Por Jorge Castro
Perfil
Corea del Norte realizó el viernes su segunda explosión en dos años. El 9 de octubre de 2006 hizo estallar una bomba nuclear subterránea de 15 millones de toneladas de TNT (una potencia semejante a la lanzada por Estados Unidos en Hiroshima el 6 de agosto de 1945). Hace dos días, el régimen de Pyongyang dinamitó la torre de enfriamiento de su instalación nuclear de Yongbyon, donde se procesó el plutonio que activó el artefacto subterráneo detonado en octubre de 2006.
La explosión del viernes se efectuó frente a las cámaras de televisión de cinco países (EE.UU., China, Rusia, Japón y Corea del Sur). Un día antes, el régimen liderado por Kim Jong Il entregó en Beijing una lista de las instalaciones destinadas a la producción de plutonio. El mismo jueves, el presidente George W. Bush eliminó a Corea del Norte de la lista de “países que respaldan al terrorismo”, y dejó de lado las principales sanciones comerciales contra el régimen de Pyongyang.
La Cancillería norcoreana señaló que “las medidas estadounidenses deben llevar a una completa modificación de su política hostil hacia la República Popular Democrática de Corea, de modo que pueda continuar sin tropiezos el proceso de desnuclearización”.
La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, indicó que “el reactor demolido el viernes estaba activo y era parte de instalaciones capaces de producir plutonio para varios artefactos nucleares (…) El paso que ha dado Corea del Norte es extremadamente importante”.
El cálculo de la inteligencia norteamericana es que Corea del Norte posee entre cuarenta y cincuenta kilogramos de plutonio, y que su arsenal nuclear está integrado por un número de bombas que oscilan entre tres y seis, con una capacidad de destrucción semejante a la que hizo estallar en octubre de 2006.
La principal diferencia entre la explosión de octubre de 2006 y la detonación que eliminó el viernes la torre de enfriamiento de Yongbyon fue la intervención, en primera fila, de la República Popular China. El desafío nuclear norcoreano se convirtió hace 18 meses en la mayor crisis del sistema internacional de seguridad en la etapa posterior al 11 de septiembre de 2001.
En consecuencia, la declaración norcoreana del miércoles sobre sus actividades nucleares, y la detonación del viernes, constituyen, en principio, la mayor victoria política, estratégica y diplomática de los EE.UU. en los últimos cinco años; y es también una muestra del papel decisivo cumplido por Beijing, no ya en el plano económico, sino político, de esta crisis de seguridad mundial.
China es el principal aliado de Corea del Norte, su mayor socio comercial y su fuente crucial de alimentos, armas y combustibles. Más de 300 mil “voluntarios” del Ejército Popular de Liberación (EPL) combatieron en la península coreana durante tres años contra EE.UU. y sus aliados, en la mayor campaña exterior de la República fundada por Mao-Tse-Tung el 1° de octubre de 1949.
China tiene ya tres “zonas de libre comercio binacionales” desplegadas en los 800 km de frontera con Corea del Norte. Son más de 2 mil las empresas chinas que han invertido allí, y han logrado términos preferenciales de intercambio y el manejo de operaciones portuarias. El total de las inversiones de la República Popular en su vecino, además del comercio bilateral, supera ya los 2 mil millones de dólares por año. Gran parte de las inversiones chinas son de empresas que han adquirido un carácter transnacional en la última década, y que invierten en la península coreana como lo hacen en otras partes del Asia-Pacífico, Africa, América latina, Australia o Canadá. Corea del Norte es uno de los tres países identificados como integrantes del “eje del mal” por George W. Bush (discurso sobre el Estado de la Unión, 29 de enero de 2002). El núcleo de la “doctrina Bush” post 11/9 era la decisión de cambiar los regímenes que gobernaban los países del “eje del mal” (regime change).
“Este triunfo de la diplomacia del presidente Bush es el resultado de un enfoque más pragmático y menos confrontativo en materia de seguridad nacional –desarrollado en su segundo mandato– y que refleja la ascendencia de personalidades como su secretario de Defensa, Robert Gates, y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice (…). Bush ha demostrado en los hechos una flexibilidad que sus críticos domésticos y del exterior consideraban imposible”, sostiene el New York Times (27/06/2008). “La Casa Blanca persigue una cuidadosa estrategia multilateral –similar a la utilizada con Corea del Norte– para resolver la confrontación internacional sobre las actividades nucleares iraníes”, agrega el matutino.
La desnuclearización de Corea del Norte se suma a la reversión de la situación en Irak. “El nivel de violencia en Irak es el más bajo desde marzo de 2004. Las dos principales ciudades –Bagdad y Basora– tienen mayor seguridad que la que han tenido por años. La tercera –Mosul– se encuentra en medio de una operación mayor de seguridad realizada por el ejército iraquí. El gobierno del primer ministro Nuri al-Maliki tiene más poder que cualquiera de sus predecesores”, precisa el New York Times.
El poder de EE.UU. se fortalece, cuando restan sólo seis meses para la conclusión del mandato de Bush; claro que ha tenido que dejar de lado hondas convicciones políticas –probablemente de raíz religiosa– sobre el “eje del mal” y el “cambio de regímenes”.
Dice Winston Churchill en sus Memorias de guerra, en referencia a Franklin Delano Roosevelt y su extraordinaria flexibilidad: “Siempre me ha llamado la atención la capacidad de los norteamericanos para llevarse bien con su conciencia”.