Por Víctor Maldonado C.
Correo del Caroní
Juan Carlos Monedero concedió esta semana una larga entrevista al periodista Andrés Rojas Jiménez, del diario El Nacional, que a mi juicio no tiene desperdicio. No solamente porque el personaje en cuestión es nada más y nada menos que el responsable de Formación Ideológica del Centro Internacional Miranda, la referencia programática más estable del régimen chavista, sino porque desde sus palabras resulta demasiado fácil asomarse a las contradicciones y confusiones internas que no han podido ser resueltas, pero también a algunas confesiones íntimas sobre la lógica que subyace al proceso.
Monedero confiesa que su identificación originaria con el presidente proviene de los enemigos y los antagonismos que comparten. Nada más y nada menos que Estados Unidos y el Vaticano forman parte de esa nómina común, que no conocíamos del todo. Suponíamos algún desencuentro con la iglesia, pero nunca imaginamos que la enemistad con Benedicto XVI se había equiparado con el sempiterno odio a Bush. De allí a pedir la suscripción obligatoria de un Acta de Supremacía, al mejor estilo de Enrique VIII, no hay sino un pelo.
El resto de la entrevista se debate en el dilema que mejor corroe las entrañas de este experimento político, entre la propuesta ideológica y la autoproclamación como un régimen de izquierdas por un lado, y el pragmatismo más ramplón por el otro. Pero eso no parece conmover en lo más mínimo al responsable de la formación ideológica del CIM, porque cada vez que la teoría o la ideología contradicen a la realidad, pues que se le conceda el paso a esta última, y se vayan mientras tanto a las duchas todas las consideraciones y elucubraciones filosóficas o sociológicas, porque, quién duda, la realidad se impone. Así, no importa el origen militar del Presidente, pues siempre se va a poder decir que viene de una fracción popular del ejército. También funciona cuando pasa por alto el hecho de que en Venezuela el único que tiene la intención y los recursos para comprar a las personas, y que tiene la disposición para mantener a grupos sociales tan pobres como para dejarse comprar, es precisamente el gobierno, que reparte franelas y gorras rojitas, extorsiona a la gente con la lista de Tascón, y condiciona cualquier servicio al requisito de la sumisión absoluta al régimen y al presidente. Pero eso no es malo, sino una necesidad que se impone para lograr la igualdad socialista.
Por cierto, Monedero anuncia un nuevo enemigo, a los otros cuatro que enunció inicialmente: "La propiedad cuando impide la igualdad de capacidades de otras personas", siempre y cuando el propietario no sea el gobierno presidido por el presidente Chávez. En este caso, es una necesidad de la transición, es la mandíbula necesaria para quitarle trozos al sistema capitalista, y arribar al socialismo. Parece ser que cuando los errores los comete el Capitalismo del Estado Socialista, son meras necesidades. Y cuando se le atribuyen al mercado, son confabulaciones que hay que conjurar. Es la peculiar forma con la que Monedero paga su cuota al culto de la personalidad presidencial. Con la corrupción pasa lo mismo, es culpa del sector privado y de la indiferencia del pueblo. Para nada tiene que ver con el estilo presidencial. Y lo que no puede explicar, pues se lo carga a los ricos, a la oligarquía, o a ambos. En eso se parece a un inquisidor medieval, que siempre tuvo a mano a las pobres mujeres convertidas en brujas, para justificar lo que su ignorancia no podía explicar.
Sin embargo, no todas son coincidencias. Monedero aspira a que Chávez no sea el único. Desea por tanto que haya 1.000 Chávez en este país, que sean capaces de relevar al original. Yo le deseo lo mismo, pero en España. Que surjan 1.000 Francos que tomen el relevo de Zapatero, y que Monedero tenga la suerte de disfrutarlos tanto como nosotros al nuestro.