Por Rosendo Fraga
Nueva Mayoría
Los proyectos energéticos ponen en evidencia que la pugna por el liderazgo regional está hoy centrada entre Brasil y Venezuela. El presidente venezolano Hugo Chávez y el líder cubano Fidel Castro han coincidido en criticar el proyecto de los biocombustibles impulsado por Brasil en acuerdo con Estados Unidos, con argumentos más políticos que económicos.
A su vez, Venezuela aumentó sus entregas de petróleo a Nicaragua, confirmando la influencia que el precio del barril da a Chávez en la región.
El gobierno brasileño, por su parte, respondió ofreciendo al presidente de Ecuador, Rafael Correa, un acuerdo en biocombustibles y aceptando una cumbre con Chávez en el mes de abril.
Pero las diferencias entre Caracas y Brasilia no sólo se evidencian en los biocombustibles y en la relación con Washington. La escéptica posición brasileña frente al proyecto del Banco del Sur impulsado por Chávez con apoyo de la Argentina, Ecuador, Nicaragua y Paraguay es una diferencia más.
Al cumplirse el 25 aniversario del desembarco argentino en las islas Malvinas, Chávez aprovechó para criticar el apoyo brindado por Washington a Londres en este conflicto y convocó a organizar una fuerza militar conjunta de Sudamérica y el Caribe para enfrentar al "imperialismo y sus aliados".
Mientras tanto, Brasil va avanzando en su rol como potencia mundial regional, pese a sus dificultades internas. La mayoría de los brasileños apoya la pena de muerte frente al clima de inseguridad que vive el país, y en Río de Janeiro se escuchan voces afirmando que la ciudad se "colombianiza" al tiempo que el Gobernador reclama presencia militar cuando se registran en esta ciudad tres veces mas muertes violentas que en la Argentina en un año.
Asimismo, la crisis de los controladores aéreos mostró que el país tiene todavía fuertes limitaciones en materia de infraestructura.
Sin embargo, la reunión en Camp David de los presidentes de Brasil, Luiz Inácio ´Lula´ da Silva, y de Estados Unidos, George W. Bush, evidencia que Brasil es reconocido por Washington como una potencia regional de alcance mundial y los intentos de reactivar la ronda de Doha para liberalizar el comercio pueden llevar a que Brasil junto con China, India y Sudáfrica, sean convocados por Estados Unidos y la Unión Europea (UE) a una próxima cumbre para destrabar el tema.
Quizás el gobierno de Lula tiene hoy más problemas a nivel regional, pero avanza, sin lugar a dudas, en su rol como actor global.
En cuanto a la región andina, ésta sigue mostrando una situación conflictiva: el Presidente ecuatoriano -reforzado en el referéndum en su enfrentamiento con el Congreso-, convocó a crear una moneda sudamericana, pero diciendo que por ahora su país seguirá dolarizado.
Al mismo tiempo, en Bolivia, la opinión pública parece no apoyar en este momento el proyecto de Evo Morales de introducir en la reforma constitucional la posibilidad de dos mandatos consecutivos más, como lo hizo Chávez en Venezuela.
Morales ratificó la estatización de la empresa de teléfonos en manos de capitales italianos y tanto Ecuador como Perú lanzan, a su vez, planes de mayor dureza contra la droga, buscando responder así a críticas provenientes desde los Estados Unidos.
En este marco, la visita que realiza Lula a Venezuela esta semana mostrará al Presidente brasileño buscando atemperar las diferencias con Chávez, pero a la vez sin ceder en la defensa del proyecto de los biocombustibles, transformado en una suerte de divisoria política entre los dos países.