La pregunta de a quién pertenecen los fragmentos recuperados del meteorito Puerto Lápice, presentado esta semana en Madrid, permanece sin respuesta.
Legalmente nadie sabe si cuando este tipo de rocas extraterrestres caen sobre en España son propiedad de las personas que las encuentran, de los dueños de las tierras donde aparecen, de los municipios, de la comunidad autónoma o del Estado.
Durante los últimos cuatro años han impactado dos meteoritos en España: uno el pasado año cerca de Puerto Lápice (Ciudad Real), y otro en Villalbeto de la Peña (Palencia) en 2004.
En ambos casos las mejores piezas y un importante número de trozos fueron localizados por cazameteoritos extranjeros, llegados desde Estados Unidos, Francia, Alemania o Uruguay, que aprovecharon el vacío legal existente.
Patrimonio científico o geologico
La Ley de Patrimonio de 1985 señala que hay que proteger los bienes científicos y tecnológicos, donde podrían entrar los meteoritos, pero no los menciona expresamente, y la reciente Ley de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad solo los nombra como parte del patrimonio geológico.
Ante ese vacío legal, la iniciativa la han tomado diversos científicos y aficionados a la Astronomía reunidos en la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos.
Josep María Trigo, científico del CSIC y uno de los integrantes de esta red, ha señalado que la actuación de los "cazameteoritos" se ha visto favorecida por "la ausencia de una legislación adecuada y la falta de interés de los organismos oficiales".
El experto José Vicente Casado, que ha recuperado varias piezas de los dos meteoritos caídos en España, recalca -en declaraciones - que ni la administración central ni las autonómicas se preocupan por estos temas.
El experto cree que tampoco hay que "demonizar" a los "cazameteoritos", ya que estos se buscan la vida, y de momento no hacen nada ilegal.
Uno de estos buscadores foráneos es Thomas Grau, que encontró los primeros fragmentos del meteorito manchego y algunos del de Villalbeto, poniendo varias piezas a la venta para poder financiar sus expediciones.
Grau, en declaraciones, dijo que le emociona sentir entre sus manos "algo llegado desde tan lejos y que ha estado vagando por el espacio durante tanto tiempo", y considera importante la buena relación entre científicos y buscadores.
Respecto a la propiedad de estas rocas, recuerda en declaraciones el juicio del Neuschwanstein 3, un meteorito recogido por un compatriota suyo en una localidad austríaca, cuyo ayuntamiento le demandó.
La sentencia fue favorable al alemán, ya que el juez no encontró ninguna ley que impidiera quedarse "con algo que cae del cielo".
La mayoría de los países europeos no disponen de una legislación al respecto, excepto algunos como Suiza o Dinamarca, donde las rocas extraterrestres que aparezcan sobre sus territorios deben ser entregadas al Estado, que recompensa al descubridor.
En otros países, como Estados Unidos o Canadá, el propietario es el dueño de las tierras donde caen las rocas.
En Argentina, ante el expolio que venían padeciendo sobre todo en la región del Chaco, el Senado se ha visto obligado recientemente a declarar bienes culturales protegidos a todos los cuerpos celestes que se encuentren o ingresen en sus aguas o territorios.
En Australia la mayoría de sus estados disponen de una legislación específica que obliga a entregarles los meteoritos, pero sin embargo en Japón prima el principio de "quien lo encuentra, se lo queda", que en la práctica es lo que también sucede en España.
'Cazameteoritos'
El geólogo Javier García-Guinea, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, considera que hay que organizar de una manera oficial este asunto para impedir que los cazameteoritos se lleven las piezas y luego "las ofrezcan a nuestros museos por una millonada".
Otros científicos también coinciden en que la solución pasa por la elaboración de una legislación especifica, en la que participen las distintas administraciones e incluso se contemplen acuerdos justos con los buscadores.
Los investigadores confían en que no vuelva a suceder lo del 2007, el Año de la Ciencia, cuando una roca de extraordinario valor científico llegó al territorio español, procedente seguramente del lejano asteroide Vesta y tras haber viajado durante millones de años, casi nadie mostró interés por ella.