Por Clemente Haro
El Expreso de Guayaquil
Ya no puede quedar duda acerca de la toma de todos los poderes por parte del Presidente de la República, toma que en buen romance no tiene otro nombre que dictadura. Y lo ha hecho usando como instrumento a un cuarteto en medio de los cuales ronda el estigma del Iscariote.
Con el pretexto de que se obstaba la realización de la consulta, en un hecho inaudito, sin antecedentes en la agitada vida política del país, ese cuarteto destituyó a 57 diputados, simplemente porque sustituyeron, cierto que inconstitucionalmente, a uno de sus miembros.
Se persiguió a todos cuantos se opusieron de cualquier manera a la aprobación de la consulta popular, violando disposiciones expresas de la Constitución respecto de los derechos del ciudadano y de las garantías políticas.
Se descalificó de la manera más grave e insultante a los partidos políticos, llamándolos mafias y a la prensa nacional calificándola de mafiosa y de sirviente de las mafias, entes criminales que, en su versión más característica fueron traficantes de drogas prohibidas. Se calificó de partidocracia corrupta a los partidos políticos, mientras forman el coro del régimen partidos como la ID, el PRE, el MPD y otros que han demostrado su incondicionalidad con el estilo atrabiliario e irrespetuoso de las normas legales que ha puesto en ejercicio el Gobierno Nacional.
Y, luego como colofón del autoritarismo, desviado ya hacia una dictadura, ha desechado las resoluciones últimas del Tribunal Constitucional, respecto de la situación de los diputados destituidos por los amigos del trato, sosteniendo que había concluido, en enero, el período para el que sus miembros fueron elegidos, mientras no solamente aceptó sino que recibió complacido las resoluciones de ese mismo Tribunal, adoptadas en abril, respecto de la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores y de la Academia Diplomática y se destituye a los vocales del TC por una simple resolución del Congreso Nacional, para llamar de alguna manera a esa reunión de sustitutos, en cuya cola ha formado la ID, como consecuencia del posible nombramiento de su dirigente histórico para un cargo en la Suboea que impulsa el teniente coronel Chávez.
Como efecto del desacato a la resolución del TC, el Presidente manifestó que la fuerza pública debía detener a los diputados que pretendieran la alteración del orden e inmediatamente, uno de aquellos agentes con alto cargo, ha presentado una demanda acusando a esos diputados de sedición y otro de menor jerarquía ha solicitado su prisión preventiva. Pero, con una actitud tan claramente demagógica, el Presidente ha pedido que se retire esa demanda, asumiendo el antiguo lavatorio de manos.
En tanto, varios diputados, de los que han sido señalados como sediciosos se han puesto a buen recaudo para evitar ser detenidos. Es comprensible que lo hayan hecho las damas legisladoras, pero los hombres tenían que quedarse en el país, dando la cara y luchando por el retorno de las garantías políticas y la libertad, pues las representaciones de una función tan importante como el Congreso, no solo pueden ostentarse para recibir honores y privilegios, sino para cumplir deberes, aunque fueran duros y difíciles, que una actitud así, reivindicaría a una función que ha caído muy bajo, precisamente, por la falta de hombría de casi todos sus integrantes. Han hecho bien, entonces, en resolver su retorno después de alertar a la comunidad internacional acerca de lo que ocurre en Ecuador.
El Presidente ha pedido que se retire la demanda, no porque considere que es un acto impropio, indebido y perverso, sino porque, como lo ha dicho, es inconveniente porque se victimizaría a los perseguidos, demostrando con estas frases que no se mantienen las normas, sino que se actúa para favorecer los intereses del régimen y, sobre todo, sus afanes cesaristas.
Ya nadie puede negar la realidad que vivimos y, como hay muchos que la celestinean, en los organismos públicos o fuera de ellos, se contemplará sin alarma alguna, cómo se pervierte el proceso para la elección de los Asambleístas, persiguiendo a los candidatos que no mueven el incensario ante el ídolo, regateando las franjas publicitarias, azuzando al Tribunal espurio para que descalifique e imponga sanciones a todos los ciudadanos que no se hallen en la encartada, para conseguir así una mayoría constituyente al servicio de los despropósitos del régimen.´