Por Alberto Benegas Lynch (h)
El País
En Ecuador, el nuevo gobierno está estudiando la posibilidad de intensificar su esquema jubilatorio, mal llamado de "seguridad social". Claro que no es el único caso en el que se implanta un régimen estatal y obligatorio.
¿En base a que principio se utiliza a la gente como si fueran animalitos que no pueden decidir qué harán con el fruto de su trabajo?
Nos hemos acostumbrado a que nos "retengan" ciertos montos en los lugares en donde trabajamos para destinarlo a lugares que no hubiéramos elegido de no haber mediado la imposición estatal. No hemos entendido aún que lo que percibimos debe considerarse sagrado y que nadie debería poder utilizarlo contra nuestra voluntad y menos argumentando que es "para nuestro bien" como si fuéramos infradotados.
En realidad no queremos tutores ni malas nodrizas, sino gobernantes que ofrezcan seguridad y justicia (que es lo que habitualmente no brindan). No se necesita ser un experto en matemática financiera para darse cuenta de las estafas fenomenales de que son objeto los jubilados por parte del estado. Cualquiera puede calcular a interés compuesto cuánto debería percibir y compararlo con las migajas que recibe mensualmente.
Y el tema no es porfiar en que lo que se necesita es imponer un sistema estatal "sano". De lo que se trata es de contar con un sistema de hombres libres y que cada uno puede elegir dónde colocará sus recursos. A veces frívolamente se afirma la estupidez de que si el aparato de la fuerza (que habitualmente llamamos gobierno) no obliga a los aportes, la gente deambulará por las calles sin protección alguna. Esto subestima enormemente a las personas. Hoy muchos deambulan por las calles debido, precisamente, a los reiterados y persistentes manotazos estatales.
Además, si la gente es tan irresponsable habría que destinar un policía para vigilar que cada uno que cobre su jubilación no la gaste en el bar. Más bien habría que destinar controladores a la irresponsabilidad gubernamental para que no se esquilme a la gente con las fechorías del poder.
En la Argentina de antaño, los inmigrantes proveían para su vejez invirtiendo en propiedades inmobiliarias hasta que el régimen fascista de los años cuarenta implantó otra "conquista social": el congelamiento de alquileres y la prohibición de desalojos, lo cual destrozó todo el mercado inmobiliario y aniquiló ahorros.
Estos sistemas de "seguridad social" son en verdad una enorme y perversa inseguridad antisocial. Piénsese en las quiebras ocultas de estos sistemas a medida que la población va envejeciendo y de tanta "conquista social" la gente joven huye del país en busca de horizontes más estimulantes.
A esta situación súmensele las pesadas burocracias y mírese cuantos quedan para trabajar productivamente al efecto de mantener tanta carga y dígase honestamente cuanto tiempo puede sobrevivir una situación así.
Si los gobiernos, en lugar de patear por uno de los equipos se mantienen en su condición de árbitros y dejan de ser "juez y parte", se colocarían ahorros en instituciones competitivas según lo que la gente requiera. Es muy necio concebir la sociedad como un inmenso círculo en el que cada uno tiene las manos en los bolsillos de los demás.
¿No se le encoge el corazón a cualquier persona de sentimientos nobles cuando comprueba la existencia miserable de tantos que han sido engañados de la manera más vil... y en nombre de "los pobres"?