Por Alberto Benegas Lynch (h)
Especial para The Independent Institute
En otras oportunidades he escrito sobre el tema. Ahora quiero reiterar el peligro que se cierne sobre la economía internacional a raíz de la empecinada política de la Reserva Federal de mantener las tasas de interés artificialmente bajas.
También he señalado antes que el problema se origina con la existencia misma de la banca central. Por eso es que economistas como Milton Friedman han escrito que “Llego a la conclusión que la única manera de abstenerse de emplear la inflación como método impositivo es no tener banco central. Una ve que se crea un banco central, está lista la máquina para que empiece la inflación”.
La banca central solo puede proceder un una de tres direcciones. Expandir la base monetaria, contraerla o dejarla inalterada. Cualquiera de las tres posibilidades altera los precios relativos como consecuencia de la intervención exógena en el mercado (y si se conjetura que el nivel de la base monetaria coincidiría con el que hubiera requerido el mercado, no hay razón para la intervención para hacer lo que de todos modos hubiera realizado la gente, con el agravante de que solo es posible verificar esa conjetura si se deja que las personas actúen en el mercado libre).
En todo caso, lo que quiero destacar en esta nota es que al mantener artificialmente baja la tasa de interés, la Reserva Federal trasmite la señal que aumenta el volumen del ahorro. Como en verdad esto no es lo que ocurre puesto que, como decimos, se basa en un artificio debido a la manipulación de marras, las colocaciones de fondos operan en el contexto de sectores que aparecen como rentables cuando no lo son.
Cuando la realidad tiende a establecer la verdadera relación consumo-ahorro, se desmoronan las ilusiones y sobreviene el crack, tal como ha ocurrido en el pasado en muy diversos lares. Esta vez, el ojo de la tormenta tiene lugar principalmente en el mercado inmobiliario, que es el que haría de disparador circunstancial pero con volúmenes enormes de recursos mal colocados, debido al antes mencionado artificio, tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo donde se han negociado préstamos sobre bases irreales, a lo cual se adicionan problemas derivados como los subprime.
Esta descripción del llamado ciclo económico, ha sido explicada por vez primera a comienzos del siglo pasado por Ludwig von Mises pero los gobiernos, en su afán de elevar el gasto público y el endeudamiento estatal, recurren a manipulaciones en el mercado monetario y crediticio que hacen de apoyo logístico a sus extralimitaciones de poder, con las consecuencias por todos conocidas. Incluso responsables de la banca central considerados “moderados” como Alan Greenspan, durante sus dieciocho años al frente de la Reserva Federal fue responsable del deterioro del dólar en un setenta y cuatro por ciento de acuerdo a las cifras oficiales de precios al consumidor.
A esta situación en Estados Unidos debe agregarse que la deuda gubernamental se duplicó en los últimos diez años, la cual representa el setenta por ciento del producto bruto interno. La mitad de esa deuda está en manos de ciudadanos no estadounidenses, lo cual pone de relieve que no le alcanza al gobierno con recurrir a los ahorros de ciudadanos de su país para financiar sus gastos.
Como ha expresado Michael Tanner, durante el gobierno de G.W.Bush “el incremento experimentado de la ratio gasto público sobre producto bruto interno representa la tasa mas rápida de una administración desde Franklin Roosevelt” y que el desorden presupuestario puede apreciarse, por ejemplo, en el hecho de que “para el 2017 la Seguridad Social estará pagando una suma mayor que la totalidad de los impuestos [federales] recaudados”, a lo cual debe agregarse como señal de alarma el astronómico déficit fiscal de esta administración.
El peligro puede no ser inminente, pero se está gestando una bola de nieve de proporciones mayúsculas. Tengamos en cuenta que si algo grave ocurriera en Estados Unidos, el resto del mundo entraría en un cono de sombra difícil de revertir.
El autor es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias, en Argentina.