Por Marga Zambrana
ABC Digital
PEKIN (EFE). Comunistas liberales y ortodoxos chinos están alertando al gobierno del Partido Comunista de China (PCCh) de que se producirán graves crisis si sus líderes no cambian su política, en una acción sin precedentes interpretada como una lucha entre ambas facciones por el poder en el gigante asiático.
“Hay un gran descontento social y, por supuesto, el actual liderazgo es muy consciente de ello”, dijo a EFE Andrew J. Nathan, catedrático de la Universidad de Columbia (EE.UU.) y editor de “Papeles de Tiananmen” y “Los nuevos dirigentes de China”.
“Puede producirse una crisis”, opinó Nathan, “pero no es de ningún modo inevitable. Es una situación desafiante” en estos momentos.
La ofensiva abierta por ambas facciones, inusual desde que el PCCh se hizo con el poder en 1949, se produce poco antes de que en octubre se celebre el XVII Congreso del Partido, donde se decidirá la alineación política para los próximos cinco años y a los sucesores de la actual cúpula, que se retirará en 2012.
Dos escritos contra el Ejecutivo del presidente Hu Jintao reafirmaron este mes la profunda brecha abierta en el seno del PCCh.
Si los actuales líderes continúan con su política económica, “China tendrá pronto su propio Boris Yeltsin, el Partido fallecerá y el país estará amenazado”, explicaron el 17 de julio en una carta abierta 17 líderes ortodoxos, entre ellos antiguos ministros, diplomáticos y miembros del Ejército.
Los resultados de la macroeconomía china, a punto de desbancar a Alemania como la tercera del planeta (por detrás de EEUU y Japón) tras adoptar una economía de mercado hace tres décadas, no son tan palpables en el interior del país, según el ala dura del PCCh.
La carta acusaba a los actuales dirigentes de erosionar las doctrinas socialistas y llevar al país a una potencial crisis política mediante el capitalismo, con la venta de los activos estatales, la entrada masiva de inversión extranjera y de capitalistas en el PCCh y la pérdida de beneficios sociales de la economía planificada.
“La adopción del capitalismo ha sembrado una peligrosa mezcla de corrupción desaforada, desempleo, un profundo abismo en el reparto de la riqueza y cada vez más crispación social”, señalaba la misiva.
Pedían al presidente Hu que lance una campaña ideológica marxista antes del congreso de octubre para restaurar la ideología y purgar a los revisionistas que abogan por una social democracia al estilo escandinavo.
En cuanto a estos, habían publicado un mordaz ataque en la revista “Yanhuang Chunqiu”, diario portavoz liberal, y aunque sus planteamientos de reforma son opuestos a los marxistas, coinciden en que, de no cambiar las directrices, el manido mito del “dragón asiático” se va a pique nada más despertar.
Los revisionistas recordaron la existencia de un borrador propuesto en 1987 por el difunto líder Deng Xiaoping (el “arquitecto” de la reforma económica china) en la que instaba a un cambio hacia una social democracia que tendría que haber finalizado en 1997.
Sin embargo, tras la matanza de estudiantes pro-democracia de Tiananmen en 1989 a manos del Ejército chino, los líderes adoptaron una política social más represora, al tiempo que aceleraban las reformas hacia la economía de mercado.
“El retraso infinito en la aplicación de las propuestas de Deng ha provocado graves consecuencias. No hay control del Gobierno, este estatus quo debe acabar”, señalaron en su carta estos liberales, a la par que vaticinaban “crisis sociales y políticas imprevisibles e insuperables”.
Para Nathan, hay un motivo subyacente en estos ataques: “Todos estos viejos líderes están retirados, no tienen base de poder para amenazar a los líderes. El problema real es quién va a ser promovido y quién purgado mediante investigaciones anticorrupción” antes del congreso.
Nathan consideró, en declaraciones por correo electrónico, que la posibilidad de una futura crisis política es evitable “siempre y cuando los líderes no se dividan”.
“Son conscientes de que si se dividen públicamente, la crispación social estallará”, por este motivo “han desarrollado una serie de formas de controlarla, desde la represión hasta compromisos con grupos reivindicativos” a los que mantienen “fragmentados”.
“El régimen sobrevivirá mientras el descontento no se convierta en una bola de nieve, esa es la esencia de la represión”, concluyó.