Por Alberto Benegas Lynch (h)
Para El Instituto Independiente
Uno de los discursos del Reverendo Wright en el seno de su congregación religiosa me han producido enorme desazón, no debido a que resulte original oír en ámbitos de muy diversas denominaciones la apología del socialismo y la condena a la sociedad abierta. La angustia que me produjo se debe a la conexión espiritual con uno de los candidatos que en estos momentos compite para la presidencia de Estados Unidos en las próximas elecciones.
El mencionado Jeremiah Wright ha vociferado que debería sustituirse el “God bless America” por “God damm America” debido a que el gobierno de ese país ha matado y mata inocentes, lo cual lo mezcla con la explotación de los “white rich Americans a los black Americans”. Por cierto todo bastante chocante y cargado de resentimiento y errores conceptuales y saltos lógicos de envergadura.
Una cosa es condenar iniciativas gubernamentales como las absurdas invasiones “preventivas” a Irak y otra bien distinta es maldecir al país que con todos sus defectos y grotescos desvíos de los sabios principios de los Padres Fundadores, ha sabido mantener reservas morales en muchísimas personas e instituciones que defienden los derechos individuales y el consiguiente respeto recíproco.
En verdad, si se pone en contexto lo que ha aullado el Reverendo Wright en pleno oficio religioso es la maldición al american way of life, puesto que ha fomentado el racismo, el odio, un marxismo muy poco disimulado y -igual que Marx- una siempre repugnante y criminal judeofobia. Como decimos, del mismo modo en que el socialismo ha penetrado en otras profesiones, no es raro que haya sucedido lo propio en el campo de algunos de los predicadores de religiones. En este caso, lo alarmante es el vínculo con un posible candidato a la presidencia y que éste, al darse por enterado de la aludida diatriba, ha reaccionado de modo débil y, por momentos, ambiguo.
Decepciona que los enemigos de la libertad pretendan arrasar con todo intercalando críticas en las que hay verdades a medias, mientras algunos de quienes se consideran defensores del espíritu liberal (en el sentido clásico de la expresión) insisten en errores que son inaceptables para esa filosofía y, al mismo tiempo, hacen bien poco del trabajo necesario para recuperar y fortalecer los pilares de la sociedad abierta.