Por Jorge Castro
Perfil
Ocho días después de ocurrir el mayor desastre aéreo de la historia de Brasil, con la muerte de 199 pasajeros del Airbus de TAM en el aeropuerto de Congonhas, San Pablo, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva enfrentó la crisis política desatada, y removió al ministro de Defensa, Waldir Pires, sustituyéndolo por Nelson Jobim, ex presidente de la Corte Suprema, y antiguo ministro de Justicia (Interior) de Fernando Henrique Cardoso.
Brasil tiene 10 meses continuados de crisis aérea y dos accidentes que costaron la vida de casi 400 personas en un año.
La crisis política originada por el desastre de Congonhas rápidamente se reveló como crisis del Estado, paralela, pero de igual naturaleza, a las notorias carencias de infraestructura física que atraviesa la economía de Brasil.
La crisis del Estado regulador que pone de manifiesto la tragedia de Congonhas muestra las limitaciones estructurales de la infraestructura institucional brasileña. Congonhas y, en general, la situación de virtual colapso del tráfico aéreo brasileño evidencian una crisis orgánica de la estructura estatal, semejante, y probablemente con el mismo origen, a la ausencia o incapacidad del Estado para enfrentar al crimen organizado y al narcotráfico en las gigantescas favelas de Río y San Pablo.
Congonhas es el aeropuerto con más tráfico de América del Sur, y está situado en la mayor ciudad de América latina y una de las más grandes del mundo, San Pablo, con 20 millones de habitantes. En Brasil el tráfico aéreo crece 15% o más desde 2000 en adelante.
Las carencias de infraestructura física (caminos, puertos, aeropuertos, energía) son una de las mayores limitaciones para el crecimiento de Brasil en el largo plazo, a tasas altas. El PBI aumentó 3,7% en 2006 y se expandirá, probablemente, 4,3% en 2007. En ambos casos, el crecimiento brasileño está por abajo del promedio mundial y es la tercera parte de la expansión de China (11,5% en los primeros 6 meses de 2007) y la mitad del auge de India (8,5% en 2006).
La tasa de crecimiento de Brasil en el largo plazo, de carácter sostenible, es 4% por año. Significa que el aumento del ingreso per cápita será bajo o negativo en las próximas décadas.
La brasileña es una economía estable, con un elevado nivel de reservas (150.000 millones de dólares, superior al total de la deuda externa), con 46.000 millones de dólares de saldo favorable en la cuenta corriente y un superávit fiscal primario de 3,4% del PBI.
Pero la tasa de inversión es baja (17% del PBI), tres veces inferior a la de China (47%); la presión tributaria es una de las más elevadas del mundo, semejante a la de Estados Unidos (38% del PBI); la deuda pública, si bien se ha reducido en los últimos tres años, es la mayor del mundo emergente. El crédito al sector privado es muy limitado (25% del PBI), y la economía es una de las más cerradas del planeta: el comercio internacional representa el 22% del PBI; en la República Popular China es 75%.
El sistema político brasileño es responsable tanto de la estabilidad como del bajo crecimiento potencial en el largo plazo. El indicador en que se cruzan es la muy reducida tasa de inversión, por el gasto público y por la presión tributaria.
Pero, dentro de estos indicadores, ha surgido un conjunto de datos que modifican cualitativamente su naturaleza. Es el auge extraordinario de la inversión extranjera directa (IED). En los últimos 12 meses, hasta junio de 2007, la IED ascendió a 32.261 millones de dólares, lo que implica que, al concluir el año, debería dejar atrás el récord histórico de 2000, en que alcanzó 32.779 millones de dólares. De ese total, 55,8% de los recursos se dirigió a la industria; es una diferencia cuantitativa y cualitativa con respecto a la IED que recibió Brasil en la década del 90, en que se orientó masivamente a los servicios a través de las privatizaciones.
Ahora, como las décadas del 60 y del 70, vuelve en Brasil el ciclo de la IED volcada a la industria. Pero esta vez no es IED “horizontal”, orientada a satisfacer el mercado interno en el marco del proceso de sustitución de importaciones. Es IED “vertical”, que integra a la industria en cadenas transnacionales de producción, núcleo de la actual fase de la globalización.
Esta IED “vertical” de tipo industrial que recibe Brasil en gran escala permite asegurar que el actual boom exportador (152.000 millones de dólares en 2007) tiene un carácter sostenido en el largo plazo. En la actual fase de la globalización, boom exportador y transnacionalización productiva son un solo y mismo fenómeno.
El sistema político brasileño también es responsable de este cambio cualitativo. Es el resultado de la continuidad de 13 años entre Cardoso y Lula, en que las reformas del primero han sido mantenidas y profundizadas por el segundo, y en donde el punto de inflexión fue la decisión del gobierno del PT de rechazar el default de la deuda pública.
“El conocimiento no es de todo, sino sólo de lo esencial”, dice Platón.