Por Enrique de Diego
Diario de América
(Puede ver aquí la primer parte de este trabajo)
En ochenta millones se estima el número de víctimas de la represión llevada a cabo por el Partido Comunista chino. Su historia es la del crimen masivo. De continuo, ha buscado grupos de enemigos internos a los que asesinar, con el fin de que cada uno de los miembros del partido comunista fuera un asesino, y lo consiguieron, y acabar con todo vestigio de humanidad y de moral en la sociedad china. Para conseguir sus fines han utilizado de continuo la mentira.
De manera harto curiosa el Partido Comunista chino ha evolucionado sin dejar nunca de matar. El asesinato es lo que define por esencia al socialismo extremo que es el comunismo. El Partido Comunista chino primero asesinó a cuantos habían luchado contra Japón en las filas del nacionalismo del KMT. Dijo que no lo haría, pero luego mató a todos cuantos pudo porque los consideró infectados.
Una vez tomado el poder, lanzó a sus militantes y a las masas contra los propietarios de tierras, con el doble objetivo de seguir llenando China de cadáveres y de acabar con la propiedad privada, el dogma más estúpido y más liberticida que se ha inventado en la historia de la Humanidad. Mao dijo que “para matar a los reaccionarios en las zonas rurales, debe exterminarse una proporción mayor al 1/1000 del total de la población... En las ciudades, el porcentaje puede ser menor”. Tan caprichosa estadística significaba el asesinato de 600.000 personas. Fueron muchas más.
Colectivizado el campo, en lo que Mao calificó como ‘El Gran Salto Adelante’, el Partido Comunista chino consideró que ello mejoraría, sin duda ninguna, no podía ser de otra forma, los resultados de las cosechas. Los funcionarios locales del partido empezaron a emitir estadísticas triunfalistas y cuando se fueron a recoger las cosechas y se vio que eran exiguas, lejos de reconocer el error, se culpó a los agricultores. Como el partido había considerado que la colectivización produciría por sí misma fenómenos milagrosos, se había llevado a muchos agricultores a trabajar en la industria del acero. Se abandonaron de esa forma los cultivos. Cuando no se pudo responder a la demanda del partido, se acusó a los campesinos de ocultar sus cosechas, se les requisó cuanto tenían y se les mató cuando ocultaban algo.
Durante los tres años de la Gran Hambruna, entre 1959 y 1961, se tienen documentados casos de familias que se comieron a sus propios hijos. En los textos oficiales, se dice que la hambruna, en la que murieron cuarenta millones de personas, fue producida por catástrofes naturales –Desastre Natural de Tres Años, se denomina en la propaganda oficial comunista- pero fueron años más bien de clima benigno. Para no romper la consigna del partido, los funcionarios locales rechazaron recibir ayuda afirmando que tenían víveres de sobra.