Por Andrés Oppenheimer
El Nuevo Herald
Para un hombre que acababa de sufrir un desplante del ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, y que estaba pasando una de sus peores crisis políticas, el presidente de Colombia Alvaro Uribe parecía bastante confiado durante una entrevista que le hice pocas horas atrás. Quizás, demasiado confiado para el bien de Colombia.
Uribe, que está siendo objeto de acusaciones de un legislador de oposición de que su familia habría tenido vínculos con paramilitares, había dado a conocer pocas horas antes de su visita a Estados Unidos que Gore había declinado participar de en un foro sobre el medio ambiente en el que ambos debían hablar el viernes en Miami.
Según dijo Uribe en un discurso antes de salir de viaje, Gore le había anunciado a los organizadores de la conferencia de la revista Poder que no aparecería en el mismo evento que Uribe hasta tanto se aclarasen las alegaciones contra el presidente colombiano. La decisión de Gore estaba causando un serio daño a Colombia, en momentos en que el país está tratando de lograr que el congreso norteamericano firme un Tratado de Libre Comercio con Colombia, y levante una retención de fondos de $55 millones en ayuda militar, dijo Uribe en su discurso al país.
¿Por qué dio a conocer el plantón de Gore?, le pregunté a Uribe en una entrevista de 40 minutos. Podría haber ignorado el hecho, y el asunto jamás hubiera saltado a las primeras planas. Como mucho, habría salido enterrado en las columnas políticas, como un rumor no confirmado, le señalé por pura curiosidad.
''La norma de nuestro gobierno ha sido tomar la iniciativa para afrontar dificultades'', respondió Uribe.
En efecto, Uribe usó el desplante de Gore para lanzar una contraofensiva. Invitó a Gore a examinar los recientes éxitos de Colombia en la reducción de la violencia, y lo que calificó como los éxitos de su país en el combate al paramilitarismo de derecha.
Por primera vez, los asesinatos masivos de los grupos paramilitares han cesado, y hoy los líderes paramilitares están en la carcel, dijo Uribe.
Los asesinatos de líderes sindicales en Colombia se han reducido de 126 por año cuando llegó al poder en el 2002, a 25 el año pasado, y la mayoría de estos últimos resultaron de luchas internas entre grupos guerrilleros de izquierda, señaló. Los asesinatos de periodistas bajaron de 15 por año en el 2002 a ninguno hasta ahora este año, agregó.
En general, la tasa de homicidios en Colombia cayó dramáticamente de 68 personas por 100,000 habitantes en el 2002, a 38 personas por 100,000 habitantes el año pasado, afirmó.
''Bogotá ya es una de las ciudades más seguras del mundo, mucho más segura que Washington D.C.,'' agregó. ``Y en Colombia no hay mentiras sobre cifras: Colombia es un país abierto a la observación internacional. Las cifras nuestras son cotejadas con Naciones Unidas``.
Bueno, ¿pero por qué no han extraditado a uno sólo de los cinco líderes paramilitares que estan en prisión?, pregunté. Uribe dijo que un líder paramilitar recientemente capturado, identificado como ''H'' podría ser extraditado ``en un horizonte cercano``.
Hacia el final de la entrevista, le pregunté a Uribe -que goza de una popularidad de cerca del 70 por ciento en su país- si estaría dispuesto a decir que no tratara de cambiar la ley para poder reelegirse nuevamente en el 2010, cuando termine su segundo mandato.
Uribe eludió la pregunta. ``Andrés, quédate tranquilo. Ese no es el tema (del momento)`, dijo. Cuando insistí, señaló: ``No le demos a estas entrevistas frivolidad. El tema es cómo superamos este escándalo de la parapolítica, cómo le explicamos a la comunidad internacional los logros de Colombia``.
Precisamente, repliqué. ¿Acaso no le convendría a Colombia presentarse ante el mundo como una democracia moderna, cuyo presidente deja bien en claro que, a diferencia de sus vecinos autoritarios, no buscará perpetuarse en el poder?, pregunté.
``No me den lecciones de democracia. Excusenme que de pronto sea arrogante en eso. Yo soy un combatiente de la democracia, y sé muy bien cuál es la diferencia entre caudillismo y liderazgo''.
Mi opinión: es fácil entender por que Uribe continúa teniendo una alta popularidad en su país. Es un político frontal, que está logrando reducir la violencia en Colombia, y que ante la adversidad toma la iniciativa desafiando al mundo -y a Gore- a examinar su gestión en ese tema, que es el que más les interesa a los colombianos.
Pero me preocupa el que Uribe se haya rehusado a contestar la pregunta sobre un tercer mandato. Si Uribe no entiende que el futuro de la democracia en Colombia depende de que pueda seguir adelante sin su persona, la diferencia entre él y sus vecinos populistas mesiánicos se hará cada vez más borrosa. A veces, la confianza extrema marea, y lleva a errores peligrosos.
