Por Jesús Ruiz Nestosa
ABC Digital
La fotografía digital nos puso frente a un hecho que desconcertó a muchos. La posibilidad de poder alterar la imagen, de introducir elementos que no había en la toma original o bien suprimirlos, hizo que muchos comenzaran a poner en duda aquel carácter de veracidad que tenía la fotografía. Si estaba allí, en la imagen, era algo cierto, que existía en alguna parte del mundo por más fantástico que nos pareciera. Lo que mostraba una fotografía no estaba sujeto a discusión. Mucho menos a dudas o cuestionamientos. La fotografía no mentía.
La aparición de la fotografía digital echó por tierra tal certeza. Lo que hoy vemos en una fotografía puede ser cierto, puede ser mentira, puede ser una verdad a medias, puede ser una historia inventada, puede narrar un hecho inexistente. La fotografía ha perdido, definitivamente, su carácter de documento incuestionable.
Tengo sobre mi mesa, no puedo decir “una fotografía”, sino “la fotografía”, ya que es la única que registra el encuentro de Hitler con Franco en la estación de la localidad francesa de Hendaya, en la frontera franco-española, el 23 de octubre de 1940. En dicha entrevista se iba a tratar la participación o no de España en la Segunda Guerra Mundial. Franco llegó con cierto retraso porque dicen que por el camino se detuvo a rezar en un monasterio para que Dios le iluminara, mientras el Führer esperaba impaciente. Según un historiador, meses después, cuando Hitler se encontró con Mussolini, al referirse a esta entrevista le dijo al Duce: “Prefiero que me saquen cuatro muelas juntas antes que volver a encontrarme con ese hombre”.
Pero volvamos a la célebre fotografía. Acabo de decir que hay una sola. En realidad hay dos. El fotógrafo de la agencia noticiosa española EFE, encargado de registrar tan importante hecho histórico, trabajando bajo la presión ejercida por la presencia de tales personalidades, hizo una sola toma que fue la que llevó a Madrid. Al ser revelada, los editores de la agencia vieron con espanto que en la fotografía aparecía el Caudillo caminando al lado de Hitler con los ojos cerrados. En pocas palabras: la fotografía resultaba totalmente inútil.
Al ser la única placa que se poseía, los especialistas en el retoque fotográfico se pusieron a trabajar de inmediato. La cara de Franco, con los ojos cerrados y el gesto un tanto desvaído, se sustituyó por otra cara, también del propio Franco, pero con los ojos bien abiertos, dirigidos al frente con total firmeza, como le correspondía en ese momento. También descubrieron que la mano derecha llevaba los dedos muy extendidos, un gesto que denotaba el nerviosismo del momento y que también era insostenible. Por lo tanto, la cirugía continuó sustituyendo esa mano por otra que denotaba firmeza pero no un tenso nerviosismo.
El tercer y último paso es quizá el más asombroso. La toma hecha por el fotógrafo fue con flash, por lo que la luz se esparce sobre la escena, sobre todos los personajes por igual. Es, lo que diríamos en lenguaje fotográfico, una imagen aplanada por la luz. Se procedió entonces a retocar la luz oscureciendo la escena y concentrando la iluminación sobre el Caudillo, que es el único que aparece totalmente en el área de luz.
Todos los demás, incluyendo al Führer, aparecen como emergiendo de las sombras. Los cirujanos plásticos de la fotografía habían logrado su propósito: una imagen que traducía la grandeza, el esplendor, la firmeza que debía poseer el Caudillo de acuerdo a los principios de la propaganda del régimen. Hubo que esperar casi setenta años para conocer la realidad sobre esta imagen que nos ocultó la verdad de un hecho, sus detalles, sus defectos y las tensiones del momento. Se pueden contar muchas otras historias más o menos semejantes no solo de España, sino también de otros países.
Pero que este botón sirva de muestra para quienes creen que la digitalización de la fotografía la privó de su carácter de documento veraz. Las tijeras, los lápices, los pinceles de retoque, la barra de tinta china, hicieron lo suyo mucho antes de que nos llenáramos de píxeles y otros términos técnicos tan de moda.