Por Serafín Fanjul
Libertad Digital, Madrid
Si una banda de musulmanes vuela los trenes madrileños "combatiendo en el camino de Allah" (la frase es del Corán), es por completo normal que a eso lo llamemos "terrorismo islámico", máxime si los autores varean el nogal para que otros atropen las nueces Los musulmanes tienen la piel muy sensible, al menos quienes hablan y se distinguen en público.
Es frecuente ver y oír noticias relativas a la sensibilidad herida de tal o cual comunidad de esa creencia, o todos al unísono, por ofensas de gravedad relativa y de muy distinto jaez. Sin embargo, las reacciones ante una erudita conferencia del Papa o unos dibujos de peor o mejor calidad terminan en movimientos de masas y airados manifestantes que se dicen ultrajados. Y eso que nadie ha tenido la ocurrencia de asesinar a uno o varios de los innumerables proselitistas muslimes que se aplican a difundir la propaganda islámica en nuestros países, como sí sucede en los suyos con los misioneros cristianos y con una frecuencia que rebasa el carácter de incidentes esporádicos.
Es normal que una religión tan preocupada por los aspectos formalistas de pertenencia y liturgia fije su atención y proteste irritada –¿cómo?– por un uso habitual en los medios de comunicación occidentales, aunque cada vez menos, como consecuencia de las presiones verbales, institucionales, políticas y del propio terrorismo sobre periodistas, comentaristas, etc. Me refiero al adjetivo "islámico" situado tras el sustantivo "terrorismo". Conocedores de la importancia de la guerra terminológica, están decididos a despojarnos hasta del lenguaje para designar las cosas o los actos de manera directa, por aquello de que lo que no se nombra no existe; y si se denomina de otro modo, no modificamos su naturaleza, pero sí cambiamos la percepción de lo nombrado y abrimos la puerta a cualquier falsificación y a cualquier embaucador. Recientemente, en un congreso o algo semejante de consejos islámicos reunido en Valencia llegaron a motejar de "deleznable" tal uso lingüístico.
Pasaremos por alto la avalancha de insultos que a diario se vierten en la prensa, la radio o TV árabes dedicados a Estados Unidos, Israel, Occidente, el colonialismo, el imperialismo..., o la mera distorsión de denominaciones, como llamar "revolucionarios" a los talibanes, moneda corriente en esos medios, y nos centraremos en los argumentos que con virulencia inusitada –se trata de amedrentar una vez más– lanzan contra la expresión los musulmanes y los islamófilos, gentes estas últimas todavía más pesadas y pudibundas que los primeros. Dos son los aspectos en que centran su crítica: la expresión "terrorismo islámico" significaría criminalizar a todos los musulmanes acusándoles en bloque de practicar el terror; y, al tiempo, implicaría una discriminación malévola contra los musulmanes pues, según aseguran, nunca se ha adjetivado de manera análoga a otros terrorismos.
En el primer punto fuerza es recordar que tanto el que suscribe como todos, o casi todos, los comentaristas y analistas establecemos en infinidad de ocasiones, que rebasan la machaconería, la distinción entre los terroristas y el conjunto de musulmanes, por ser algo elemental, y no buscamos tales culpabilizaciones colectivas que, por añadidura, a nadie interesan. Pero no lo ven: a piñón fijo plañen, siempre plañen, o amenazan, por estar responsabilizándose –dicen– a la comunidad islámica entera. ¿Qué podemos hacer si ignoran deliberadamente cuantos matices y declaraciones desmienten la acusación? Desde el mismo 11 de setiembre de 2001, George Bush ya estaba proclamando la salvedad: no había que culpar a todos los musulmanes, por más que las tendencias colectivas de psicología de masas apunten en ese sentido.
En cuanto al segundo aspecto, el victimismo y la irrealidad son todavía mayores y debemos empezar negando la mayor: no es verdad que otros terrorismos no porten su correspondiente adjetivo bien directo y concreto. Quienes afirman lo contrario, o leen poco o se les olvidan rápido las lecturas: repasen las hemerotecas de los años 70 y 80, cuando arreciaba el terrorismo en el Ulster , y comprobarán la utilización, de manera sistemática, de frases como "terrorismo católico" y "terrorismo protestante"; pero es que en otros escenarios leemos, aun ahora, "terrorismo tamil", "terrorismo vasco", etc. Bien cerquita: hace unos días, el diario ABC (23/04/07) titulaba una noticia "Atentados corsos..." ¿Significaba esto que pretendían llamar terroristas a todos los corsos o endosarles los atentados? Evidentemente, no.
Y llegamos al fondo del asunto. No se trata sólo de que los terroristas islámicos matan y mueren en nombre del islam, por mucho que incomode a los "moderados", supuestos o reales. Y en caso de que verdaderamente los incomode y no estén limitándose a esgrimir otra "conspiración antislámica" más. La razón de ese uso es meramente práctica y la psicología lingüística actúa de modo objetivo y directo: se adjetiva al sustantivo con su rasgo más notorio y evidente y que, por tanto, con mayor eficacia establece la distinción con otros objetos o actos de la misma especie. El hablante funciona de modo espontáneo cuando toma ese aspecto diferenciador externo para la definición; después pueden incidir los giros literarios, los prejuicios ideológicos, los intereses particulares o de grupo, u otras variables más o menos santas, pero, en principio, si decimos de alguien que es negro es porque efectivamente lo es, no por intención ninguna de injuriarle. Y por mucho que choque con la cretina superestructura ideológica de lo políticamente correcto, con su pretensión de prohibir hasta la palabra "ciego" (persona con insuficiencia visual, dicen) y en abierto choque con el criterio básico de economía lingüística. A progres y cursis estas cosas les dan igual, caso de conocerlas.
Si una noruega rubia va a Camerún, lo más probable es que quienes no la conozcan personalmente la designen como "la rubia", "la blanca", etc.; si un montañés del Rif, de pómulos y arcos superciliares bien marcados cae por Chantada, es normal que le digan "el moro"; y si una banda de musulmanes vuela los trenes madrileños "combatiendo en el camino de Allah" (la frase es del Corán), es por completo normal que a eso lo llamemos "terrorismo islámico", máxime si los autores varean el nogal para que otros atropen las nueces. Como también lo es que a la vista de tantos dengues y mohínes, tanto rasgar de vestiduras, acabemos pensando aquello de "El que se pica, ajos come". Y parece mentira que nos veamos obligados a dar esta clase de explicaciones. Qué pesadez.