Por Manuel F. Ayau Cordón
Prensa Libre
Al inicio de la proliferación de maquilas una anciana se quejó porque había tenido que subir el sueldo de la cocinera para que no se fuera a trabajar a la maquiladora. ¿Quién iba a sospechar que las maquiladoras iban a afectar indirectamente los salarios de las cocineras y de tanta gente que no trabaja en ellas?
El ejemplo de las maquiladoras ilustra elocuentemente cómo cada empresa que se instala en alguna manera puja todos los salarios del país para arriba. Mientras más competencia hay por conseguir trabajadores, más tienen que subir los salarios, para conseguir trabajadores y para conservar a los que ya están entrenados.
Por más que se denigre a las empresas, todas ellas ofrecen a los trabajadores una mejor oportunidad que la que tienen, pues si no, no acudirían a ellas. Y es injusto y dañino inculpar de las malas condiciones en que se encuentra la gente, a quienes en alguna medida contribuyen a mejorarlas, especialmente comparado con lo poco o nada que contribuyen los críticos demagogos.
Admitamos que nadie paga más de lo necesario para conservar o conseguir un empleado. Ni siquiera el cardenal que exhorta a los patronos a pagar más, paga a su cocinera más de lo necesario para conservarla. Paga lo menos posible, por una razón muy humana y natural, pues todo lo que economice lo puede usar en alguna otra cosa o servicios que también ocupan mano de obra.
El patrón tiene que cuidar sus gastos, pues si paga más de lo que pagan sus competidores pierde competitividad y podría causar el cierre de su empresa, en cuyo caso ya no pagaría salario alguno.
Para subir salarios con objetivo de no perder trabajadores, la empresa tendrá que invertir capital en equipo y maquinaria para aumentar la eficiencia, la productividad de los trabajadores, para poder subir salarios sin que aumenten los costos unitarios, pues si no, tendría que subir precios.
Pero eso no es factible, pues ya todos venden lo más caro que el mercado permite. La paradójica realidad es que los salarios reales solamente pueden subir a medida que bajan los costos de mano de obra por unidad y, como el capital nunca está ocioso (pues aunque esté en el banco alguien lo está usando), para poder subir salarios la empresa tendrá que competir en el mercado de capital para, a su vez, atraerlo de otras actividades menos competitivas.
Aunque sea imperceptible su efecto, cada empresa nueva puja para arriba todos los salarios del país, y es la suma de todas esas pujas lo que va mejorando a todos. Por tanto es obvio que mientras más empresas se establezcan más importantes y generalizados serán los aumentos. Y no hay otra manera. Es mentira que el Gobierno pueda por ley subir salarios o crear plazas de trabajo.
Los gobiernos pagan plazas con impuestos que le quita al pueblo, por tanto no es un agregado sino una sustitución de plazas. Y, cuando el Gobierno fija salarios mínimos sólo prohibe que se pague menos del monto establecido, pues no puede obligar a nadie a dar empleo. Prohibe los empleos que la gente pobre podría pagar y devengar, disminuyendo así la demanda por trabajadores, pujando salarios para abajo y fomentando la economía informal.
La realidad no es ni ideológica ni optativa. Si se opta por desalentar inversiones con altos impuestos al rendimiento de las empresas y a los ingresos más susceptibles de ser ahorrados e invertidos directa o indirectamente, los más afectados serán los más pobres que supuestamente no están afectos por esos impuestos, pues sus salarios serán más bajos. ¿Será ignorancia o será que algunos prefieren que la gente se quede pobre con tal que otros no se enriquezcan?