Por Juan Carlos Eichholz
El Mercurio
¿En qué estaríamos si Colón no se hubiese atrevido a desafiar el paradigma de que la Tierra era plana? ¿Cuánta gente más seguiría viviendo en la miseria si Muhammad Yunus no hubiese desafiado el paradigma de que los pobres no eran sujetos de crédito? ¿Dónde estaría Chile si en los años 70 no se hubiese desafiado el paradigma de que abrir la economía destruiría la industria nacional?
Los paradigmas son cosas que damos por ciertas en nuestras cabezas, pero que no necesariamente lo son. Vale la pena cuestionarlos, porque, de no ser verdad, se nos abren múltiples posibilidades que ellos no nos dejan ver. Sólo que no es fácil desafiarlos, porque nos da seguridad tenerlos.
Esa idea de que equivocarse es algo malo, que se nos inculca desde niños, es un paradigma que deberíamos desterrar si queremos que este país progrese. La innovación y el emprendimiento, de los que tanto hablamos, exigen experimentación, y ésta supone la existencia de errores. Si castigamos el error, nadie se atreve. Eso, sin embargo, es precisamente lo que hacemos, entre otros, con aquellos a los que les va mal en un nuevo negocio, al tratarlos —social y legalmente— de fracasados, de parias sociales.
Otro paradigma que nos paraliza es pensar que las autoridades tienen las respuestas para todo. ¿Qué efecto produce eso, cómo lo vemos día a día? Simple: quejas permanentes contra las autoridades y ciudadanos o empleados que se hacen dependientes de ellas, sin asumir su parte de responsabilidad en la solución de los problemas. ¡Qué distinto sería nuestro comportamiento si asumiésemos en nuestra cabeza algo que es obvio: las autoridades no son sabelotodos ni tampoco omnipotentes!
Y otro paradigma más: el disenso es malo. Por el contrario, el disenso es fuente de progreso, y en lugar de acallar a quienes piensan distinto, como típicamente hacemos, deberíamos asegurarnos de que hablen. En esta misma lógica, tendríamos que agregar que el conflicto es positivo, y el desafío es saber orquestarlo adecuadamente.
Y podemos seguir: el ganado engorda bajo la mirada del amo, los problemas públicos deben ser resueltos por el Estado, para obtener resultados hay que trabajar más, entre otros. Además, en el último tiempo hemos estado construyendo un par de paradigmas que nos pueden costar caro en el largo plazo: “Hay que ser tonto para confiar en otro” y “Los políticos son corruptos e ineptos”.
Si nos atrevemos a desafiar estos paradigmas y a pensar distinto, daremos un gran salto hacia delante, y quizás lo primero que tenemos que sacarnos de la cabeza es eso de que “así somos y no podemos cambiar”.