Por Álvaro Casal
El País, Montevideo
El horno microondas se popularizó hace más de 20 años. Hoy es ubicuo. No así en un extraño país, donde dicho inocente artefacto estuvo prohibido hasta hace pocos días.
Una prohibición de la que casi nadie hablaba y de la que muchos nos venimos a enterar recién ahora, cuando el gobierno de ese extraño país anunció que ha resuelto levantar las prohibiciones que pesaban sobre el suministro y compra de tales hornos, además de computadoras, reproductores de video y DVD, ollas eléctricas, televisores de 19 y 24 pulgadas, así como varios electrodomésticos más.
El barullo creado por dicho levantamiento de prohibiciones, ha llevado a hablar de las que siguen pesando sobre la sufrida población del país mencionado.
Pero el gobierno del mismo, ha anunciado que no se hagan ilusiones. Que las prohibiciones que siguen pesando sobre, por ejemplo, los tostadores (sí, los vulgares tostadores eléctricos), no serán levantadas sino hasta dentro de un par de años.
Para que la moneda nacional pase a cotizarse en términos reales frente al dólar, no hay plazo. Menos aún pueden soñar los pobladores de la ínsula, con trasladarse libremente a donde quieran, dentro o fuera del territorio donde están. Eso sigue frenado. Otra cosa prohibida es disentir con el gobierno o siquiera informar objetivamente acerca de las realidades isleñas. Tratar de hacerlo, ha llevado a la cárcel a muchos.
No estamos hablando de un país de ciencia ficción. No es una creación de George Orwell, el genial inventor del omnipresente y opresivo "Gran Hermano". Estamos hablando de una isla llamada Cuba, que está a apenas 140 kilómetros de la costa de Estados Unidos.
Allí, en ese ámbito surrealista, ocurren estas cosas. Desde hace casi medio siglo, cuando el doctor Fidel Castro anunció que había traicionado sus promesas de democracia y pasaba a un régimen marxista-leninista.
Recientemente, Castro dijo que no pretendería seguir siendo el mandamás y que el poder quedaría en manos de su hermano Raúl, obviamente elegido, "democráticamente", en el marco del sistema comunista de partido único. Fidel quedaba en la trastienda, vigilando, ahora sí como un auténtico "Gran Hermano", mientras, como le ocurrió a su admirado Stalin, tiene a su hija viviendo en Estados Unidos, horrorizada por lo que ha hecho su padre.
Raúl Castro es quien ha anunciado la liberación de los microondas. Aparte de eso, pretende que todo siga igual. Que el pueblo cubano, privado de Internet y perseguido si se atreve siquiera a mirar por televisión ciertos canales extranjeros, se crea que la isla de la fantasía no es algo tan ridículo como repudiable. Estamos como en una versión oficialista de "Goodbye Lenin". Con escenarios armados para hacer creer aquí, allá y acullá, que la "revolución" cubana sigue su marcha como cuando tenía la protección del Kremlin. Pero los totalitarismos comunistas no pueden "aflojar" un poco. Si lo hacen, se empiezan a resquebrajar y enseguida a desmoronar, como ocurrió en la Unión Soviética, como ocurrió con las "democracias populares" de Europa Oriental o con el muro de Berlín. Y por esa pendiente resbaladiza, afortunadamente, se ha empezado a deslizar la dinastía Castro.
Por eso resulta oportuno hablar de estas cosas que acontecen en ese extraño país. Aunque pueda parecerlo, no es detalle menor la autorización de los microondas.