Por Francisco J. Quevedo
2001
¿Si ser rico es malo, ser pobre es bueno?
El éxodo de venezolanos hacia el exterior continúa. La agencia Reuters destacaba en una nota del 8/11/2007, “Huyen de Chávez, venezolanos adinerados invaden Panamá” y apuntó que unos 15.000 compatriotas se residenciarían en el istmo durante ese año. Si bien las cifras no se comparan con los cientos de miles que se han instalado en Miami, definitivamente, de que vuelan, vuelan…
La economía panameña está en auge desde que los americanos se llevaron preso al dictador, Gral. Manuel Antonio Noriega, en 1989, en una invasión aplaudida por muchos. El guapetón que amenazaba a Bush (padre) con un machete y criticaba a la Iglesia salió corriendo a esconderse en la Nunciatura cuando desembarcaron los marines. Libre del militarismo, el crecimiento del PIB en Panamá el año pasado alcanzó un 9,6%. Con tasas de interés hipotecarias del 5,35%, créditos a treinta años y casas que valen desde US$ 37,000 y se construyen por doquier, quien no tiene techo propio allá es porque no quiere o es un flojo que no trabaja. La inflación del 2007 fue menor a la venezolana de diciembre.
La publicidad del IPAT muestra a un Rubén Blades, Ministro de Turismo, pidiendo a los extranjeros visitar su país e invertir en Panamá. Mientras tanto, en Venezuela, se nos dice “váyanse pa’ Miami” y a los turistas se les roba, viola y mata en las autopistas, en las playas y en sus propios buses turísticos. La inversión no se limita al capital venezolano. Allá se han instalado multinacionales como Dell®, mientras Procter & Gamble hace planes para migrar con 300 familias completas. Y constructores como Donald Trump hacen malabarismos para erigir casas, rascacielos y centros comerciales que en nada envidian a los de Miami o Nueva York Y todo esto significa empleo y buena fortuna.
¿Por qué emigran los venezolanos? La primera causa es el crimen desbordado, dicen, las invasiones, la inseguridad personal y jurídica. Cualquiera se despierta mañana secuestrado, invadido o nacionalizado, sus bienes confiscados, o no amanece. El problema es que en Venezuela ser rico es malo y —por lo visto— ser pobre es bueno. En Panamá, ser rico es bueno, cualquier taxista tiene casa propia. El estándar de vida se nota.
Pero la mano peluda de Chávez comienza a sentirse en Panamá. Una funcionaria de la embajada fue expulsada tras descubrírsele una intensa actividad política. Se publicó en La Prensa que promovía Círculos Bolivarianos, aunque es ampliamente rumorado que las recientes protestas obreras recibían asesoría y financiamiento venezolano. “La negra”, Piedad Córdoba, senadora colombiana, andaba por allá visitando a la pre-candidata del PRD, Balbina Herrera, otro caimán del mismo pozo. Pero esta no la recibió. Con una pobreza que es menos de la mitad de la venezolana, proporcionalmente, y con una economía en ebullición, la mayoría duda que los cantos de sirena del socialismo sean bien recibidos por los panameños, más cuando ya probaron una dictadura con sabor cubano.
Los chismes dicen que una heredera de la familia real venezolana buscaba visa en Panamá antes del Referendo del 2D, y terminó haciendo tratos a escondidillas con la embajada de España allá. ¿A qué le temía, a ganar o a perder? Y el hermano “del que contaba los votos”, nos dijo un taxista, “vivió en este hotelazo por un mes, hasta que le dieron su apartamento en Twin Peaks”, un conjunto residencial “a la Trump” ubicado en el glamoroso sector de Punta Paitilla.
Quizás a los venezolanos nos atrae que no haya ejército en Panamá, mientras que en Venezuela nos imponen una fan enamorada, como cantan Servando y Florentino. ¿Patria, socialismo o muerte? Para muchos, mejor es irse. Y evidentemente, en Panamá, ser rico es bueno…