Por Alberto Benegas Lynch (h)
El País, Montevideo
Paul Johnson cuenta que le informaron a Jorge IV que su peor enemigo había muerto, "¿no me diga que ha muerto Carolina?" interrogó con sorpresa el rey, aludiendo a su mujer (por lo menos oficialmente), a lo que el informante respondió "no su majestad, ha muerto Napoleón".
Uno de los problemas con que se enfrenta nuestra generación y la que le sigue, es la falta de lectura, lo cual contrasta con las horas que se consumen frente al televisor. Leer permite desarrollar en grado sumo la imaginación, glosar al margen y sobre todo, manejar los propios tiempos. La televisión sin duda presenta grandes atractivos, pero le ofrece al espectador todo servido, inexpugnable. No hay mucho espacio para la tarea neuronal.
En la era de las pantallas, surgió sin previo aviso un fenómeno extraordinariamente singular. Harry Potter, la creación de Joanne Rowling, ha hecho que se vuelva a la lectura de modo voraz. Vendió hasta el momento, en el espacio de una década, 325 millones de ejemplares en todos los idiomas posibles. Su primer libro fue rechazado por doce editoriales antes de dar en la tecla. Hay acalorados debates en distintos foros sobre el contenido de estos cuentos que tanto apasionan a chicos y grandes. Se dice que exalta el valor de la amistad, del coraje moral, de la importancia de la palabra empeñada, la distinción entre el bien y el mal y sobre todo -como me subrayó mi nieta mayor- presenta tramas que revelan una colosal imaginación. Y la capacidad imaginativa constituye la base de la potencia creativa.
Ortega sostenía que la lectura debe hacerse "verticalmente", esto es en profundidad y con detenimiento, a diferencia de la lectura horizontal que significa patinar sobre las letras o una visión superficial con rápidas miradas "en diagonal". Este consejo tal vez deba ir parejo con las sabias reflexiones de Edward de Bono en cuanto a la gimnasia que debe hacerse para ejercitar el pensamiento lateral. Esto es, despejar la mente de telarañas mentales y mirar en muy diversas direcciones al efecto de encontrar las respuestas adecuadas, en lugar de cavar en el mismo hoyo con anteojeras.
Lectura vertical y pensamiento lateral integran una fórmula sumamente fértil para el trabajo intelectual. Esto permite resolver problemas que parecían insolubles. La apertura mental se hace patente en la propia conversación. Borges decía que Macedonio Fernández era un gran conversador porque terminaba sus párrafos con puntos suspensivos para que el interlocutor tomara la posta. Sin embargo, Leopoldo Lugones "era asertivo", sus frases siempre terminaban en un punto y aparte. Para seguir conversando con él, Borges apuntaba que había que cambiar de tema porque actuaba como si estuviera todo dicho. Hablaba (y escribía) como si el conocimiento no estuviera constituido por corroboraciones provisorias que están siempre sujetas a refutación.
La lectura es una avenida insustituible para explorar el mundo que nos rodea y una faena detectivesca de nuestro interior. Lamentablemente. en muchos lugares no hay libros o de lo contrario, se olfatea a la distancia que se han adquirido algunos volúmenes adiposos por el color del lomo, para hacer juego con la decoración. Es de desear que este éxito editorial de Harry Potter produzca un efecto cascada, incluso en las casas de estudio donde no es infrecuente que se recomienden resúmenes de resúmenes, sin que el estudiante tenga la oportunidad de consultar los originales.