Por Jorge Castro
Perfil
Tras haber desafiado al sistema de poder mundial en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde señaló que Irán insistirá en ignorar la demanda de los “poderes arrogantes” de poner término a su programa nuclear, el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, se dirigió a Bolivia el miércoles para establecer relaciones diplomáticas con el país andino.
Los “poderes arrogantes” a los que se refirió Ahmadinejad son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia), los 27 países de la Unión Europea, encabezados por Alemania, y los 112 estados que integran la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
Todos estos países consideran que el programa iraní viola el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP/1968), del que Teherán es miembro fundador, y el acuerdo especial suscripto con la AIEA en 1974 por el que se obliga a aceptar la supervisión internacional de todo material fisionable en cualquier actividad nuclear de carácter pacífico que realice en su territorio.
El consenso internacional se manifestó en el voto unánime del Consejo de Seguridad, que estableció sanciones contra Irán por sus actividades nucleares y misilísticas mediante las resoluciones 1737 del 23 de diciembre 2006 y 1747 del 24 de marzo de 2007. Por último, la AIEA informó el 23 de mayo de 2007 que Irán continuaba con sus actividades de enriquecimiento de uranio, en violación directa de lo establecido por las resoluciones 1737 y 1747.
El día en que Ahmadinejad desafió a las “potencias arrogantes”, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se refirió en el mismo foro al programa nuclear iraní en términos inequívocos: “Si permitimos a Irán adquirir armas nucleares, incurriremos en un riesgo inaceptable para la estabilidad de Oriente Medio y el mundo. Amenazaríamos la existencia misma del Tratado de No Proliferación Nuclear”.
El aislamiento iraní es prácticamente completo. Venezuela es hoy el único país relevante que respalda al régimen de Teherán en su abierto desafío al conjunto del sistema internacional.
Por eso, el viaje de Ahmadinejad a América del Sur (Bolivia y Venezuela), más que establecer un nuevo sistema de alianzas contra EE.UU. en el “patio trasero” de la superpotencia, lo que hace es revelar el extremo grado de aislamiento en que se encuentra el régimen fundado por el imán Ruhollah Khomeini en 1979, tras derrocar al sha Reza Pahlevi.
El aislamiento de Irán coincide con el agravamiento de sus condiciones internas. A pesar de ser el cuarto productor y el tercer exportador mundial de petróleo, con ingresos por 43.000 millones de dólares en 2006, la desocupación aumenta cada vez más en Irán, y alcanza del 15% al 20% de la población económicamente activa, porcentajes ampliamente superados en la franja de jóvenes de 18 a 29 años.
No obstante el nivel récord de ingresos provenientes de la exportación de petróleo por el extraordinario crecimiento de su precio y demanda en el mercado mundial, el déficit fiscal adquiere características explosivas y supera, en términos reales, el 20% del PBI.
El impulso fundamental de la brecha fiscal es una gigantesca trama de subsidios a la energía, los alimentos y los créditos bancarios, que supera los 55.000 millones de dólares, aproximadamente 25% del producto.
Sólo los subsidios a la energía, ante todo el precio de la gasolina en el mercado interno, ascienden a 38.500 millones de dólares. Tres semanas atrás, el régimen de Teherán aumentó el precio de la gasolina 15 centavos de dólar. El resultado fue el estallido de motines generalizados en la capital iraní y en otras urbes del interior, incluyendo Oom, la ciudad sagrada del shiísmo, con decenas de expendedoras de combustible incendiadas.
Los subsidios a los alimentos, en gran parte importados, debido al carácter ampliamente deficitario de la balanza alimentaria, son cruciales en una sociedad cuya tasa de inflación supera el 18% anual, con tendencia al aumento creciente y generalizado. La industria petrolera iraní tiene niveles de productividad significativamente inferiores a la de sus vecinos, los países productores del Golfo, con una tecnología e infraestructura más atrasadas que las de sus competidores. Pero la inversión estatal es notoriamente insuficiente y la transnacional prácticamente no existe, como consecuencia de las sanciones impuestas por la comunidad internacional y el aislamiento del país.
Por eso, el retraso de la producción petrolera es cada vez mayor, a pesar del precio récord del crudo (U$S 81/83 el barril) y del excepcional nivel de reservas del Banco Central de Teherán (60.000 millones de dólares en el primer semestre de 2007).
La crisis desatada por el desafío iraní al sistema internacional es el acontecimiento central de la política mundial en 2007. Es probable que el régimen iraní ceda, o mejor, que haya comenzado a ceder frente a la extraordinaria presión internacional, en la que Francia (Sarkozy) ha tomado ahora la delantera. El régimen de Teherán ha aceptado nuevamente la presencia de inspectores de la AIEA en su territorio; y Ahmadinejad, en el discurso ante Naciones Unidas, en que desafió a las “potencias arrogantes”, sostuvo que el problema nuclear estaba “terminado”, y propuso a EE.UU y la Unión Europea “conversaciones constructivas” para evitar nuevas sanciones económicas.
Pareciera que estos hechos no han sido todavía percibidos ni procesados por los países sudamericanos en los que realizó esta semana su periplo el presidente iraní.