Por Guillermo Arosemena Arosemena
El Expreso de Guayaquil
Estados Unidos también tiene comunistas y socialistas. En Internet, se encuentran algunos sitios conteniendo su pensamiento. En el artículo “Capitalismo tecnológico y lucha de clases”, publicado en un portal estadounidense marxista, quien lo escribe llega a conclusiones absurdas, que solamente se explican en mentes cínicas -atacar la modernidad, pero usarla para difundir ideas obsoletas y contra la naturaleza del progreso humano-.
Está en contra de la Internet pero difunde sus “verdades”, en ese medio. Admite que la Web está revolucionando la producción y vida social de la gente, pero denuncia que está creando masivos problemas que el capitalismo no podrá superar. Me recuerda los escritos de Marx que sostenían que el capitalismo se autodestruiría, 150 años más tarde, sigue creando riqueza.
El autor comenta que el capitalismo debe perfeccionar la producción o enfrentar la ruina del sistema. Ignora que el progreso es dinámico, se logra con el cambio: de la cablegrafía pasamos a la telefonía, luego al telex, fax e Internet, actualmente estamos en el Web2.0. El capitalismo permitió por primera vez, en la historia de la humanidad, romper las restricciones impuestas por la naturaleza, gradualmente el hombre fue conquistándola.
El socialismo encarna la expresión “perro del hortelano”, no come, ni deja comer. Por un lado denuncia la tragedia de los pobres en el mundo y la inequidad existente, pero al mismo tiempo, ataca al sistema más eficiente para terminar con la pobreza.
El crecimiento económico conveniente al mundo es el intensivo, se logra mejorando la productividad, no el extensivo, que surge del aumento poblacional. Para lograr el primero, hay que innovar, no hacer siempre lo mismo, como actúa el Tercer Mundo; se requiere crear nuevas tecnologías, nuevos bienes y servicios, nuevos materiales, nuevos métodos y técnicas gerenciales, nuevos mercados, nuevas formas empresariales, etc. El célebre economista Schumpeter, sostenía que ignorar esos cambios en la economía, era como presenciar Hamlet, obra teatral de Shakespeare, sin el príncipe danés.
En varios países de América Latina los gobiernos quieren imponer el socialismo del siglo XXI, piensan que las políticas asistencialistas harán crecer las economías espontáneamente. La productividad no aumenta milagrosamente, se obtiene con tecnología y esta se obtiene con nuevos conocimientos. La producción no se incrementa con mayor número de subsidios o con acciones que no están encaminadas a desarrollar curiosidad intelectual, a mejorar la eficiencia en la producción a invertir masivamente en excelente educación e investigación y desarrollo.
Hace 200 años, los bienes que existían eran básicamente los mismos usados por los pueblos 6.000 años antes de Cristo; el caballo y las embarcaciones a vela eran los medios de transporte terrestre y marítimo; las operaciones quirúrgicas se hacían de la misma manera, las profesiones eran las mismas. Gracias al libre mercado, cada nueva década, tenemos innumerables y nuevos bienes, servicios y profesiones.
La tasa de obsolescencia viene cayendo desde hace medio siglo. Poder escoger, es una de las grandes libertades que no existe en el régimen socialista. Habría que preguntar a un norcoreano, cubano y próximamente a un venezolano, si tiene acceso a los adelantos de las ciencias y tecnologías. En esos países, es censurada la Internet, la herramienta más eficaz y eficiente para aprender y estar al día con los grandes adelantos de los países del Primer Mundo.
El desarrollo económico requiere de sociedades de gran vitalidad, que se amotinen contra las malas tradiciones del pasado, no de las que se amotinan para mantener el caudillismo, populismo, demagogia, la misma forma de manejo de las instituciones del Estado, la misma forma de hacer política, la misma forma de pensar que los cambios se obtienen con la confrontación y lucha de clases, el mismo sistema de enseñanza en las escuelas públicas, etc.