Por Douglas Carcache S
Analítica
De pronto Nicaragua deja de ser un país pobre y endeudado y se convierte en nación cooperante, capaz de suplir alimentos a Venezuela y ayudar al gobierno de Chávez a frenar la escasez de leche, granos y carne.
Es la idea que dejó en el ambiente el presidente nicaragüense Daniel Ortega, hace dos días en Caracas, al prometer asistencia alimentaria a Venezuela bajo el supuesto de que “Nicaragua realmente así como necesita también tiene para dar”.
Para que le creyeran, el Presidente sandinista enfatizó en que Nicaragua cuenta con potencial para producir leche, carne, frijol y maíz en abundancia.
Una cosa es tener potencial y otra es disponer de productos para vender o regalar. Lo potencial es lo probable, lo teórico; lo producido es lo negociable. Y si de realidades hablamos, cada año Nicaragua necesita importar al menos 30 mil toneladas de maíz amarillo y 100 mil toneladas métricas de arroz, porque este país aún es incapaz de producir todos los alimentos básicos que consume su población.
Ortega tampoco podrá enviar frijol a Venezuela en el corto plazo, porque él mismo autorizó el año pasado la importación de más de 60 mil quintales, desde México y Estados Unidos, para paliar la escasez de ese grano en el mercado nicaragüense, cuyo precio subió de 6 a 20 córdobas por libra.
En los últimos años Nicaragua ha gastado más de 300 millones de dólares anuales en la compra de alimentos en el exterior, el 16 por ciento de sus importaciones, según informes de la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Es más, Nicaragua ha requerido cooperación externa para dar un vaso de leche a 400 mil niños en las escuelas, lo que ha costado más de tres millones de dólares al año, aportados por naciones ricas como Japón.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) también distribuye comidas a escolares en las zonas rurales de Nicaragua, un país con poco más de cinco millones de habitantes donde el 27 por ciento de la población padece desnutrición.
Por lógica, antes de ofrecer alimentos a Venezuela, nación con más de 26 millones de habitantes, Ortega necesita concentrar esfuerzos en la recuperación de la economía de Nicaragua, la que se desaceleró el año pasado por la incertidumbre que causó el retorno del Frente Sandinista (FSLN) al gobierno.
Requiere cuanto antes invertir en caminos rurales, lo que su gobierno abandonó el año pasado; facilitar recursos técnicos y financieros a los agricultores en general, sin discriminar a ninguno, como ha pretendido a través de sus Consejos del Poder Ciudadano (CPC); y atraer nuevas inversiones, en vez de atacar a la empresa privada como ha hecho en los 12 meses que ha gobernado.
Por las palabras que usó Ortega al hacer la promesa a Chávez, de que Nicaragua “también tiene para dar”, deduzco que el Presidente sandinista hablaba de algo distinto a un negocio. Era un Presidente buscando cómo hacerle un favor a un amigo, o sea, lo contrario de lo que hace un Presidente que trata de abrir nuevos mercados para los empresarios y productores de su país.
¿Pretende Ortega un intercambio de alimentos por combustibles, para beneficio de organizaciones sandinistas? ¿O empresarios chavistas se aliarán con empresarios sandinistas para explotar tierras nicaragüenses en otro negocio “socialista”?
Al margen de la historia oculta, los alimentos que Ortega envíe a Chávez jamás resolverán la escasez en Venezuela, porque una de sus causas es el control de precios del Gobierno, que le quitó rentabilidad a la producción local mientras cada día la moneda pierde valor y los precios aumentan en el mercado negro.