Por Marieta Benegas Lynch
Para el Instituto Independiente
De un tiempo a ésta parte, muchos son los lazos que comienzan a unir a Latinoamérica con un lejano país de Oriente Medio: Irán.
Encontrarse en lazos fraternales que implican intercambio de culturas con el debido respeto mutuo, es señal de un mundo civilizado. Pero en éste caso nos une una trama que parece que nos traerá más problemas de los que ya tenemos.Aquí, los lazos no nos hablan precisamente de respetos mutuos, ni sobre un futuro prometedor para los pueblos Latinoamericanos.
En los últimos años, el Presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad ha visitado en diversas oportunidades nuestro continente buscando estrechar vínculos con gobernantes amigos:
En Venezuela es reiteradamente bienvenido por el tirano tropical, quien, según recientes informaciones y pruebas demoledoras, está íntimamente ligado a las fuerzas criminales de las FARC.
Venezuela e Irán han firmado tratados y se elogian mutuamente por sus ideas afines “revolucionarias y antiimperialistas”. En una visita a ese país, Ahmadinejad declaró que Chávez es “el gran revolucionario de América Latina”.
En Nicaragua, el presidente iraní fue recibido y condecorado por Daniel Ortega con la medalla “Augusto Sandino”. El mandatario nicaragüense también calificó en aquella oportunidad a Irán de “potencia moral”.
En Bolivia fue recibido por Evo Morales, quien en un exclusivo reportaje al periódico “El Mundo” de España confesó jubiloso que: “ Cuba y Venezuela me enviaron mensajes para acercarme a Irán” y que ese país hará inversiones millonarias en Bolivia de manera “incondicional”. Parece que Morales desconoce la frase que dice que no existe tal cosa como un almuerzo gratis.
En Ecuador fue invitado a la asunción de Rafael Correa, y desde entonces, ambos gobiernos han estrechado fuertemente sus lazos.
Ante este panorama, convendría detenernos un momento a analizar que tipo de gobierno es el que lleva adelante Ahmadinejad.
En el informe anual 2007, “Reporteros Sin Fronteras”, alerta al mundo sobre periodistas detenidos clandestinamente en Irán, que son maltratados y a los que se les impide acceder a abogados para su defensa. Los procedimientos “no acaban nunca” y las amenazas diarias dificultan la labor de los reporteros.
Se califica de “pésimo” al funcionamiento de la justicia, lo que nos indica que no funcionan las garantías institucionales. También se informa sobre la temible represión que ejercen los servicios de inteligencia del país, y que el filtrado de Internet se ha intensificado, utilizando el argumento de que dichos sitios resultan “inmorales”. Las conexiones de alta velocidad están prohibidas y los medios de comunicación permanecen estrechamente vigilados.
“Amnistía Internacional”, reporta que las torturas especialmente antes de llevado a cabo un juicio, son algo común y corriente en Irán. Los estudiantes opositores son frecuentemente blanco de represalias y se les niega la posibilidad de estudiar durante el nuevo año académico. También se informa sobre ejecuciones y amputaciones, y una constante intimidación hacia cualquier tipo de oposición. Al menos once periódicos fueron cerrados.
Desde que asumió su cargo en 2005, Ahmadinejad fortaleció sus relaciones con Putin en temas nucleares y de mutua cooperación.
En diciembre de 2005 aludió al Holocausto como un “mito”, y volvió a afirmar la misma idea en septiembre del 2007.
En 2006, el Gobierno canadiense, clasificó a Irán como uno de los 13 mayores abusadores de los derechos humanos.
“Human Rights Watch” recalca que la tortura y el maltrato a los detenidos resulta algo común en Irán y que además existen allí centros de detenciones clandestinas.
“Transparencia Internacional” califica a Irán según el IPC (Índice de la Percepción de la Corrupción) como uno de los países mas corruptos del orbe (su índice se asemeja al de Libia y Burundi).
Con los datos precedentes se tiene una visión bastante clara para analizar que clase de trama están tejiendo estos gobiernos.
Efectivamente, ellos se comprenden procurando en diversas ocasiones disimular sus tropelías.
Es de esperar que nosotros, quienes solventamos los sueños imverocímiles, las prédicas del odio y el auspicio del terrorismo de nuestros gobernantes, seamos capaces de entender pronto esta situación lamentable. Y de actuar en consecuencia.