Por Guillermo Arosemena Arosemena
El Expreso de Guayaquil
¿Se puede eliminar la desigualdad económica, por fuerza de ley? Los gobiernos socialistas marxistas piensan que es posible. Veamos lo que ha sucedido en China. Hace 25 años, este país solamente tenía pobres, el índice Gini que mide la desigualdad era muy bajo y la renta por habitante, representaba la octava parta de la ecuatoriana.
En el tiempo transcurrido, ha nacido la clase millonaria china cuyos patrimonios van desde un millón de dólares hasta más de un millardo. Estas no son fortunas heredadas ni mal habidas, fueron hechas por iniciativa propia y capacidad emprendedora. Todos lo chinos recibieron la misma oportunidad, el gobierno no favoreció ni perjudicó a nadie. Entonces, en igualdad de condiciones, ¿cómo es posible que 25 años después, se hayan creado diferencias en clases socioeconómicas?
En la misma época que Deng Xiaoping comenzaba su milagro económico, para que en su opinión, todos se hagan ricos, decenas de miles de cubanos salían de su país en botes formando un puente de kilómetros de largo.
Los migrantes llegados a Miami se conocen como “marielitos”, por haber salido del puerto Mariel; todos ellos eran obreros y oficinistas en el mejor de los casos, no como los primeros cubanos profesionales que salieron al poco tiempo de que Castro subió al poder. Los “marielos” recibieron las mismas oportunidades en su nueva patria y dos décadas después, unos se hicieron millonarios, otros no progresaron económicamente. Entre los primeros, hay empresarios y profesionales prósperos ganando no menos de 200.000 dólares anuales y entre los segundos, oficinistas recibiendo 30.000.
En Ecuador, hay casos de ciudadanos que nacieron en el mismo barrio pobre, unos triunfaron y otros no. Un amigo de mi hijo nació en el cerro de El Carmen, actualmente es empresario de éxito y vive en “pelucolandia”. Otros no han dejado el cerro.
El origen de la desigualdad no es la explotación del fuerte contra el débil, como sostienen los socialistas. Salvo que se invente un nuevo ser humano que tenga una estructura mental diferente a la nuestra, siempre existirán las diferencias, porque por naturaleza, no todos tenemos las mismas iniciativas y deseos de triunfar.
Hace 40 años, se publicó un libro titulado el Principio de Peter, en él su autor sostiene que en la escalera de las ambiciones y aspiraciones, unos se quedan en los primeros escalones, otros en la mitad del camino, otros al final y otros cuando llegan al tope, quieren seguir subiendo. Lamentablemente el deseo de triunfar no está en todos nosotros.
Eliminar las desigualdades haciendo pobres a todos, es receta del desastre. Hace pocos días se publicó en el New York Times la salida masiva de 100.000 empresarios venezolanos y profesionales de clase media desde que Chávez fue nombrado presidente. Ellos se refugiaron en Miami y se llevaron sus capitales y sobre todo sus conocimientos y experiencias; se radicaron en un país rico que se hará más rico, por el aporte de los venezolanos. Tuve la oportunidad de conocer Miami antes de la llegada de los cubanos, en 1962 era una ciudad pequeña y sin mayor actividad económica. Cuba sería auténtico paraíso, si la riqueza creada por los cubanos en Miami, se hubiera generado en su tierra.
Las políticas asistencialistas no terminan con las desigualdades, contribuyen a eliminar la autoestima del pueblo, quien se malacostumbra y piensa que no hay que esforzarse para vivir, porque el Estado le soluciona todas sus necesidades. El asistencialismo crea ejércitos de pordioseros y no eleva el nivel de vida.
Este solo se mejora creando las condiciones para aumentar los puestos de trabajo y proporcionando educación de primera. En Venezuela los resultados de la política asistencialista han sido devastadores. En Ecuador el crecimiento de la renta por habitante fue negativo en el 2007, si se toma en cuenta la inflación. El de 2008, no será diferente, si el Gobierno mantiene su actitud beligerante y las políticas económicas excluyentes.