Por Jesús Ruiz Nestosa
ABC Digital
SALAMANCA. Desde que comenzó a hablarse del tema lo fui siguiendo paso a paso para ver cómo se iban desarrollando las cosas. Pero en lugar de sentirme mejor informado, resulta ser que ahora me he sumido en una duda de esas que resulta realmente difícil salir, incluso con la ayuda de otra gente. El tema que ha venido preocupando al mundo político, y del que se ha venido haciendo eco la prensa con mucha dedicación y esmero, es la "sucesión" presidencial.
Casi, casi, coincidimos con los Estados Unidos, donde se encuentran también empeñados en encontrar a un candidato adecuado que pueda suceder a Bush. Conste que esta labor no debe ser muy difícil de llevar adelante, ya que Bush, si no entró ya, se encuentra parado frente a la puerta misma de la galería de los presidentes más torpes de ese país. Además, parece ser que le tienen reservado el sitio de mayor preeminencia, de modo que sobresalga nítidamente a quienes le acompañan en la obtención de tan dudoso honor.
Pero volvamos a nuestro problema. Gran parte de la vida del país (y no solo de la política) se encuentra totalmente paralizada, todos los ojos puestos en el presidente Duarte Frutos pendientes de que le dé su bendición a quien será su sucesor en la silla presidencial. En mi terrible ingenuidad yo pensaba que este sistema de elegir gobernante era un recurso reservado a las monarquías. Incluso estas han perdido mucho peso político al haberse convertido en sistemas parlamentarios donde la jefatura de Estado la ocupa un rey y la jefatura del gobierno la ocupa pues un político elegido en consultas populares y democráticas.
Con Stroessner nunca nos enfrentamos a este problema. Ya todos sabíamos que el sucesor de Stroessner era él, quien a su vez sería sucedido de nuevo por él, así hasta el cansancio. Pero desde que el dictador se fue y entramos en un proceso mal llamado de "transición a la democracia", que nunca llegó a consustanciarse, tenemos que todos los presidentes que tuvimos fueron los que eligieron a su sucesor, con excepción de Cubas Grau, que fue tumbado por un golpe de Estado disfrazado de "reacción popular" en "defensa de los valores democráticos de nuestro país".
¿Por qué el presidente debe elegir a quien será su sucesor? Si mal no recuerdo, esta atribución no figura en ningún artículo ni inciso de la Constitución Nacional. Cada partido tendría que realizar consultas entre sus miembros de modo que se pueda tener la libertad de elegir a aquel que, de acuerdo a la mayoría, puede hacer el mejor papel al ocupar dicho cargo.
La historia no nos puede aclarar mucho sobre este punto. Al contrario, las veces que se procedió de acuerdo a este sistema más relacionado con la monarquía que con la república, las cosas no fueron muy bien. El doctor Francia fue el más sincero y se perpetuó en el poder. Y como casi siempre estos gobernantes autócratas piensan que no se van a morir nunca, Francia no se tomó el trabajo de elegir sucesor. No fue así don Carlos Antonio López, que dejó a su hijo Francisco al frente de la nación y así nos fue, metidos en una guerra demencial que estuvo a punto de hacer desaparecer el país.
Además de encontrar que este procedimiento está reñido con lo que es -o debería ser- una república democrática, hay que sumarle que si alguien quiere ponerse en carrera y postularse a un cargo al que tenemos derecho todos, absolutamente todos, desde obispos y sacristanes hasta personajes de dudosos antecedentes, la "nomenklatura" reacciona de manera agresiva y la artillería pesada apunta hacia quien se ha atrevido a no seguir las reglas de este juego perverso.
Lo más sano para el país y su vida política es aceptar la forma en que se accede al poder y los caminos que deben seguirse en un sistema republicano y democrático. Esto de elegir sucesor generalmente está ligado a la idea de asegurarse una cuota bastante segura de impunidad. Es decir, asegurarse que el gobernante que venga no vaya a rebuscar entre los papeles sucios que ha dejado la administración anterior y que puede hacer que más de uno vaya a dar con sus huesos en la cárcel. Mientras tanto, el país va dando tumbos, sin que nadie se preocupe por solucionar los problemas que nos aquejan a todos, porque todas las energías están puestas en la posibilidad de la reelección o el nombramiento de un sucesor.