan al secreto bancario, a la intimidad de las personas respecto de su vida íntima, guiados por la intención de igualar hacia abajo, patrón de conducta y auténtico rector de aquellas políticas que el mundo libre hace tiempo ha abandonado.
Detrás de los fuegos artificiales de un gobierno improvisado, que vive en un tiempo de bonanza sin par merced a méritos que no son propios, la ciudadanía libre debe organizarse y enfrentar con convicción y conciencia, la práctica del populismo con dádivas públicas, y el avasallamiento de la libertad y la intimidad de la gente.
El gobierno es nostálgico de las inspiraciones de raíz transpersonalista y totalitaria, que dieron nacimiento a la vanguardia frentista.