Por Anthony Giddens
La Naciión
LONDRES.- El largo adiós ya terminó, y Gran Bretaña cuenta con un nuevo primer ministro. Tony Blair se ha ido. ¿Desaparecerá con él la filosofía política que lo caracterizó, la tercera vía?
La tercera vía es una etiqueta que designa la necesidad de poner al día el pensamiento de centroizquierda dadas las grandes transformaciones que experimenta el mundo y, sobre todo, la influencia de la globalización, la interdependencia creciente de la economía mundial.
La primera vía es la izquierda socialdemócrata tradicional, que dominó las ideas y las prácticas políticas en el primer período de posguerra. Sus bases son la economía keynesiana y la noción de que el Estado debe sustituir al mercado en áreas fundamentales de la vida económica. Esta perspectiva fracasó a medida que la economía se globalizó y empezó a reconocerse que el Estado, muchas veces, es ineficaz y burocrático.
La segunda vía es el thatcherismo o fundamentalismo del mercado: la convicción de que es preciso extender al máximo el ámbito del mercado, porque éste es quien distribuye los recursos de forma más racional y eficiente. El thatcherismo produjo algunas innovaciones importantes y fue relevante a la hora de restablecer la competitividad británica. Pero murió de muerte natural, cuando se hicieron visibles sus limitaciones.
Durante los años de Thatcher, la pobreza y las desigualdades aumentaron más en el Reino Unido que en prácticamente cualquier otro país desarrollado. Era, pues, absolutamente necesario buscar una tercera alternativa, una estrategia política que tratase de conciliar la competitividad económica con la protección social y la lucha contra la pobreza.
Algunos consideraron que la tercera vía era un nombre para los titulares, un truco de relaciones públicas, un punto de vista político vacío de contenido. Esta opinión está muy equivocada. El laborismo ganó tres elecciones sucesivas por primera vez en su historia, y muy bien podría ganar la cuarta, precisamente porque la tercera vía está llena de contenido. Seguramente, Gordon Brown no utilizará el término, y yo mismo he dejado de usarlo por todo lo que se ha malinterpretado. Pero Brown no va a volver al viejo laborismo.
Brown seguirá recurriendo a la tercera vía, como, en la práctica, lo hacen hoy todos los líderes de centroizquierda del mundo a los que les va bien. Eso no significa que no vaya a buscar nuevas estrategias y hacer cambios. No tiene más remedio.
Como dijo él mismo, "se han cometido errores"; no sólo uno catastrófico en política exterior, sino también muchos en los asuntos nacionales. Por ejemplo, el laborismo no ha actuado suficientemente contra las desigualdades. Pero no abandonará las ideas centrales que han transformado el rostro político del país.
Todo es posible
El pesimismo que era tan visible en las filas laboristas hace unos meses se ha evaporado. De pronto, con un nuevo primer ministro, todo vuelve a parecer posible. Mientras tanto, los conservadores, que hace poco parecían acumular una ventaja amplia y sostenida en los sondeos, parecen vulnerables y sin rumbo. ¿Por qué?
Una explicación podría ser el previsible efecto Brown, un cambio meramente temporal de opinión debido a toda la atención que ha suscitado el traspaso de poderes en el gobierno. Quizá Brown no aguante bien la transición al cargo de primer ministro.
En otros países hubo casos de políticos que habían tenido éxito como ministros de Economía y, sin embargo, fracasaron al hacerse cargo del mando supremo.
Ahora bien, David Cameron [líder de los conservadores] haría mal en fiarse de esa posibilidad. Brown es un político excepcional. En encanto y atractivo personal no es Blair, pero, a estas alturas, es posible que los electores prefieran otro estilo de liderazgo, y Brown podría ser la persona adecuada para proporcionarlo.
Lo que tienen que hacer los conservadores es revisar seriamente su estrategia. Cameron ha sido una inyección de aire fresco en el partido. Muchos de los cambios que ha hecho eran necesarios. El thatcherismo está muerto; Blair venció a cuatro rivales conservadores que se empeñaron en seguir siendo thatcheristas.
Pero Cameron parece haber creído que el nuevo laborismo triunfó porque supo manipular la opinión pública, que todo su fundamento eran las relaciones públicas. Es una idea muy extendida, pero está equivocada. Desde el principio, la base del nuevo laborismo fue una agenda política detallada y sólida, que se basaba en un análisis serio y minucioso del mundo en transformación.
Bases intelectuales
No veo un análisis similar en los discursos de Cameron. Cualquier gran transformación en política tiene bases intelectuales. Por ejemplo, el thatcherismo se construyó a partir de importantes revisiones de la teoría económica. Se desecharon las ideas keynesianas y se dijo que el Estado de bienestar estaba creando unos ciudadanos pasivos y dependientes. Cameron necesita una contribución intelectual más seria y constante a sus ideas.
Es fácil ver los defectos que tiene un concepto de los conservadores, la responsabilidad social, a la que Cameron da tanta importancia. Pretende que este concepto sea la línea de separación entre conservadores y laboristas. Brown, afirma Cameron, cree en el gobierno desde arriba y en el gran Estado, mientras que los conservadores quieren transferir el poder a la gente de la calle. Es muy posible que Brown eche por tierra las expectativas y se dedique, él mismo, a promover una transferencia radical de poderes. Ya ha dado señales de ello.
© Lord Anthony Giddens / EL PAIS, S.L.