Por Marieta Benegas Lynch
Para el Instituto Independiente
Repetidamente en la historia argentina de los últimos 60 años, cuando el país se cierra al mundo en una actitud irracional y perimida y las condiciones institucionales ahuyentan a cualquier inversor, el gobierno del momento decide recurrir a la funesta “Ley de Abastecimiento”.
Esta ley de nombre engañoso, tiene su antecedente primero en 1948 con el Instituto Argentino de Promoción de las Importaciones ( IAPI) que pretendía manipular las importaciones y exportaciones del país y luego en la ley sancionada en tiempos de Perón llamada de “agio y especulación” (recordemos el lema del partido “… combatiendo al capital”).
Esta nefasta ley de variantes nombres, ahora maquillada por uno más marketinero, impone multas, clausuras y penas de prisión a aquellos comerciantes que pretendan vender sus productos a un precio más alto que el que el hígado del gobernante del momento pretende.
En su magnífica obra “ Historia del peronismo”, el periodista Hugo Gambini hace referencia, entre otros, al caso de un pobre comerciante llamado José Bello, que durante aquella época sufrió la clausura definitiva de su negocio por, según decía el gobierno de turno: “vender queso de rallar a ocho pesos con setenta centavos, precio correspondiente al doble crema, en lugar de ofrecerlo a ocho pesos como corresponde”.
Según Gambini, el individuo además debió pagar 30.000 pesos, cumplir con tres meses de cárcel en la prisión de Villa Devoto, y estuvo a punto de ser deportado a España (país del que era oriundo).
Evidentemente al señor Bello sus clientes le compraban a $ 8,70 ya que de lo contrario no hubiera colocado aquel producto a ese precio. Una verdad de Perogrullo que el gobierno ignoró olímpicamente persiguiendo al señor como a un criminal.
Las amenazas y persecuciones en la época del tirano eran cosa común. Cabe recordar su conocida frase “Al enemigo, ni justicia” que fue acompañada en la época por la emisión de ciertos billetes de curso legal que mostraban al símbolo de la justicia sin la venda en sus ojos. Todo un emblema para recordar a nuestros jóvenes.
Actualmente, y frente a un estado megalómano y voraz de recursos, que aplica una maraña de tributos confiscatorios, la gente del campo (el becerro de oro de la Argentina) dijo basta. Las llamadas retenciones al girasol y la soja no son ni más ni menos que mayor cantidad de tributaciones para quienes tienen que trabajar casi exclusivamente para el Estado.
Con un gasto público sin precedentes, el gobierno necesita desesperadamente recolectar más dinero para abastecer sus arcas. Pero la naranja no da más jugo. No existe en la población el incentivo para producir luego de haber sido “exprimidos” por años, viendo el fruto de sus trabajos diluírse en un mar de corrupción gubernamental.
Con la intención de enfrentar al campo con la ciudad, el gobierno lleva a cabo una fenomenal campaña para culpar a los productores del desabastecimiento de carnes y lácteos y los obliga a vender 13 tipos de cortes a precios “populares”.
El secretario de Comercio, famoso por sus caprichos, desplantes y faltas de respeto, en una actitud de impunidad y prepotencia frente a quienes le pagan su sueldo, amenaza a diestra y siniestra intentando sembrar el pánico y la subordinación a los cachetazos.
Los precios máximos, los viejos inútiles de nuestra historia, no sólo desalientan cada vez más la inversión, sino que producen lo que pretenden eliminar: el desabastecimiento.
Pronto veremos las góndolas vacías y la confusión de una disputa del todos contra todos…. ¿Cuántas veces más pasaremos por lo mismo?
En medio de inseguridad, una justicia en su mayoría dependiente del poder político y una inflación “galopante” que el gobierno pretende disimular con estadísticas a todas luces mentirosas, cabe preguntarse en que clase de “lapsus” se encontraba la Presidente cuando asumió el poder y expresó su pretención de emular a Alemania.
Las medidas hasta éste momento, imitan más a Angola que a dicho país.
Los países desarrollados, en los que existe un genuino progreso, nunca se han basado en la coacción y la matoneada de sus gobernantes, sino en el respeto por la propiedad privada y por los derechos de los gobernados.