Por Miguel Cossio
El Nuevo Herald
Raúl Castro no lee en inglés; si acaso muy poco en español. Rara vez hojea algún best seller, como Azteca, la monumental novela de Gary Jennings. Los documentos importantes deben resumírsele verbalmente. Por su oficina circulan Time, Newsweek, The Economist, Playboy y otras revistas. El ni siquiera las mira.
Uno de esos azares de la manipulación periodística lo ha llevado, sin embargo, a las páginas selectas de Time, que lo nominó como una de las 100 personalidades más influyentes del planeta.
¿Cómo Raúl Castro llegó ahí? ¿Quién movió los hilos para que su nombre y su caricatura figuraran justo entre las fotografías de Condoleezza Rice y Nancy Pelosi?
Aunque parezca inconcebible, el subdirector de Time, Adi Ignatius, considera que ''Raúl simboliza un cambio profundo, que podría ocurrir con unas cuantas transiciones en Cuba y Estados Unidos'', según le dijo a El Nuevo Herald.
En la carta editorial que antecede a la exclusiva lista de los 100, Richard Stengel, editor de Time, explica que escogieron a esas personalidades por sus ideas renovadoras, por su talento, por las virtudes de su carácter, por su ejemplo, por sus descubrimientos y por sus sueños para transformar el mundo en que vivimos. No es una lista de los más poderosos o de los más populares, sino de los más influyentes, aclara.
Ahí aparecen nombres como el de Monty Jones, un científico de Sierra Leona, que ha desarrollado un tipo de arroz que puede salvar la agricultura de Africa; y el del actor y ganador del Oscar, George Clooney, quien ha utilizado su fama para llamar la atención sobre la tragedia de Darfur. Está incluso el dictador sudanés Omar Hassan al-Bashir, uno de los cinco gobernantes que más muertes ha causado en los últimos cincuenta años por su estrategia de guerra (2.5 millones en Darfur y en el sur de Sudán).
Seamos serios. Uno puede entender, aunque no compartir, que Time no considere a George W. Bush un personaje influyente; y que incluya en cambio a personajes poco admirables, como el líder chino Hu Jintao o el Jefe Supremo de Irán, el ayatola Alí Jamenei. Se puede comprender, sin aceptar, que Time seleccione a Osama Bin Laden y hasta el propio Al-Bashir, por la nefasta influencia que ambos ejercen sobre el destino de millones de seres humanos. Uno por terrorista; otro por genocida. El mal también se publicita; goza de fama, por tristeza.
Pero, ¿Raúl Castro? ¡Le zumba el mango! No es un personaje prominente. Ni siquiera en su campo es un jugador de la talla del tenista Roger Federer, o un promotor que lucha en solitario por consolidar la democracia en Rusia, como el gran ajedrecista Gary Kasparov; o un científico brillante, como Craig Venter, el hombre que descubrió el mapa del genoma humano. Mucho menos es un héroe, como Wesley Autrey, el obrero que salvó la vida a un joven, cubriéndolo con su cuerpo en los rieles del metro de Nueva York.
Con un récord de fusilamientos y otras atrocidades a cuestas, Raúl Castro posa insólitamente al lado de verdaderas figuras internacionales: el papa Benedicto XVI, la reina Isabel II, Hillary Clinton, Angela Merkel, Bill Gates, Oprah Winfrey, el general David Petraeus, Angelina Jolie, David Rockefeller, Warren Buffett, Michael J. Fox, Al Gore, Cate Blanchett, Brad Pitt y Leonardo DiCaprio, por citar sólo algunas.
El, un general sin peso específico propio en el escenario político mundial, que se entretiene observando el interminable movimiento circular del gigantesco globo terráqueo que le regalaron sus amigos rusos, y que reposa en su oficina. El, un gobernante sin ideas, no digamos ya renovadoras.
La Gran Prensa americana comete pifias garrafales. Imperdonables.